A lo largo del siglo XVIII se gestó la idea de que la razón conduciría a los hombres a un estado de paz, de comprensión, hermanamiento, avance y progreso. La luz de la razón sería el faro iluminador que sacaría al hombre de sus miserias, de sus disputas, de su pobreza y de toda carencia notable, promulgada por los intereses egoístas que mueven la condición humana. Bajo este bonito rótulo de racionalidad, se primó el conocimiento científico técnico, con la esperanzadora promesa de que el día de mañana todo sería más fácil y más bello. Tres siglos más tarde, lo único que ha quedado patente es, que somos capaces de destruir con mayor potencia y precisión que en ninguna época histórica pasada. Que somos capaces de investigar líneas tecnológicas para satisfacer el ocio de las poblaciones occidentales, pese a que más de la mitad de los habitantes del planeta Tierra, luchan con todas sus fuerzas para llegar a fin del día. También hemos desarrollado unos sofisticados mecanismos para aniquilar los recursos planetarios, en un constante derroche que marca nuestro ritmo de vida, a costa de hurtar e impedir que otros tengan la mínima posibilidad de satisfacer las necesidades mínimas para una vida digna. Es evidente que Occidente está en crisis (entiendo por occidente los mal nombrados "países desarrollados"), Occidente está fatigado, Occidente está hundido.
El modelo racional sobre el que ha intentado elevar sus bases es un auténtico fracaso. Cabría una voz crítica que me enumerara cientos de avances significativos. Posiblemente estaría de su lado, pero le preguntaría quién tiene acceso a dichos progresos, si su necesidad es de primer orden, y el coste que ha supuesto llegar a ese punto. Esta claro que no hemos sido capaces de cumplir prácticamente ninguna de las promesas sobre las que nuestra cultura ha crecido. A esto cabe añadir que nos estamos hundiendo en un espeso fango, donde late una profunda crisis espiritual y humana que algunos autores denominan nihilismo. Yo me pregunto, ¿qué ha sucedido para llegar a estar en este estado?. Pues bien, creo que es imposible hacer un análisis certero capaz de responder a esa pregunta en una entrada de blog, y que mi cabeza tampoco está capacitada para ello, demasiado enredo, demasiados intereses y estrategias, demasiados cambios y factores en la compleja sociedad en la que vivimos.
Yo no tengo la receta, quizás ni siquiera sé lo que quiero, pero algo tengo claro, y es que sé lo que no quiero.Como primer apunte dejaré unas pinceladas sobre un asunto que los gobernantes tratan actualmente en nuestro país, la educación. A los políticos no les interesa que gocemos de buena formación, con ella nos rebelaríamos contra su mediocridad y su desfachatez, les exigiríamos en buen grado aquella tarea que nunca realizan, y en ese sentido ellos temerían al pueblo y les incomodaría nuestras exigencias. A ellos les molesta que leas, que tengas criterio propio, que reflexiones los asuntos, que te preocupes por lo que te rodea, en definitiva, que ejerzas tu condición de ciudadano. Creo que este paso es indispensable para provocar un despertar en la conciencia, que deje al desnudo el cinismo y la hipocresía con la que nos alienan. Pese a conseguir una buena educación, todavía quedaría mucho por recorrer, sólo sería un primer paso, aunque bastante importante, así que un primer consejo es decirte, fórmate, lee, se valiente.
Tengo una visión bastante pesimista del momento presente, que yo calificaría de realista, pero no soy un llorón. Pienso que el hombre cuando concentra sus esfuerzos en un asunto suele salir bastante airoso, la cuestión es ponerse manos a la obra en las líneas de trabajo adecuadas. Eso no sucederá hasta que no salgamos de la caverna, hasta que no se suscite un cambio reflexivo, que desvele que nuestro modo de ser "occidental", y su aceptación de la vida a grandes rasgos es una auténtica estafa, un engaño, una impiedad y una forma de esclavitud refinada.
lunes, 26 de abril de 2010
Cuando la salud se convierte en negocio.
