Esta breve entrada, versa principalmente sobre la compleja obra nietzscheana "El nacimimiento de la tragedia". No pretendo hacer un profundo estudio sobre la misma, sino mostrar algunos de sus aspectos más importantes en un lenguaje inteligible para los que no están habituados a las intempestivas obras de Nietzsche.
Podemos decir sin duda alguna que para Nietzsche la música se encuentra en el pedestal más alto de las artes, para él expresaba lo más íntimo del ser, lo que no puede ser hablado, ni dicho, lo que está mas allá de las conceptualizaciones y esquemas, la música se expresa de otro modo que ni siquiera el lenguaje puede poner de manifiesto, juega de diferente forma que el resto de las artes, nos habla del fondo mismo de la existencia y de la vida como ningún otro arte es capaz de hacer.
Ya en sus primeras obras tomó la mano de la música y las artes, en el "El nacimiento de la tragedia" tuvo el altísimo propósito de ofrecer toda una cosmovisión por medio de figuras y simbolismos que resultaría sumamente difícil de comprender. Trata sobre el origen de la tragedia, pero lo que en realidad añade y perfila es una existencia humana de la mano de las artes que abarquen la totalidad de la vida, y lo hace a través de simbolismos y un mundo de figuras mitológicas incisivamente claras. Así las artes se convierten en la matriz de su pensamiento para la vida, situando la música como la máxima expresión de la misma. Las dos figuras principales sobre las que pivotará su obra son Apolo y Dioniso. A través de ellas simboliza las fuerzas esenciales de la existencia y la naturaleza. Nietzsche al igual que otros, consideraba a Dioniso como sangre extranjera en el Olimpo. ¿Por qué los griegos colocarían a este dios en el mismo altar que al resto?. Nietzsche cree adivinar el motivo. Cuando los griegos conocieron a Dioniso estos se aterraron. Hallaron en él la voluptuosidad, el irrefrenable impulso de las fuerzas bárbaras, un dios sin límites, cruel, el carnívoro de los actos humanos más temibles y profundos que no ponen ningún freno a los actos, lo irracional, el desencadenador de las tareas más instintivas y bestiales que podían llevar a cabo los hombres. Los bárbaros adoraban a este dios de la naturaleza y las fuerzas salvajes, y el horror griego ante este dios era, que en el fondo de su corazón y de su pensamiento se veían hermanados con esos bárbaros, de intuir que ese salvajismo habita en todos y cada uno de los seres humanos. Era algo que causaba pavor a los griegos.
Para conseguir manejar este terror los griegos conciliaron una especie de matrimonio entre Dioniso y Apolo. Apolo representa la luz, la mesura, lo equilibrado, la contención de los apetitos... Vieron el él la figura perfecta para dominar el lado oscuro y temible que encierra lo profundo de nuestro ser. Con esta unión quedan simbolizadas las dos potencias artísticas que brotan de la naturaleza misma. Dioniso es despojado de sus armas más dañinas por Apolo y le arrebata su aspecto más salvaje, por ello, Nietzsche insiste en que "hay un abismo que separa a los griegos dionisiacos de los bárbaros dionisiacos." Si durante un principio este dios era el encargado de desatar las fuerzas más terríbles y profundas que hollan nuestra naturaleza salvaje, para los griegos, siempre de la mano de Apolo, quedará cristalizado en las posibilidades transfiguradoras de la fuerza vital del ser humano. Para el griego, Dioniso no podrá vivir sin Apolo ni Apolo podrá vivir sin Dioniso. El mundo dionisiaco que quedará para los griegos es más cercano a la embriaguez, a la sexualidad, a lo instintivo y creativo, a lo irracional y la potencia creadora. Mientras que el mundo apolineo simbolizará la mesura, el orden , la armonía, el sueño, la distancia, el velo... El lado dionisiaco quedará para el griego como la llegada de la primavera, el olvido de los límites individuales bajo el influjo de la magia dionisiaca.
Dioniso es también para Nietzsche lo "Uno primordial", que representa la unidad y la totalidad del ser, surge la armonía universal y la fusión con la naturaleza que yacía olvidada. Cercano a la voluntad de la que hablaba Schopenhauer, el en sí del mundo. La fuerza de la vida que el traduciría en dolor y sobre la que fundaba su metafísica, Nietzsche lo tomará como principio estético, ya que esa voluntad se podrá superar como voluntad creadora, aunque Dioniso, como símbolo que es del fondo vital, no dejará de tener un lado oscuro.
La cultura griega que siempre aparece ante nuestros ojos como una cultura luminosa, artística y bella, encierra un misterio que Nietzsche se esfuerza en desvelar y busca en sus cimientos para explicar de dónde surge, y lo que encuentra en el fondo de tanta belleza y armonía es el inmenso dolor de la vida. Los griegos conocian muy bien las penurias de la vida, los padeceres de un hombre arrojado a la existencia sin explicación alguna. Estos horrores propios de la existencia se ponen en boca de Sileno, que acompaña a Dioniso. Sileno representa el pesimismo más radical y acompaña al dios allá donde va. Nos recuerda la caducidad de la vida, el sufrimiento del mundo, el padecer en la existencia, la enfermedad, el abandono, nuestra insignificante finitud y en definitiva, nos enseña que la existencia es algo insoportable y llena de sinsentido, mejor no haber nacido o suicidarnos.
