martes, 15 de diciembre de 2009

Nietzsche en 90 días.


Si algo he aprendido de Nietzsche, buscar la autenticidad de cada uno, no someterse a fuerzas ajenas, ni violentarse la conciencia por parámetros culturales. Cada uno tiene que hacer y elegir libremente, sin que ningún signo de la época lo conduzca a una aminoración de fuerza. De ahí su crítica total que manifiesta una destrucción sobre la que luego uno edifique sus propios valores, más allá del bien y del mal, más allá de cualquier aspecto dado, sin antes haberlo examinado en profundidad por uno mismo. Un actuar sobre la existencia, dura y jodida, sobre la que no queda otra opción que asumir sus partituras, sus renglones y su sinsentido. La vida para danzar sobre la misma es una vía estética, es un intento, un intento por embellecerla desde cada uno, tomando las fuerzas de nuestro cuerpo para encontrar ese punto de embriaguez que caracteriza al artista, que permite encontrar las formas de creación necesarias sobre las que vivir con nobleza y autenticidad. Abrir los ojos para darse cuenta de que no existe "la verdad", ni "las esencias", ni "los conceptos sólidos" sobre los que Occidente ha levantado gran parte de su identidad. No hay una mirada fija y objetiva, no hay talibanismo sobre la realidad.

Lo que podemos aspirar a tener son perspectivas, personales y examinadas con cuidado, a las que después otorgar un valor. Hay muchos Nietzsche decía Rorty, mi Nietzsche, tu Nietzsche, su Nietzsche... Esta riqueza de perspectivas no es gratuita, tiene que ser previamente interrogada, despojada de los pesos culturales. De esta forma nuestra mirada se torna en una estética de la existencia, en la que nuestro cuerpo y la conciencia, limpias de toda contaminación previa, se alzan, interpretando los acontecimientos de la vida, con una ligereza asumida desde la libertad de cada uno, sobre un fondo existencial terrible. Duda, busca, pregúntate para tomar perspectiva, sabiendo que la perspectiva nunca será objetiva, ya que si no, no sería perspectiva, sino dogma, verdad absoluta... El artista cuando crea se queda con un aspecto concreto de su realidad, es una imagen filtrada por su persona y reflejada como extensión de las pulsiones más características en las que se envuelve. Un artista no muestra jamás la verdad, en todo caso "su verdad". Así, nosotros aspiramos a dar forma a nuestra vida, verter nuestra perspectiva sobre la existencia, hacernos unos artistas de la vida, la vida remite al arte y el arte remite a la vida, en un juego que nunca acaba ni termina de hacerse...

miércoles, 2 de diciembre de 2009

El pensamiento trágico en Dostoievski:el funcionario y el hombre del subsuelo en la época contemporánea.


La entrada en el sigo XX-XXI se fundamenta en una nueva visión y transformación del espacio y el tiempo que imponen nuevas condiciones de trabajo que acaparan el conjunto de la existencia humana. Aunque haya una ruptura con capítulos anteriores de la historia en esta modernidad conviven dos concepciones opuestas: la fe en el avance técnico y la advertencia frente a los nuevos modos de producción. Hay una decadencia del entorno social donde el individuo se disuelve y desaparece diluyéndose la frontera sujeto-objeto. Dioniso y su actividad creadora queda totalmente falsificada bajo una máscara vacía basada en el modelo técnico y funcional. Dioniso atado y anquilosado recrea una aparienca, no hay orden ni vitalidad, sino sólo un espejismo. El sueño de la obra de arte (nuestra felicidad en cada caso) aplicado a la vida de cada uno, queda relegado al sueño de la organización total, basado en el mercado y en la máscara-uniforme. Nos da una visión del carácter mecanizado y arraigado a unos elementos tecnológicos que ha asesinado nuestra capacidad creadora. El elemento creativo para construir un modelo de felicidad razonable es apartado con fuerza y hace que los hombres pierdan su propia referencia de la realidad, en una época de grandes velocidades y mutaciones constantes, donde la el sujeto-objeto queda diluido y relegado a un plano trágico de saber donde encontrar la voluntad creadora sepultada por el modelo impuesto.

Dostoievski supo ver con adelanto las penurias que se avecinaban sobre la vida del funcionariado, del trabajo cerrado y poco posibilitante de crecimiento y despliegue, adelantando su visión al espíritu de su tiempo, pero a mi juicio, acertando enormemente si levantase cabeza. La tragedia aparece como elemento en tensión de la existencia humana, el individuo inmerso en una sociedad altamente instrumentalizada y automatizada. Existe en sus textos una profunda crítica al orden racional impuesto con tanta fuerza en las sociedades actuales. Para Dostoievski la razón es algo excepcionalmente válido, pero sólo satisface a la propia razón sin dejar espacio para la vida. De esta forma le horroriza la idea de que esa vida cotidiana y no tan cotidiana, esté atada con tanta fuerza a la racionalidad, al cálculo, a la mera eficiencia, llegando a admitir que le gustaría que alguna vez dos mas dos resultase cinco. Lo que se plantea con fuerza es que el excedente de racionalidad y la imposición mecánica de la existencia, constriñe el elemento de la vida, apartando al hombre a la oscura sombra de un automatismo que extrae los elementos fundamentales de una existencia completa. Así cabe pensar en los parámetros actuales sobre los que versan la vida laboral, los puntos que delimitan el buen hacer, y los valores que defiende una automatización del trabajo, despojada de todo aura de carácter personal y humana, en favor del movimiento de unas macroestructuras que terminan acabando con nosotros día a día.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Nietzsche: estética y vida.


