Macbeth no es la mejor obra de Shakespeare, por delante de ella podemos situar Hamlet, Romeo y Julieta, el rey Lear... No alcanza ni la acción dramática, ni el nervio narrativo, ni los abismos de conocimiento que otras muestran, pero tiene algunos ingredientes que a mi juicio la hacen tremendamente atractiva. Ni que decir que para mi Shakespeare es uno de los tres literatos más importantes de nuestra historia, gustos personales a un lado creo que junto a Homero y Cervantes representan el cenit de nuestra cultura literaria.
Macbeth habla de la ambición, de ese deseo desmedido que con frecuencia arrastra a las personas al infortunio, a la tristeza, a la decrepitud absoluta para lograr sus objetivos, y luego perderlo todo. No sólo a uno mismo, sino también a los seres queridos y cercanos, que son arrebatados por las fuertes olas para morir ahogados bajo la terrible tormenta. Así ocurrió a muchos hombres del pasado, que cegados por su afán de riquezas, gloria, fama o venganza acaban traicionándose a sí mismos, sin que nada pueda detenerlos, sin que advertencia alguna les situe en el camino, algo les ciega, algo les empuja, y eso mismo acaba matándolos. Como en otras obras la presencia de brujas y fantasmas plantean la escena, a Macbeth tres brujas le revelan lo que el destino le tiene preparado, grandes promesas inacabadas, signos de los tiempos que sirven para perturbar el alma del general Macbeth, que pierde el norte y renuncia a su nobleza cegado de deseos y gloria. Las tres brujas son el origen de la locura de Macbeth, ellas revelan lo que no debe ser revelado, lo que no debe ser mostrado al conjunto de los mortales, juegan con fuerzas del más allá, profecías de las fuerzas elementales que no deben ser rconocidas por el hombre. Macbeth no estaba loco, pero ellas lo vuelven loco. No hablo de una locura médica, hablo de la locura que le lleva al hombre a cometer ciertos actos, a extralimitarse en su conducta, en su afecto, en su vida. Le posee y le agita en sueños, y una vez comienza la barbarie, el crimen, la venganza, el asesinato, la traición... Nada puede detenerlo. Acaba matando a todo el que se presenta en su camino, desconfiando de sus más leales siervos, renegando de sus amigos y persiguiéndolos para conseguir la corona. Pero el camino no acaba aquí, Macbeth consigue su corona, pero tanta sangre derramada no desparece una vez logrado su objetivo, ya que despertada su sed de sangre y dominio nada puede saciarla. El camino que nos lleva a cometer tales actos corrompe al hombre en lo más profundo de su alma, le quita el sueño, le asedian espectros que se le aparecen día tras día, nadie puede huir eternamente de sus faltas, de su espada empapada en sangre y pecado. Se transfiguran los valores y todo vale, pero tiene que pagar un precio altísimo por ello, el precio a pagar es demasiado alto, y son las mismas profecías que le condujeron a su corrupción la que luego le someterán.
En Macbeth hay asesinos, envenenamientos, profecías, brujas, demonios, traición, odio, batallas... Me gustó mucho el componente belicista desaparecido en otras obras de Shakespeare, ejércitos luchando, generales blandiendo su espada por la patria, por venganza, por justicia, por odio... Macbeth es una tragedia, y como tal hace honor a un gran final, del que muchas conclusiones se pueden extraer, pero una de ellas es clara, el precio a pagar por nuestros actos, algo de lo que nadie puede escapar.
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