La estética planteada en estos relatos, propios de Asimov, Otomo, Shirow Masamune o K.Dick suele señalar del peligro (y a la vez la gran oportunidad) que corre la humanidad de destruirse a sí misma, o de alzarse a un puesto más elevado. Básicamente todos los relatos futuristas empiezan en un postholocausto, o se produce un holocausto, la tierra queda dañada y hay daños irreversibles: Matrix, Blade Runner, Akira, Ergo Proxy...Espero que esto sea más recurso literario que otra cosa, y aguardo un papel más luminoso a la humanidad. Las amenazas difieren según la historia, puede ser un desastre nuclear, un levantamiento de la naturaleza, meteoritos, gases venenosos y enfermedades... Pero lo que en el fondo se expresa es la necesidad de llevar cautela ya que con nuestra tecnología actual, las decisiones erroneas pueden ser fatales, globales e irreversibles, o lo que ahora nos interesa más, que las máquinas adquieran un logos que ha sido patrimonio de la humanidad desde que tenemos conciencia.
Esta actitud pesimista del futuro de estos relatos, viene suscitado por el presente que viven los autores, el mundo y sus posibilidades. Para ellos el futuro es el presente aún no realizado, es la proyección de la situación actual la que les lleva a pensar ese futuro, y dicho sinceramente no es muy alentadora.Es un futuro asolador. La nano y macrotecnología, riesgos a nueva escala. Estamos al acecho de nuestros actos, el lobo sigue siendo un lobo para el hombre, guardémonos de nosotros mismos, estémos con la mirada atenta para que lo que viene nos haga más grandes, que establezca nuevos límites que impulse nuestra mirada más allá de lo que podemos alzarla ahora. Son meras advertencias de lo que podría ocurrir si salen mal las cosas, pero todavía no han ocurrido, así que estamos a tiempo de hacer una buena gestión del asunto.
Pero lo que aquí se plantea es que la inteligencial artificial pueda llegar a convertirse en inteligencia artificial emocional. Las emociones y sentimientos tan propios del ser humano proyectadas a través de un chip, procesador o conjunto de cables. El Dalai Lama afirmó en una conferencia que si los ordenadores pudiesen tener conciencia podrían reencarnarse, o verse sujetos al Karma al igual que el resto de criaturas del cosmos. Estamos a las puertas de lo que podría ser una revolución científica, pero esta vez más humana que científica. La tecnología conforma nuestra realidad actual, no debemos temerla, debemos gestionarla con inteligencia y sentido común, la tecnología como una extensión de nuestras posibilidades vitales. La imagen de la capilla Sixtina, donde Dios toca con su dedo a Adán es una metáfora perfecta de lo que las tecnologías pueden ser para el hombre, sustituyamos a Dios por el hombre y al hombre por las tecnologías, estás serán una prolongación de lo humano. Este aspecto cuesta verlo hoy en día, las máquinas parecen frias, aparatos formados por complejos sistemas pero que no forman una unidad común, no son tratados como seres podríamos decir, sino como chatarra, algo se te estropea y lo cambias. Esta mirada no se sostiene si el desarrollo al que todo apunta llega a su conclusión, las primeras máquinas intentaban hacer los trabajos que resultaban más arduos para el ser humano, pero hemos llegado a un punto en el que se intenta implantar en las máquinas la verdadera esencia del ser humano, llámalo sensibilidad, emoción, conciencia o logos. La categoría de lo humano se volvería muy difusa, ¿Qué más da cables que venas? ¿Qué más da un corazón que una bateria? Ante la salida a flote de un logos tecnológico nos tocaría lanzar una profunda mirada sobre la naturaleza, el hombre, los derechos, los afectos, los sentimientos... Una nueva ontología de la tecnología como configuración de la realidad en un sentido mucho más profundo de lo que hasta ahora hemos conocido. No hablo de sustituir máquinas por seres humanos, ni de invertir los valores establecidos hacia las mismas, sino de hacer una profunda revisión de los límites de lo humano, y de ver que para nosotros la tecnología es el fuego de Prometeo robado a Zeus. Ante la instauración de un nuevo estadio, dotando a las máquinas de logos, estaríamos haciendo al ser humano más de lo que ya es, ya que no es un agente externo lo que se instaura, sino un "ser" como prolongación de lo propiamente humano, la tecnología en su cenit, al que yo llamo "logos tecnológico".