Con frecuencia mostramos nuestras preferencias y gustos. Debatimos con nuestros amigos y compañeros cual es el mejor disco de música, la mejor película de ciencia ficción o el mejor gol de la liga. La gente discute y disfruta, ataca y defiende las diferentes posturas, pero cuando la cuestión se lleva al límite y parece que ya no hay nada más que plantear se termina diciendo “de gustos no hay nada escrito” o “para gustos no hay colores”. En realidad estas afirmaciones son bastante pobres. De gustos precisamente es de lo que más se escribe, y no se puede negar que hay gente con mejor gusto que otra. Tenemos aquí un problema sobre el juicio estético, un problema que viene ya de muy atrás y que aún a día de hoy sigue plenamente sin resolverse, empezaremos con Kant.
Kant era una persona bastante ordenada y meticulosa, su filosofía siempre aspiró a ser el culmen del orden y del rigor. Tanto su ética como su teoría del conocimiento aspira siempre a una condición universal, es decir, válida para todos. Cuando llega al juicio estético intenta hacer exactamente lo mismo, una forma universal de juzgar sobre lo bello y lo feo. Evidentemente no lo consigue, Kant se va al traste y percibe que esa clase de juicios están fundamentados en el sentimiento, en lo que a uno le hace vibrar interiormente al mirar un cuadro o al escuchar una pieza de música. Por lo tanto Kant se carga el juicio estético al fundamentarlo en la subjetividad de cada uno, o dicho de otra forma, “para gustos no hay colores”.
Muchos estarán de parte de Kant, pero, ¿realmente alguien se cree esto? ¿Vamos a admitir con rigor la posibilidad de no poder establecer la superioridad de un trazado artístico sobre otro, al fundarlo sobre el sentimiento individual? Eso sería dar paso a afirmaciones de este calibre: “El codigo da Vinci es mejor libro que Hamlet” o “Chenoa tiene una finura musical muy superior a Brahms”… Al basarse en el sentimiento provocado en cada uno, para Kant este tipo de afirmaciones serían totalmente lícitas, pues cada sentimiento está recluido en la esfera de lo subjetivo.
Luego llegaría Hegel con su tesis del fin del arte, en el que expresa su malestar por este asunto, ya que si se recluye todo a la esfera del sentimiento casi cualquier cosa podemos decir que es arte, podría ser una señal de tráfico o el cartel del metro, y ese sería para él precisamente “el fin del arte”. Aquí estaría pegando una patada en la boca a Kant, acusándole de cargarse el juicio estético y los límites del arte. A unos les gustará más Kant y a otros Hegel (aunque haya muchos más que ignoraremos por motivos de brevedad).
No es mi intención establecer un preciso barómetro para medir las pulsiones del arte, del juicio estético…Determinar objetivamente qué es mejor o peor en cuestión de gustos, pues eso es imposible y muy nazi. Pero me niego a admitir como hace Kant que el juicio estético repose totalmente en la subjetividad, y que es totalmente lícito decir A, que B o que C con la misma legitimidad.
Hay gente con más gusto que otra, hay gente con más sensibilidad que otra, no todos somos iguales. Así que fórmate, fundamenta tus opiniones lo más posible, párate a pensar porque una cosa te gusta más que otra, detente e investiga que es lo que te hace vibrar y por qué… Creo que ese es el camino, el camino de la reflexión personal. Hoy está amenazado, ya que otros ya piensan por ti, especialmente nuestra mejor amiga, la publicidad, pero hay que intertarlo… Y creerme, de gustos hay mucho escrito y muy poco leído.
miércoles, 15 de septiembre de 2010
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