martes, 21 de diciembre de 2010

Keep in contact with old friends.

Hacía tiempo que no vivía un fin de semana tan intenso, tan cojonudo. Me gustaría que la vida se detuviese en esos instantes, que se provocara un bucle como en una cinta de vídeo, repetición constate del momento deseado. Lo tuvo todo... Me cuesta mucho escribir sobre ello, porque las palabras no me salen, no suscitan el significado deseado. Menuda mierda voy a colgar entonces si seguimos por este camino. Lo que si puedo decir es que fue grande, emotivo, excesivo, no había barreras, se eliminaban en el delicioso tono de la amistad con el otro. Tallada con fuego y hierro, gente que no había podido ver en todo un año se reconstruía en tres minutos.

Tengo una clara resaca emocional, de todas las decisiones que a uno le toca tomar en su vida no hay duda que la elección de mis amigos es claramente mi mejor acierto. Uno no elige el lugar donde nació, ni la época, ni sus padres, hermanos o familia. Viene impuesto por la circunsatncia. En el caso de la amistad el tono es totalmente diferente. La amistad es discriminatoria, no se gana con horas, puedes pasar con la gente del trabajo todo el día y aborrecerlos. Se gana porque se elige, se apuesta, se descubre, se gana porque te inquieta, porque de alguna forma hay algo que te agita y te mueve, que te provoca admiración,  los criterios de elección de tus amigos son son totalmente intransferibles y personales. Ellos me quieren como si de mis hermanos se tratasen, me dan luz, me hacen feliz, me sumergen en una apariencia que transfigura la realidad.  Me gusta llamarles y escuchar sus mensajes en el contestador. Parece que da igual que el mar se electrocute y que te veas inmerso en la marejada, porque a una última ellos se tirarán contigo... Por eso es una apuesta, es un tirarse a la piscina, es un hacer crecer, un ir a más... Aunque ese más implique a veces menos.

El cálido aroma que se respira entre ellos, las conversaciones que suscitan, el acercamiento y la proximidad que existe cuando te cuentan sus proyectos, sus preocupaciones, sus inquietudes, su vida... Demasiado corto ha sido, 48 horas no son suficientes, aunque quizás 96 nos hubieran matado a todos. Faltaron algunos, siempre en la memoria, siempre en nuestra boca. Miraba a la mesa, me veía a mi mismo, veía todo lo que me han aportado para llegar a ser quien soy. La construcción de la identidad nutrida por el otro, alimentada por el trato, por la paciencia, por las broncas, por los éxitos y por las sorpresas. Ahora giro la mirada, veo el recorrido y me siento elevado.

1 comentario:

Kahlo dijo...

Que de acuerdo con todo...siempre lamento tener a mis pilares sustentantes repartidos por la geografia mundial,pero entonces me invade la satisfacción de ver que no podría tener mejores amigos,que no podría estar rodeada de mejores personas y que la distancia ni si quiera hace mella,pq para mi son como familia y cuando se producen esos encuentros parece que no ha pasado el tiempo,que nos hemos visto el dia anterior y me ayudan tanto en mi aprendizaje vital!!!