La estética es la forma en que tenemos de tratar con el mundo. A menudo los vocablos amplios se vacían de significado, es el caso de "estética" o "cultura", e infinidad de otros. La vida sólo se vive una vez, o eternamente. Es nuestra mayor empresa, nuestro más preciado tesoro. El tiempo corre, uno elige y esta se abre camino con fuerza, sin preguntas, sin respeto, a veces de nuestro lado, otras veces en nuestra contra. ¿Pero acaso no lo sabemos ya?¿Acaso no estamos acostumbrados ya desde que nacemos a ello? Si, pero acostumbramos a olvidar, acostumbramos a no aceptarla, a no abrazarla.¿Quién querría aceptar los malos momentos, en los que uno se siente agitado y aplastado por la misma?¿Quién querría en su sano juicio rememorar los peores momentos que uno ha padecido? Nadie en su sano juicio. No se trata pues de ser un sadomasoquista, ni abrazar el dolor y el sinsentido. ¿Pero quién ignora que para que algo crezca con fuerza y esplendor no padece en el camino?¿Quién al contemplar un árbol florecido no cae en la cuenta de que padeció el otoño sin hoja, y el árido y frío invierno antes de emerger con tanto ímpetu y vigor? La vida no tiene sentido sin dolor, sin queja, sin camino...

Pero la vida es inabarcable, impredecible, rica y amplia, tan amplia que no se puede verbalizar ni abarcar mediante la lengua escrita, no podemos definirla en su totalidad, ni ponerle límites, siempre dejamos algo fuera, es cambiante, es puro movimiento, puro nervio que sale con ritmos discontinuos, que expresa lo inexpresable e inabarcable. Eso no significa que no sepamos nada de ella, sabemos mucho, y a menudo olvidamos lo que aprendemos de ella. La vida se escapa de toda forma, aunque sepamos de que esta hecha.

En toda esta vorágine de acontecimientos nos toca bailar, nos toca danzar, como si de un teatro se tratase. Como personajes sobre el escenario, pero sin un guión determinado y sin ficción, sino con sangre y vino, perturbación y ligereza, como la noche y el día...
Ante esa contraposición luz-oscuridad nos desenvolvemos, algunos con más gracia que otros, unos con más fortuna que desgracia. ¿Cómo colocar la balanza de nuestro lado, sin que a la vez podamos dejar nada fuera? Viviendo. No dejando que la vida viva nuestra vida. Gracias a Zeus nuestra vida cotidiana no suele desenvolverse entre grandes abismos ni decisiones existenciales, se desenvuelve, válgame la redundancia, en lo cotidiano, lo manejable, lo que podemos optar a enriquecer,a moldear para dar forma.

Pensemos...¿Vives tu vida o te has dejado vivir por ella? ¿Has decidido?¿Has elegido? Imagina que un demonio se aparece ante ti, y te cuenta que toda tu vida la vas a vivir una y otra vez, exactamente igual, que todos los actos y decisiones que has tomado en torno a ella se repetirán eternamente, como un reloj de arena, al que le damos la vuelta una y otra vez finalice el ciclo. ¿te haría gracia la idea?¿La tomarías con vigor o te desampararía? En tu respuesta se halla el veredicto ¿Cuantas veces somos prisioneros de una celda en la que nosotros mismos nos hemos encerrado? ¿Cuantas veces elevamos nuestra queja cuando tenemos lo que hemos buscado? ¿Cuantas veces nos hemos visto envueltos en situaciones que condenamos habiendo sido nosotros los que la hemos provocado? ¡Elige, vive tú! Ama lo que haces o no vivirás, contemplate con alegría cuando te mires a ti mismo. Aléjate de etiquetas culturales, de elementos ajenos que te petrifican tallando lo que es propiamente tuyo y arrebatándote tu preciado tiempo, tu preciado tesoro.

