Al igual que el fascismo, el mensaje publicitario tiene que llegar a todos. Es una educación subliminal, de convencimiento sutil, pero constante. Toda acción de propaganda tiene que ser necesariamente popular y adaptar su nivel intelectual. Intentar explicar es perder eficacia, aquí se coloca la imagen como promesa, la masa no retiene, sencillamente absorbe. Para Ortega la masa son los especialistas, por ignorar tantos temas y saber mucho del suyo propio, son las personas que se extralimitan. Es una cuestión cualitativa no cuantitativa. Los riesgos que se asumen sin control son evidentes. Como muy bien señala Jose Luis Molinuevo: "Estamos ante una ontología de las tecnologías como configuradoras de la realidad. Si a través de ellas acaba siendo patrimonio de las masas, entonces se acabó la realidad”.
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