Decía A. Huxley que la medicina ha avanzado tanto que ya nadie esta sano. Y no le falta razón, ya que los cuadros clínicos del presente son tremendamente amplios. Cada día aparecen nuevas enfermadades, nuevas carencias en nuestro cuerpo, nuevos métodos, nuevos descubrimientos... ¿Pero hasta qué punto son ciertos? La mayoría de las ocasiones, ayudados por los medios de comunicación que cobran fuertes primas por alarmar a la opinión pública, son totalmente falsos. La gripe A obligó a gobiernos a gastarse millones y millones para lo que algunos científicos denominaron la primera pandemia del siglo XXI. Curiosamente la definición de "pandemia" fue modificada por un grupo de expertos que trabajaba para la empresa farmaceutica que desarrollaba el fármaco. Surgió en Méjico, con unos cuantos miles de afectados, acontecimiento grave, pero no tan grave como otro tipo de enfermedades o de gripes predecesoras que campaban por el planeta. Y es que cuando se trata de la salud es muy fácil incomodar a la población. El miedo se vuelve elemento paralizante, abarcador de nuestros actos, manipulación en estado puro. Lo mismo sucedió con el tema del Antrax, se eleva la alerta por ataque químico, un país como Estados Unidos pide 300 millones de vacunas al laboratorio amigo del presidente y ahí se queda. Por supuesto, todo ello lo pagamos nosotros, en este caso los ciudadanos de dicho país, en nuestro caso, España pidió 10 millones de vacunas contra la gripe A y sólo hemos utilizado 10.000.
En 1998 apareció el "Sindrome Sisí", afectaba a las personas que afrontaban la vida con optimismo y energía, tuvieron que pasar seis meses para desvelar que se trataba de otra estafa, pero aterroriza pensar los nuevos cuadros clínicos, en los que cualquier cosa es ya enfermedad. Relata el alcance del poder de unos medios que tratan de inquietar a la población para obtener beneficios millonarios, anestesiarnos con un determinado modo de vida, e introducirse en la esfera personal para colocar un potente cartucho de dinamita. Hay decenas de enfermedades que cuestan la vida de las personas y no interesa investigar, o las patentes de la industria son demasiado caras como para que alcancen a sus necesitados. Así es la medicina del siglo XXI, así son sus intereses y así son sus afectados. Yo seguiré escuchando mi Rosa de los Vientos esperando ser humano, demasiado humano.
lunes, 19 de abril de 2010
Lenguaje y realidad.
El lenguaje es el vehículo con el que nos comunicamos. A través de la palabra somos capaces de expresarnos, de trasmitir nuestros pensamientos, de tender un puente hacia el otro, de poder encasillar una realidad y verbalizarla para escapar de la esfera del yo. Su funcionamiento está fuera de toda duda, sino no estaría escribiendo esta entrada, es esencial y necesario para definir la condición humana. ¿Pero hasta dónde llega el poder del lenguaje? Si profundizamos en la cuestión veremos que el lenguaje tiene un límite, que en ocasiones nos faltan palabras para relatar lo que a uno le puede acontecer en un momento o situación. Hay muchos elementos que pueden producir "ruido"en la acción comunicativa, pero no voy a detenerme en este asunto.
Hoy quería sacar a la luz el problema de los conceptos. ¿Qué es amar?¿Qué es ser feliz? ¿Qué es el arte? ¿Qué son las cosas? ¿Qué es la ciencia? ¿Qué es la tristeza? ¿Qué es la envidia? ¿Qué es la generosidad? Podemos atribuir una montaña de palabras para explicar todo lo nombrado, y aún así no sabremos de qué estamos hablando, como mucho nombraremos propiedades, sentimientos de lo expresado, pero no daremos en el clavo... Lo que sucede aquí no es un problema del lenguaje en sí, sino que nos creemos las cosas que nombramos. La palabra no es tan capaz de encerrar las vivencias, y el concepto constriñe a la vida dejando siempre algo fuera de sí. El amor no existe más que en la forma en que tú la vives, la felicidad no existe más que en la forma en que tú la vives, y lo mismo sucede con la amistad, la afinidad y una lista que no encontraría fin. A la ciencia le pasa mucho más de lo mismo, la velocidad en sí no existe, tampoco el concepto de gravedad, aceleración, electricidad... Es cierto que somos capaces de enviar cohetes a la luna y de poner satélites en órbita, no quiero renegar de todos los logros que nos ha propiciado dicho conocimiento. Lo que intento poner de relieve es que aceptamos una realidad y asimilamos unos conceptos como medio para nuestro funcionamiento rutinario, pero más allá de eso no hay más que "nomos" o "logos", es decir, palabra. La cuestión se discutió durante casi cinco siglos en la edad media, ¿Son las cosas reales o simples nombres?
