El mundo no es un paraíso. Todas las promesas y proyectos puestos en la razón han sucumbido en el horror. La racionalidad del hombre ha llegado a su fin, y hemos de reconocer que el mundo que nos habían proyectado no se ha realizado. En un afán de vendernos lo que no se puede alcanzar nos encontramos en la situación crítica de la vida, donde las esperanzas, los deseos y anhelos se hunden en un profundo mar oscuro. Los grandes sistemas filosóficos no nos ayudan a enfrentarnos a esa realidad, la razón no cura el sentimiento, personal, individual e intransferible. Caminamos por un mundo en el que el dolor y el miedo conforma a las personas, si es que antes no las destruye, caminamos en la soledad de un camino que nos lleva inevitablemente hacía la muerte, sin que nosotros podamos hacer nada por evitarlo. Schopenhauer lo expresa muy bien:
“No obstante, y a pesar de todo el sufrimiento de nuestra existencia, nos aferramos a ella y nos estremecemos ante la perspectiva de una muerte que en todo caso ha de llegar; pues le pertenecemos por el hecho de haber nacido, y ella no hace más que jugar con su presa antes de devorarla” .
Ante tal perspectiva uno se empequeñece, se siente arrojado a un mundo que no ha pedido, que le es hostil y le plantea dificultades que no tienen solución, paradojas del destino de la vida. El sufrimiento, la soledad, los miedos, mi persona… Nadie elige nacer, ni tampoco en que época nacer, lo único que podemos hacer es decidir cómo emplear el tiempo que se nos ha dado, en un escenario lleno de crueles durezas donde nuestra capacidad de actuación es sumamente limitada.
El romanticismo negro subraya la experiencia del naufragio, lo ideal se vuelve irreal, y el centro del problema eres tu, tu persona, tu sujeto, la que siente y la que padece. Pero la vida no es generosa, y tampoco sabemos mucho de nosotros mismos “aquello que todo lo conoce y de nada es conocido, es el sujeto” diría Schopenhauer. Cada uno se revela a sí mismo como ese sujeto, pero solo en la medida en que conoce y no en cuanto es objeto de conocimiento. Así entonces presentamos un panorama más bien desolador, lleno de dificultades vitales, donde el sentimiento y la experiencia vital se vuelven los elementos principales de la formación humana. El hombre que busca respuestas, a través de sórdidos caminos, de viajes y experiencias en los que la realidad habla por sí misma y para uno mismo.
Precisamente es en esos momentos donde el hombre acude para acuñar una identidad propia, unificada y sólida. Se sale de la fragilidad en busca de una solidez que lo conforme como tal, uno busca respuestas y para hallarlas tiene que ponerse a caminar. Los grandes discursos sobre el mundo han caído, son inservibles. No podemos hacer caso a Fichte en su cuestión del yo, no podemos hacer caso a Kant para plantearnos preguntas que no podemos responder, no podemos fiarnos de pensamientos globales y de síntesis históricas de tipo hegeliano porque claramente sobrepasa nuestros límites, lo único que nos queda es la experiencia personal, la formación humana de los sentimientos vividos, aunque estos sean dañinos, y aunque nos den lo que no hemos pedido ni elegido, de eso se trata.
El romanticismo negro subraya la experiencia del naufragio, lo ideal se vuelve irreal, y el centro del problema eres tu, tu persona, tu sujeto, la que siente y la que padece. Pero la vida no es generosa, y tampoco sabemos mucho de nosotros mismos “aquello que todo lo conoce y de nada es conocido, es el sujeto” diría Schopenhauer. Cada uno se revela a sí mismo como ese sujeto, pero solo en la medida en que conoce y no en cuanto es objeto de conocimiento. Así entonces presentamos un panorama más bien desolador, lleno de dificultades vitales, donde el sentimiento y la experiencia vital se vuelven los elementos principales de la formación humana. El hombre que busca respuestas, a través de sórdidos caminos, de viajes y experiencias en los que la realidad habla por sí misma y para uno mismo.
