Vivimos en una sociedad es la que cada vez la gente se encasilla en una opinión y el debate se torna agresivo. Hay miles de temas sobre los que hablar, sobre los que comentar, en una actualidad inundada de información las posibilidades de manifestar una u otra opinión se ha puesto al orden del día. Pero se huele un tufo desde hace años donde el posicionamiento cae en encasillamiento. Nos encasillamos en esferas y el que no se sitúe a nuestro lado es un mal vecino. Es cierto que el hombre siempre ha tenido la necesidad de situarse dentro de un grupo social, de una tendencia, de una ideología. Sentirse arropado por el calor de los que piensan como él, de lograr una integración social aceptada, respaldada, guarnecida. Pero desde hace algún tiempo esa acción se ha vuelto totalmente polarizada. El choque que esto provoca es de fuertes proporciones, y provoca un efecto en lo que todo es blanco o negro, no hay más colores. Si te gustan los toros eres un sádico y un tradicionalista, hay de quien ponga en duda el cambio climático (o de si todo lo que nos dicen sobre el mismo es cierto), si eres cristiano eres un dogmático, si soy de izquierdas soy un marxista y de derechas un fascista, si defiendes el aborto Rouco Varela te ha comido el tarro. Si te sientes identificado con tu nacionalidad eres un franquista, si quieres que Turquía entre en la UE eres un inconsciente que no ves que las bombas van a estallarte en la cara porque el islam es en sí mismo una religión para monos... Ideología, cultura, feminismo, problemas geofísicos, políticos, económicos, religiosos... Hay para dar y tomar.
Hay cientos de temas que podría seguir citando, que delimitan y caracterizan el espacio cultural en el que vivimos llenándolos de prejuicios y encasillamientos, donde la confrontación de los mismos se ha vuelto una carnicería y donde finalmente todo acaba siendo blanco o negro. ¿Acaso no existe una amplia gama de colores entre uno y otro? Claro que existe, y lo que me pregunto es por qué no se da.
La respuesta que se me ha venido a la cabeza es clara. Falta formación. El diálogo no se puede dar gratuitamente, la acción comunicativa exige reflexión, conocimiento, análisis, intencionalidad. Un dialogo en desigualdad no es dialogo. Puede ser sofismo, avasallamiento, linchamiento, oídos sordos, sesgamiento... Si la acción comunicativa ya es difícil de por sí, si carece de un espacio abierto para que esta florezca con un mínimo intento de dar frutos, no quiero ni pensar cuando las condiciones del mismo son totalmente defectuosas y constreñidas. Hay demasiados intereses, estrategias, influencias y coacciones para suscitar la transparencia deseable, pero por encima de esto, falta formación, y hay miedo, mucho miedo...
Acostumbrados a que nos digan todo, a creernos todo, a que nos cojan de la mano y nos digan lo que tenemos que hacer. A no leer ni media página semanal de un buen libro, a tomar la televisión como punto de referencia, a las modas y los referentes del famoseo. El español medio es así, se pliega al pensamiento dado, falta reflexión y compromiso, es más fácil así, podemos luego echar las culpas a otro. Mientras, las etiquetas y el enfrentamiento se volverán más sangrientos, más herméticos, en compartimentos estancos con oídos totalmente sordos. Creo firmemente que el problema es la formación, el pensar que la reflexión sobre lo que acontece y suscita nuestro entorno no es tarea nuestra, y se olvida que es una sana costumbre que todos deberíamos tener. Mientras seguiremos tensando la cuerda, esta cederá y desembocará en desastre. La culpa, como siempre, será de otros, porque yo no hice nada.
3 comentarios:
Falta de educación en todas las acepciones de la palabra: cultural y de comportamiento.
Hay una percepción generalizada de que si cambiamos nuestra opinión un palmo hemos sido derrotados.
Por otro lado el entramado sobre el que se sustenta nuestro conocimiento es bastante endeble.
Quejarse y denunciarlo está muy bien, pero quizás haya que buscarse alguna solución a el problema.
Instruir a esos salvajes.
Imploro por un mundo más reflexivo, empezando por el propio.
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