jueves, 20 de febrero de 2014

Ojos que no ven corazón que no siente, ¡y una mierda!


 Se suele decir que ojos que no ven corazón que no siente. Por lo general se atribuye al ámbito del amor, donde una persona que ignora un hecho (por norma general, de dudosa moralidad) se le otorga el privilegio de no ahondarle en sufrimiento. Esa es una de las grandes mentiras que campan a nuestras anchas en nuestras súper sociedades civilizadas. La realidad es que el enunciado es también atribuible a otros campos a parte del ámbito amoroso, casi diría yo, a la totalidad de los actos humanos.

 Pongamos un ejemplo: si cada vez que llegas a la puerta de la oficina en la que trabajas, te encontrases un niño pasando frío o mal nutrido te llevarías un puñetazo en el estómago, siempre que preserves una sensibilidad mayor a la de un taco de madera. El compromiso ético emerge con mucha más fuerza y sentido, se vuelve casi imperativo actuar. La inmediatez de tener frente a tus narices el sufrimiento del prójimo provoca una jaqueca notable, en directa proporción al sufrimiento que entra por tus ojos.

 Lo que sucede es que es más fácil apartar la mirada de los problemas cuando uno no los tiene delante, pero eso no significa que el corazón deje de sentir. Si cada vez que uno de nuestros políticos de pacotilla observasen en primer plano, las consecuencias de sus desastrosa gestión, o los banqueros tuviesen que vivir de primera mano la tragedia de una familia desahuciada, el tono del canto sería otro. Parece que la ética, si es en diferido, no pesa en el corazón, pero vaya si pesa. Seguimos empeñados en que este es el siglo de las comunicaciones, que el mundo se ha vuelto realmente más pequeño y que todo está interconectado. Pero yo sólo veo que se globalicen las economías del globo y no los derechos de los habitantes del mismo. Globalización de las economías frente a la desglobalización de la humanidad, gran negocio.

 Nosotros en nuestras cavernas 3.0 como describe Platón, sólo que en vez de sombras vemos pixels en diferentes pantallitas. Comentamos las malas noticias y nos apenamos, pero la distancia diluye nuestra responsabilidad.  No pasa nada, es normal, estamos educados para ello, ver que los demás padecen hacen sentir que lo que uno tiene es más valioso, forma parte de la programación diaria, es el plan según lo previsto.  Es el control de nuestros pequeños mundos, moldeables y operables como lo son unas tetas o conducir un súper coche, al igual que lo son las masas. Son cosas que desde pequeños nos enseñan a que tienen que pasar, por eso cuando sucede no se produce un gran desorden, hasta que llega a la puerta de tu casa. Así que ojos que no ven, corazón que no siente... mira, qué quieres que te diga, yo ya no me lo creo.

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