Precisamente es en esos momentos donde el hombre acude para acuñar una identidad propia, unificada y sólida. Se sale de la fragilidad en busca de una solidez que lo conforme como tal, uno busca respuestas y para hallarlas tiene que ponerse a caminar. Los grandes discursos sobre el mundo han caído, son inservibles. No podemos hacer caso a Fichte en su cuestión del yo, no podemos hacer caso a Kant para plantearnos preguntas que no podemos responder, no podemos fiarnos de pensamientos globales y de síntesis históricas de tipo hegeliano porque claramente sobrepasa nuestros límites, lo único que nos queda es la experiencia personal, la formación humana de los sentimientos vividos, aunque estos sean dañinos, y aunque nos den lo que no hemos pedido ni elegido, de eso se trata.
Ya sea en una época u otra, el hombre ha vivido bajo este tipo de presiones, ningún ser vivo a engañado a la muerte, morir es condición de todo ser viviente. El relato cambia, las formas son las mismas: la soledad, el miedo, la identidad, la muerte, el dolor, la insatisfacción, el ansia de saber, los límites de mi persona, la creación (si es que existe), el amor, el rechazo, el odio…
Los relatos van mutando, pero los problemas siguen siendo los mismos, el tiempo va pasando y el hombre “progresa”, para vivir y para hacer sufrir, en el fondo estamos como antes. La experiencia estética del viaje, unida de forma directa con los tres romanticismos, sigue la tónica del desenvolvimiento de la persona en el ámbito habitado, el viaje como necesidad vital de crecer y expandirse, de buscar una identidad no dividida ni fracturada, encontrarse a uno mismo en definitiva. Tal aventura no garantiza el éxito, tan fácil es construir como destruir, y cualquiera de estas formas puede acabar con uno. Esta obra contiene un potentísimo nivel de fuerza estética, y una clara relación al tema que tratamos, el viaje, el conocimiento de lo real, el dolor en sí mismo, la naturaleza, la insatisfacción, la imposibilidad de realización en mundo así, la soledad, el nihilismo…La persona. Toda esta corriente está relacionada y constituye el sustrato de muchas de las estéticas tecnológicas del siglo XX y XXI, el legado de Schiller, Goethe, Novallis y muchos otros es de tal riqueza que su alcance perdura en las estéticas contemporáneas.
5 comentarios:
Las horas de WOW no afectan tu lucidez. Sigue escribiendo chechu.Esto es buueennnooo!!!
El wow es tan real como deayunar o lavarse los dientes, no es un mundo aparte, porque está en este mundo, y yo habito en él, see, la comunidad real con software digital
en tu texto hay referentes Gandalfianos, pero negativos. El mago gris dijo "somos dueños del tiempo que se nos ha otorgado" pero tu planteas eso como una maldición, como el principal problema. Quizás la anestesia moral sea nuestro mecanismo de defensa para evitar lo que nos rodea. Como el lobo que ignora lo atroz de sus acciones pero que cuando hunde sus colmillos en carne es como si los estuviese hundiendo en su propio cuello. Pero es su naturaleza.
Todos deberiamos ser un poco samurais, no te falta razon en lo que dices, me ha gustado!
Ponernos siempre en el centro nos limita.
Tenemos que vivir por y para algo más que nosotros mismos, está en nuestra naturaleza. Hay que aprenderlo y asumirlo.
Históricamente es cierto que cuando dejamos de vivir por y para los dioses,en la modernidad,se alcanzó un cierto progreso (de cuya renta seguimos viviendo). Pero no es menos cierto que el sueño (y me refiero a sueño como anhelo) de la razón produjo tremendos monstruos. Tan inhumanos... irónico pensando que la razón es lo que nos distingue como humanos.
Desde luego no nos podemos limitar a la razón. Razón y sólo razon nos reduce, nos limita y nos deshumaniza.
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