viernes, 2 de septiembre de 2011
Apuntes (incompletos) sobre la felicidad.
¿Cuál es el precio a pagar, cuál es el camino a recorrer, para lograr la felicidad?. Tan ansiado por tantos, tan sólo logrado por unos pocos. La felicidad no puede ser nunca plena y permanente. Y entre esa movimiento de estados de ánimo caminamos por el mundo. Un mundo que en ocasiones se nos opone (Fichte), un mundo cuyo sedimento no es otro que el de la insatisfacción, el de un eco de sufrimiento que resuena en nuestro caja torácica constantemente (Schopenhauer). Una vida que es "una mala noche en una mala posada" (Santa Teresa), un mundo que es "un valle de lágrimas" (visión cristiana), un mundo que se nos muestra terrible cuando nos asomamos al abismo, y este nos devuelve su mirada (Nietzsche).
Desde luego no a de ser fácil tan excelso logro, ser feliz... Tan preciado tesoro, de equilibrio y serenidad interior está sólo reservado a los más sabios. Hay toneladas de literatura, ríos de tinta, que velan por los diferentes caminos que conducen a la serenidad del alma. Cada uno con sus peculiaridades, cada uno con un pulso diferente. Aristóteles,Séneca, Montaigne, Spinoza, Goethe, Pascal y tantos otros nos ofrecen diferentes reflexiones sobre el tema. La literatura del pasado es conversación con los muertos, traes al presente cuestiones plasmadas en letra y pulso, y a través de ella tenemos contacto con lo que fue, con lo que ha sido.
Encontramos entonces diferentes caminos, diversas formas de entender el remolino en el que estamos inversos. Algunos autores nos resultan más afines al temple de nuestra alma, otros autores distantes y alejados del temple de nuestro ser. Por más que se haya buscado a lo largo de tantos siglos, el tan preciado tesoro de la felicidad, lo que con seguridad ya hemos averiguado desde tiempo atrás, es que no hay fórmulas, no hay recetas. No existe el manual de instrucciones, la fórmula matemática, el tablero y sus reglas varían constantemente, en cada época, en cada persona, en cada situación.
No basta pensar qué cosas podrían alimentar al ser que todos llevamos dentro, no basta pensar qué me haría más dichoso en un momento u otro, o de que tiene sed nuestra persona. A la difícil cuestión que se nos plantea hay que agregarle la circunstancia, "yo soy yo y mis circunstancias" (Ortega).
Entre la difícil cuestión que se nos plantea se vierte una triple incógnita. ¿Qué es lo que quiero? ¿Cómo lograr saberlo cuando todo está imbuído en constante movimiento? ¿Cómo encajarlo en la época en la que vivimos? La primera cuestión atañe directamente a los deseos de cada uno, es una pregunta de delicada respuesta. Todos sabemos lo complicado que resulta saber qué es lo que uno quiere, muchas veces, a todos nos ha pasado, hemos perseguido un objetivo, hemos galopado para alcanzar una meta, nos hemos partido la cabeza y hemos inyectado todo el esfuerzo de nuestros músculos para alcanzar la meta ansiada, para después saber, que no era lo que buscábamos. La segunda cuestión está sometida al tiempo, a la contingencia, al saber que no deseamos lo mismo hoy, que ayer, que mañana. A saber, que todo está sometido a las estrictas reglas del cambio, al fluir de un ser que se extravía, que se encuentra y que se vuelve a extraviar. Y la tercera cuestión, quizás la que más me inquieta ¿cómo poder ser razonablemente feliz en la época en la que vivimos? Un presente duro y cruel, del que tanto me quejo en otras entradas de este mismo blog. Un presente en el que una cultura decadente se desploma ante sus propios víctimas. Un presente que ha aniquilado sus valores en favor del dios del dinero, de lo útil por encima de toda vida humana. Donde predomina una razón instrumental, y no queda lugar para la compasión ni el refugio del ser humano. El mundo como "jaula de hierro" (Webber) o las sociedades líquidas (Bauman), donde el vínculo es débil y moldeable haciendo que el vínculo no sea vínculo (facebook).
Me jode no hallar respuestas, no creo que las consiga, porque de lo que aquí se trata no es de hallar respuestas cerradas. Ya hemos admitido que todo está sometido al cambio, tanto de nuestros deseos, tanto del mismo movimiento, tanto de nuestra época, la época de las grandes velocidades y aceleraciones.
Me queda un pequeño consuelo, pese a las diversas concepciones sobre la felicidad, creo que existe una posición global común de fondo. Pero estas respuestas no son un camino claramente delimitado e iluminado como una pista de despegue, más bien señalan una dirección, apuntan a un lugar. La aceptación y la alegría como metas inmediatas para construir un proyecto vital de cierto equilibrio. Pero qué difícil es elevarse, si para tomar fuerzas y aceptar primero hay que tocar el oscuro y aterrador fondo existencial, esa escena teatral en la que somo arrojados y obligados a bailar, aunque el teatro esté en llamas.
¿Cómo reír, cómo danzar, como aceptar y estar alegres cuando un huracán incontrolable te zarandea, te eleva y te estrella contra el suelo, para de nuevo elevarte o no dejarte levantarte jamás? Esta es la cruz del hombre, el peso a sus espaldas, el espíritu trágico griego, esto es una mínima porción, de aquello que llamamos vida.
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