Desde mi punto de vista la realidad es vivida, pero la nombramos sin que guarde una esencia de lo que en realidad creemos que es. No hay un orden que respalde todo aquello que nombramos, son simples concatenaciones de unos conceptos con los que hemos crecido y plantado la raíz en el mundo. No intento defender una postura solipsista, en la que el individuo queda relegado a su esfera, si que abogo por un perspectivismo, una ranura por el que vemos las cosas desde la condición humana (personal), sin olvidar nunca que esa es una condición que no permite ir más allá. Cuando me pregunto si amo a mi novia no tardaré en responder claramente con un si, pero ese concepto de amar tiene raíz en la vida, en mi vida y mi trato con ella a través de la misma. Será diferente al amor que sintieron mis padres o al que puede sentir un amigo con su pareja. Podré identificar a qué se refiere, pero el concepto, la definición, el simple "amar" del que me habla es en sí un total desconocido para mi. Esta postura ataca directamente a una infinidad de temas, no es fácil percatarse de su alcance hasta que uno es capaz de masticarlo. Sin duda alguna este es un esbozo de una idea que vengo semanas dándole vueltas, la cuestión del "lenguaje y realidad". Creo que esta entrada la volveré a escribir una, dos, tres veces o las que haga falta, pero he intentado dejar un rastro de lo que ahora mismo acontece en mi cabeza, y que de una forma u otra, a logrado inquietarme con fuerza desde hace una temporada, pese a que cada día mute, se reformule y brote un motivo que calme mis dudas, ese es el camino que ahora me inquieta, saber que clase de puente se dibuja entre el lenguaje y la realidad.
Hoy quería sacar a la luz el problema de los conceptos. ¿Qué es amar?¿Qué es ser feliz? ¿Qué es el arte? ¿Qué son las cosas? ¿Qué es la ciencia? ¿Qué es la tristeza? ¿Qué es la envidia? ¿Qué es la generosidad? Podemos atribuir una montaña de palabras para explicar todo lo nombrado, y aún así no sabremos de qué estamos hablando, como mucho nombraremos propiedades, sentimientos de lo expresado, pero no daremos en el clavo... Lo que sucede aquí no es un problema del lenguaje en sí, sino que nos creemos las cosas que nombramos. La palabra no es tan capaz de encerrar las vivencias, y el concepto constriñe a la vida dejando siempre algo fuera de sí. El amor no existe más que en la forma en que tú la vives, la felicidad no existe más que en la forma en que tú la vives, y lo mismo sucede con la amistad, la afinidad y una lista que no encontraría fin. A la ciencia le pasa mucho más de lo mismo, la velocidad en sí no existe, tampoco el concepto de gravedad, aceleración, electricidad... Es cierto que somos capaces de enviar cohetes a la luna y de poner satélites en órbita, no quiero renegar de todos los logros que nos ha propiciado dicho conocimiento. Lo que intento poner de relieve es que aceptamos una realidad y asimilamos unos conceptos como medio para nuestro funcionamiento rutinario, pero más allá de eso no hay más que "nomos" o "logos", es decir, palabra. La cuestión se discutió durante casi cinco siglos en la edad media, ¿Son las cosas reales o simples nombres?
Desde mi punto de vista la realidad es vivida, pero la nombramos sin que guarde una esencia de lo que en realidad creemos que es. No hay un orden que respalde todo aquello que nombramos, son simples concatenaciones de unos conceptos con los que hemos crecido y plantado la raíz en el mundo. No intento defender una postura solipsista, en la que el individuo queda relegado a su esfera, si que abogo por un perspectivismo, una ranura por el que vemos las cosas desde la condición humana (personal), sin olvidar nunca que esa es una condición que no permite ir más allá. Cuando me pregunto si amo a mi novia no tardaré en responder claramente con un si, pero ese concepto de amar tiene raíz en la vida, en mi vida y mi trato con ella a través de la misma. Será diferente al amor que sintieron mis padres o al que puede sentir un amigo con su pareja. Podré identificar a qué se refiere, pero el concepto, la definición, el simple "amar" del que me habla es en sí un total desconocido para mi. Esta postura ataca directamente a una infinidad de temas, no es fácil percatarse de su alcance hasta que uno es capaz de masticarlo. Sin duda alguna este es un esbozo de una idea que vengo semanas dándole vueltas, la cuestión del "lenguaje y realidad". Creo que esta entrada la volveré a escribir una, dos, tres veces o las que haga falta, pero he intentado dejar un rastro de lo que ahora mismo acontece en mi cabeza, y que de una forma u otra, a logrado inquietarme con fuerza desde hace una temporada, pese a que cada día mute, se reformule y brote un motivo que calme mis dudas, ese es el camino que ahora me inquieta, saber que clase de puente se dibuja entre el lenguaje y la realidad.
jueves, 8 de abril de 2010
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