"No debes olvidar que tu madre duerme en el mar de Siberia... Observa bien esto Yoga...
No fue un sueño, ni una ilusión... Te he mostrado la triste realidad...
Tienes que alcanzar la indiferencia absoluta..."
Camus de Acuario.
Camus, uno de los santos de hielo, cuya conversación con Yoga en uno de los templos de Atenas nos deja perlas de un auténtico maestro. Camus es un sabio, un portador de una armadura de oro, tiene experiencia de mundo, ha visto cosas que jamás pensó en ver, y ha oído cosas que otros no habrían entendido, pero él está curtido, ha dedicado largas noches y estaciones a preguntarse por el mundo, por el dolor, por la alegria, la tristeza, por su lugar en el cosmos.
Camus ha sabido penetrar en la profundidad cristalina del hielo, ha preguntado al mundo y el mundo ha respondido. Camus nos recuerda que nuestro apego hacia las cosas y el mundo nos entumece los sentidos, nos abruman con falsas perspectivas y nos esclavizan. Nos recuerda la frecuencia con la que nos atamos a las cosas, con tanta fuerza que perdemos el enfoque sobre nuestra vida. Muchas de nuestras preocupaciones vienen provocadas por ese apego, ese exceso de cercanía con el mundo, y acabamos enfadándonos por motivos que no portan valor, y preocupándonos por condiciones impuestas por la vida, agregando más daño y sufrimiento.
La indiferencia absoluta de la que habla Camus no es apartar la mirada al mundo, sino zambullirnos de lleno, sabiendo que la vida trae cosas buenas y malas sin preguntar, que somos nosotros los que tenemos que acatar sus reglas aunque a veces nos disgusten y nos provoquen desgarro. Para lo bueno y para lo malo el mundo hay que aceptarlo hasta sus últimas consecuencias. Esa es la postura de Camus. La indiferencia absoluta es fruto del desapego por las cosas, no tomándolas como carentes de valor, sino otorgándoles la precisa importancia que requieren.
Se trata de una aceptación de la realidad hasta las últimas consecuencias, no se trata de volvernos una roca frente al mundo, sino que este nos desgarre y nos bañe con su jugo, aprender las reglas del juego y aceptarlas. Una vez digerida y asumida la condición de la vida, vendría la indiferencia absoluta de la que habla el maestro Camus. Es un viaje de retorno, es un salir de uno mismo y diregir todas las condiciones vitales a las que podemos estar expuestos, desde que te deje la novia, hasta que te quedes sin trabajo o te entre un cancer. Las tres posibilidades son jodidas, pero todos sabemos que nos pueden pasar, asumir ese riesgo y tenerlo presente, las posibilidades son todas.... Nunca se podrá acatar la condición vital con total firmeza, eso es obvio, somos humanos al fin y al cabo.
Preocuparse por las cosas que realmente merecen la pena, y ver como nuestro baremo de alegria y tristeza, no baila al son de las estupideces del mundo, sino que reacciona a motivos que verdaderamente nos perturban o nos elevan. No dejarse llevar por el apego, difícil en nuestras sociedades contemporáneas que confunden el ser con el tener.
¿Equilibrio? ¿Paz? ¿Conocimiento de uno mismo? a mi me gusta más, indiferencia absoluta.
Camus eleva su brazo y de su dedo sale un rayo que viaja desde Atenas hasta el fondo del polo Norte destruyendo la tumba de la querida madre de Yoga. Camus saca la vara y azota a su pupilo en la espalda, intentando que vea la luz de la indiferencia absoluta. Es una tarea costosa, no se deja de aprender hasta nuestro último aliento...
Yoga estaba esclavizado de su madre, era un fetiche, era un recuerdo, era la imagen que le hacía avanzar en el arduo camino de su vida, era el amor que había conocido y la razón por la que existia, era su madre. En uno de los muchos caminos que recorre Yoga se encuentra con el maestro Camus, el más alto de los santos de Hielo, un poderoso caballero que conoce los secretos del cosmos, de la vida y del alma. El maestro le explica al alumno que jamás podrá vencerlo, que su vida aferrada al estúpido recuerdo de su madre no hace más que dificultar su camino de caballero. Es el camino de la ligereza, una vez caminado en las sombras uno comienza a ver la luz, la luz de la indiferencia absoluta.
2 comentarios:
acojonante... asumir la vida tal como te es dada... la indiferencia absoluta podría ser el goce epicúreo...see creo que se refleja bien los limites donde los polos convergen...
Gracias ÁLvaro!
Espero que estés bien cuidado por la capital, tengo ganas de veros. Un abrazo Skaven!
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