miércoles, 12 de marzo de 2014
Europa y la cena de los idiotas
Europa está idiota, da pena ver a la gran Europa hundida en el despropósito y en la más absoluta ceguera. Al margen de los acontecimientos y las normas que marcan nuestro tiempo, Europa ha perdido aquella grandeza que supo parir en algunos momentos estelares de la humanidad. ¿Dónde está Europa? Europa está en ninguna parte. Incapacitada de discurso y gobernada por ineptos corre el riesgo de perder en una sola mano lo que ganó en siglos. La Desunión Europea está patente en sus políticos y en sus instituciones. Instituciones que se muestran ineficaces y que han perdido toda la fuerza y propósito para lo que fueron creadas. No hay que ser muy listo para percatarse de que todos los mecanismos institucionales sobre las que se elevó, han caído en el más mísero descrédito, inutilidad y desprecio por el ciudadano.
Es la sonrisa perversa de la mediocridad la que ha conquistado Europa. La imbecilidad derivada en incapacidad. Qué difícil resulta ascender y que fácil y precipitado resulta descender. Qué pena, que tan enfermiza Europa sea incapaz de diagnosticarse a sí misma de la enfermedad que la devora. Quizás lo que más me duele es que existen ideas y soluciones de brillantes ciudadanos a los que se aparta sistemáticamente para no alterar el orden establecido, en aras de perpetuar la imbecilidad que campa por sus instituciones. La idea de continuar caminando por un sendero que se vuelve más estrecho y que ellos se empeñan en convencernos de que es la única vía "de crecimiento". Europa está delgada, o quizás demasiado inflada de cerdos, lo mismo me da. No soy apocalíptico, generalmente quien utiliza ese término es la típica mente enfrascada en el salón de su casa, que ignora la fragilidad de la historia y el sufrimiento sobre el que se eleva una cultura, es decir, a base de sacrificios. Y los sacrificios de hoy en día no se establecen en base a hacer una Europa mejor, sino de perpetuar en el sádico error al que nos condenan los políticos y sus desorientados políticos.
La responsabilidad del ciudadano es obvia. Un ciudadano que en su mayoría no ha vivido el terror de una guerra. Pero es que hasta de lo malo se sacan buenas enseñanzas. Ya señalaba Yukio Mishima que una población que no conoce los horrores bélicos corre el peligro de padecer un adormecimiento peligroso. el nuestro está potenciado por la falaz "sociedad de bienestar", tan sádica como perversa. Sádica por el alto coste humano que provoca, y perversa por la indiferencia de quienes la sostienen. Sin duda, una falta total de compasión hacía los más próximos, nuestra propia especie.
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