Pero precisamente ante esa sabiduría divina se levanta la propuesta nietzscheana: los griegos superaron ese pesimismo. Ese pesimismo puede ser superado, pero para ello debemos comenzar en no negar ese fondo de dolor y sinsentido, por medio de la experiencia dionisiaca remitida lo Uno primordial. Dicho de otro modo, dominar el sinsentido de la experiencia vital pasa por bucear en la experiencia dionisíaca, que enmarca el sentido más obvio de la naturaleza, pasa por no negar el dolor y las miserias del mundo que acontece a todo hombre a lo largo de su vida, pasa por aceptar sin reparos que el mundo es cruel e indomable, que el sufrimiento y la penuria forman parte del mismo sedimento de la existencia, pasa por aceptar el mundo tal y como es, sin fragmentaciones ni parcelas amoldadas a nuestro gusto personal. Este punto es el más peligroso de la voluntad, "el peligro supremo" señala Nietzsche, el lugar donde el camino se hace más estrecho a las orillas del precipicio. Desde aquí el abismo tiende a mostrarse insalvable, infranqueable, hasta a los espíritus más fuertes, nos encontramos rozando el nihilismo pasivo para caer en sus temibles garras.
Pero todo esto que parece tan extravagante y pesado (que nos enfoca al discurso de Sileno) es lo que precisamente nos remite a la experiencia artística o a la experiencia musical. A Dioniso le acompañaba un coro de machos cabríos que cantaba, aunque el origen de la palabra tragedia no está del todo claro, la visión más aceptada es la que proviene del griego, tragos "macho cabrío" y adein "cantar". Siguiendo la música del coro que acompañaba a Dioniso no es sorprendente que Nietzsche entienda la música como el arte supremo de la experiencia dionisiaca. Con Dioniso de la mano de Apolo transfiguramos esas temibles fuerzas que gritaba Sileno, esas fuerzas que se vierten sobre nosotros con inusitada violencia, y es a través del arte y la ilusión como podemos elevarnos de oscuridad que nos rodea. La voluntad schopenhauriana trasmitida en dolor se transforma aquí en principio estético de voluntad de poder, de voluntad de crear. La ilusión y el arte aparecen como salvadores de las injurias e injusticias de la condición humana. No hablo de ilusión como imagen falsa o fugaz. Cuando Nietzsche habla de ilusión se refiere a las formas o modos de vida creados para afrontar el dolor de la vida y su sinsentido. "Artista" es aquel capaz de crear ilusiones bellas al transformar el dolor de la vida en representaciones con las que es factible vivir. El artista asimila lo Uno primordial y lo imita, pero es capaz de embellecer lo que toca, de crear una vía salvífica a través de las ilusiones. Cada persona buscará sus propios métodos, su propio arte frente al Uno primordial. Tenemos que luchar y actuar, crear ilusiones nobles, que son las que se no se olvidan del espíritu dionisíaco del mundo, sino que sabiendo del telón de fondo que subyace la existencia es capaz de hacerla bella y soportable. Por el contrario las ilusiones vulgares son las que niegan u ocultan ese fondo vital, frente a estas, las ilusiones nobles son aquellas que son capaces de propiciar en el individuo experiencia originarias, experiencias dionisíacas como lo hacen el arte y la tragedia. Desvelar la verdad dionisíaca de la vida transfigurada en en belleza y creatividad, que ahora camina con Apolo. La experiencia apolínea nos propicia un velo, nos permite guardar una distancia necesaria. No podemos vivir exclusivamente de experiencias dionisíacas pues entonces sería mejor perecer.
4 comentarios:
me parece muy ofensiva la frase de Nietzsche sobre las personas que desprecian la música. De hecho eso me ha hecho perder interés por el artículo. Los talibanismo culturales son el pecado mayor del mundo artístico.
Personalmente encuentro más placentero una buena página escrita que un minuto de música.
No me extraña nada que te revuelva tanto algunas de sus afirmaciones, si hay algo que hace Nietzsche en muchos de sus escritos es despreciar. Desprecia y encima se jacta de su desprecio. Escribe con mucha sangre, con mucha ira, y eso ofende en ocasiones. De ahí que sea un autor polémico, odiado por muchísimos. Nietzsche no resulta nunca indiferente.
Por otro lado él expresa una opinión personal, no desprecia ni la literatura, ni la escultura, ni la pintura...ÉL era ante todo escritor, pero claro, tomaba la música como las más alta de las artes, y como no sabe expresar las cosas con moderación, de ahí que su frase sobre la música te irrite y te agite.
probablemente Nietzsche se refería a la ópera y la sinfónica y nunca tuvo ocasión de escuchar el reggeton..... seguro que cambiaría de opinión!!!
PD: El arte más grande es el alquimismo, aplicado las otras artes: óperas, videojuegos y cine son artes alquímicas en si mismas. En cambio la literatura es un arte de ofebrería, como la pintura y la escultura. Digo yo.
Nietzsche aboga por el arte y la estética como medios para embellecer la existencia. Su estilo y prosa son muy duras, muy descalificadoras, pero es el arte y la creación la que conduce a la excelencia.
Evidentemente los videojuegos no los conocía, y ya sabes que el primero que defiende un videojuego como arte soy yo (risas). Acuérdate de mi apología del videojuego. Indiferentemente de la clasificación de las artes, estas deben de ser el camino, que nos guíen a amar la vida con toda la fuerza posible
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