El trabajo ha acompañado al hombre desde que tiene memoria. Es condición indispensable de todo ser. Ningún ser vivo sobrevive sin interactuar de una forma específica con el medio que garantice su supervivencia. Los animales buscan agua y buenos pastos, o zonas de próspera caza, o lugares donde poder cobijarse del frío o las inclemencias del clima. Rutas migratorias, adaptación al entorno... En el caso del hombre podemos pensar que en un pasado así fue, pero cuando nuestra óptica se torna en las sociedades contemporáneas el entramado es mucho más complejo.
Uno nace en el seno de la cultura occidental, y desde pequeño desarrolla mecanismos de aprendizaje, unos tienen que ver con el aspecto natural (ritmos alimenticios, aprender a llevar una buena higiene...) y otros son de corte cultural. Desde temprana edad nos llevan a la guardería, después al colegio donde aprendemos lo básico, más tarde aparece el instituto que nos abre las puertas a estudios más complejos, le sigue la universidad donde nos especializamos en materias con la finalidad de ganarnos la vida y poder aportar conocimientos a nuestra sociedad. Desde la infancia se proyectan unos valores y pautas sociales de un desarrollo que todos deberíamos seguir, una oportunidad para entrar en el mundo adulto con la cabeza bien alta. Tras veintitantos años de preparación e inculcación de conocimiento uno sale al gran circo de la vida, lleno de herramientas de supervivencia para el sistema del que hemos amamantado. Pero ocurre algo muy curioso que desemboca en una total frustración, una profunda sensación de que nos han engañado, de que las cosas no funcionan tal y como nos habían enseñado. Es el nihilismo que Zaratustra profetizó, el distanciamiento de los valores y la pérdida de referencia en un mundo que creíamos conquistado, donde el avance y la productividad es lo que importa a cualquier precio, aunque ese precio sea nosotros mismos.
Nos encontramos con una competitividad exacerbada, irritante, donde los trabajos no están acorde a nuestra cualificación ni espectativas, donde las ideas implantadas en la universidad sobre lo que debería ser nuestra función social se desmoronan, donde los jefes y ejecutivos nos tratan como oficinistas e infravaloran nuestras capacidades. Donde el funcionamiento de las esferas laborales contradicen toda la serie de valores que nos han impreso, donde la persona se hunde, se deprime ante la velocidad en que se desarrolla los acontecimientos, donde la dimensión profesional se vuelve una carga, y el miedo y la parálisis a quedar fuera del juego se apodera de la esfera personal. Donde el autoengaño y la robotización de la vida desemboca en tristeza e impotencia. Donde el éxito profesional no está de ningún modo vinculado a la felicidad, donde el estrés y el cansancio salen a flote y uno se pregunta si ese es el verdadero precio que hay que soportar para alcanzar la felicidad. Largas jornadas laborales de un trabajo poco reconocido y que poco tiene que ver con ser útil a los demás, pérdida de confianza en unos jefes que contradicen los valores iniciales que proyecta una empresa. Un entorno donde los propósitos e ideas se desmoronan en una gran rueda que nos ha llevado a unos indices de depresión, de frustración personal y falta de esperanza en los que nunca esperamos vernos sumergidos. Millones de "Masters" que prometen lanzarte a la arena para cumplir unos objetivos solidarios y necesarios para luego hundirte en el fango de una situación que no se sostiene.
En un ambiente así, la búsqueda de la felicidad tiene que verse despojada del miedo, de no concedernos el lujo de vivir como otros desean que vivamos, de no ceder ante lo dado, lo impuesto, de reflexionar sobre lo que uno quiere, apartando la mirada de la razón técnica y científica que rigen los parámetros culturales del momento, olvidando otras esferas del ser humano que necesitan enriquecerse con la misma fuerza. El hombre no busca sólo sobrevivir, el hombre busca la felicidad, empresa ardua en cualquier época y momento y tiene que ir acompañada de un trabajo, de un hacer, que recupere la pasión adormecida. Trabajar para cubrir las necesidades reales, desenmascarando las que no lo son. No hay nada irreversible, nunca es tarde para preguntarse y atreverse a cambiar, nadie dijo que sea fácil, pero uno nunca será feliz si no ama lo que hace.
5 comentarios:
Y COMERAS EL PAN CON EL SUDOR DE TU FRENTE.
Que otra explicación a esto que el castigo divino.....
Me alegro de verte por aquí caballero...
no hay nada más frustrante que dedicar 10 horas de tu día a una tarea que para ti significa nada.
En mi caso cuanto más me hundo en el fango de la comunicación profesional, más me alejo de aquello para lo que me siento capacitado.
Y lo peor no es el trabajo, sino el miedo a romper el molde e intentarlo por tu cuenta. Desde pequeños nos inculcan miedo a lo que hay fuera del raíl. Miedo a ser uno. Miedo a ser yo.
Me considero afín a la la clásica sentencia de " El trabajo dignifica", aunque preferiría decir que enriquece.
Desde luego que es vital que en tu trabajo se cual sea se den factores motivantes, ciertos objetivos que al lograrlos te aporten satisfacción-dicha-felicidad.
¿y si la consecución de los objetivos que me plantea mi trabajo no me motivan lo más mínimo? Búscate un trabajo nuevo ya, por el camino, sigue con el que tienes.
Hay que ser pacientes ya que somos jóvenes, pero nunca conformistas. Y especialmente tener claro que la hora de actuar se ve en el horizonte. Señores, cada uno de nosotros tenemos en nuestras privilegiadas cabecitas ideas sobre que es lo que más realización personal nos proporcionaría. Hay un periodo en el que más energía y potencial podemos albergar cual pepita del big-bang dentro de nosotros, y es en el que nos encontramos. No hay que ponerse drásticos ni románticos. No es necesario saltar al vacío ni apostar hasta los calzones para lograr dar forma a esas ideas. Me arrimo más al hecho de sudar sangre para alcanzar lo que quieres (no pain, no gain)
¿Qué muchísima gente no lo consigue?Por supuesto. Pero nadie les quitará el contento de sí mismos por intentarlo. ¿y no hablábamos de felicidad?
Me considero afín a la la clásica sentencia de " El trabajo dignifica", aunque preferiría decir que enriquece.
Desde luego que es vital que en tu trabajo se cual sea se den factores motivantes, ciertos objetivos que al lograrlos te aporten satisfacción-dicha-felicidad.
¿y si la consecución de los objetivos que me plantea mi trabajo no me motivan lo más mínimo? Búscate un trabajo nuevo ya, por el camino, sigue con el que tienes.
Hay que ser pacientes ya que somos jóvenes, pero nunca conformistas. Y especialmente tener claro que la hora de actuar se ve en el horizonte. Señores, cada uno de nosotros tenemos en nuestras privilegiadas cabecitas ideas sobre que es lo que más realización personal nos proporcionaría. Hay un periodo en el que más energía y potencial podemos albergar cual pepita del big-bang dentro de nosotros, y es en el que nos encontramos. No hay que ponerse drásticos ni románticos. No es necesario saltar al vacío ni apostar hasta los calzones para lograr dar forma a esas ideas. Me arrimo más al hecho de sudar sangre para alcanzar lo que quieres (no pain, no gain)
¿Qué muchísima gente no lo consigue?Por supuesto. Pero nadie les quitará el contento de sí mismos por intentarlo. ¿y no hablábamos de felicidad?
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