Te levantas un martes cualquiera, y te dicen que un amigo tuyo se ha suicidado. Te quedas frío, te quedas helado. Ya no está entre nosotros, de repente se esfuma, desaparece, dejando tras de sí un montón de interrogantes abiertos, la mayoría sin posible respuesta. Tu distancia con el mundo se acorta, vuelves a tener los pies en la tierra.
Llevabas viviendo en Matrix desde la última que vez que un hecho te dejó verdaderamente consternado, posiblemente también relacionado con la muerte, qué curioso. Uno con el tiempo vuelve a despegar los pies del suelo, cada día que pasa, cada semana, hasta volver al estar en nuestro Matrix particular. Es increíble que pese al cúmulo de experiencias, uno se vea arrastrado a la situación descrita, nos anestesiamos, nos dormimos en la cuna del ego hasta que el huevo vuelve a romperse, y nos cuestionamos todo desde un punto de vista mas serio, mas sincero y también más arraigado.
Anestesia, despierta, anestesia, despierta, anestesia, despierta...
No digo que haya que plantearse todo desde una perspectiva trascendental, es imposible y aburrido. Pero de ahí a volver al sueño profundo es algo que me raya, me produce confusión, e incluso un poco de desprecio hacia mí mismo. Ahora que lo pienso, es una deficiencia personal, una falta de madurez, de perspectiva con la realidad, ceguera.
1 comentario:
considera la posibilidad contraria: el mundo real es el ether de la anestesia y el mundo soñado son esos pequeños momentos de brusco despertar.
¿Por qué ocurren esas pesadillas en nuestra vida anodina? Para generar una falsa sensación de vida evitando que nos perdamos en la nada.
O yo que sé.
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