No temas a Dios, ni a las exigencias de un Gran Hermano social que dirija tus actos y aspiraciones, no dejes que usurpen tu papel en el escenario, cada uno es el protagonista de su obra, y muchas ocasiones (no en todas) dejas que te escriban el papel. ¿La muerte? ¿Quién no ha pensado en ella? Atemoriza... Sobretodo a aquellos que no han hecho lo que han querido por sí mismos, a aquellos que no están satisfechos con el cuadro que han pintado. La muerte deja de atemorizarnos cuando se ha consumado la vida. Vuelvo a repetir ¿Has vivido tu vida o te has dejado vivir por ella? Contempla tu fuerza, tu voluntad de poder poner, de poder crear, de poder crecer, de poder hacer donde es difícil hacer, si así no fuese ¿qué valor tendría? ¿Acaso sería "buen" hacer? ¿Buen decidir? No sería nada de eso... Por eso la existencia es dura, y esta hecha y preparada para los espíritus fuertes, para aquellos que no caen en la inmovilidad, en el miedo, en el primer obstáculo que sobreviene sobre nuestras cabezas. No importa cuantas veces te caigas, lo importante es volver a levantarse, decía el Murciélago. Esa es la senda, esa es la actitud, esa es la estética de la vida, tu decisión de hacerte, de embellecer lo que tocas, el dibujo, el motivo de un artista, de poner algo donde antes no había nada. Eso es la acción, la elección, la sabiduría de Apolo, la ligereza, la elevación, la consumación de la existencia.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Nietzsche: estética y ética.


Lejos de la interpretación de la ética de Nietzsche, basada en la sobreabundancia de fuerzas, la falta de compasión, el conocimiento de uno mismo, y la experimentación del cuerpo como punto de partida, se encuentra su indisoluble vinculación con la estética. El último Nietzsche, que ya no es filósofo del martillo destructor, sino que aprende a reír como enseña Zaratustra, nos muestra que la estética y la ética tienen que ir unidas, una estética por sí sola produce efectos contrarios. En el capítulo "del camino del creador" del Zaratustra, nos enseña como danzar y establecer nuevos límites por encima de nuestras propias estrellas, esta cualidad va vinculada a la vida como forma artística plasmada en actos.

 No se reduce a un bendito escepticismo de no creer en nada, pues una vez creas tus propios valores, estos deben fundarse en tablas y tú, como forjador de nuevos valores, someterte con terrible fuerza a ellos. Todos toman a Nietzsche como un relativista, en el que todo vale, y en cierta forma es así, pero sólo en parte, ya que el relativismo moral una vez desenterrado, si adquieres la suficiente fuerza, debe tornarse en ley para uno mismo. El que busca destruye, para elevar unas nuevas tablas a la que someterse, de ahí que indique si seremos capaces de ser jueces y verdugos de nuestra propia ley. El todo vale ya no sirve, pues la tensión del arco va dirigida a un nuevo punto personal al que someterse con extreme firmeza, fruto del aumento de fuerzas o voluntad de poder. No es el hoy hago una cosa y mañana otra, por eso decir que Nietzsche es relativista moral, es a toda mira, incompleto. Es un ir y volver sobre uno mismo.  

"Ay, existen tantos grandes pensamientos que no hacen más que lo que el fuelle: inflan y
producen un vacío aún mayor. ¿Libre te llamas a ti mismo? Quiero oír tu pensamiento
dominante, y no que has escapado de un yugo.
¿Eres tú alguien al que le sea lícito escapar de un yugo? Más de uno hay que arrojó de
sí su último valor al arrojar su servidumbre.
¿Libre de qué? ¡Qué importa eso a Zaratustra! Tus ojos deben anunciarme con claridad:
¿libre para qué?
¿Puedes prescribirte a ti mismo tu bien y tu mal y suspender tu voluntad por encima de
ti como una ley? ¿Puedes ser juez para ti mismo y vengador de tu ley?"

Hoy la estética no es que esté abandonada de la ética, es que es esclava del consumo, la utilidad y el beneficio. Los grandes genios del pasado, esos tipos raros que salen una vez cada mucho tiempo y que su legado eleva un paso a la humanidad que se vuelve benefactora de su obra, no pueden emerger ni producir bajo los nuevos parámetros sociales dirigidos por las masas. El resultado de lo que ves es fruto del igualitarismo social pretendido por unas democracias falaces y rendidas ante el consumo, el pan y el circo, los mass media y los programas del corazón, en los que se inculca una estética barata y por supuesto, alejada de la ética, desvinculándola, matándola y jugando con ella como si se tratase de simples canicas, aunque de lo que hablamos es de personas. La estética no se debe reducir a contemplación de elementos, esta actúa directamente sobre la vida, como creadora y posibilitante de una existencia más plena y fuerte. La estética implica acto, creación, praxis, implicación, intervención en lo real, decisión, partido, mojarse, situarse, posicionarse... Desde el individuo, cada uno en cada caso. Estética y ética de la praxis vital, intrínsecamente unidas, hermandadas y concebidas, personal y sometida al dominio del individuo.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Nietzsche: estética y creación.



La creatividad es la fuerza que puede encauzar al hombre a salir de la cueva donde él sólo se ha metido. El nihilismo que acecha a la decadente cultura en la que nos hallamos inmersos sólo puede ser superado a través del acto creador. La estética se convierte entonces en el vehículo que nos puede transportar fuera de esas terribles fronteras de la nada, donde oscuridad y ausencia vibran, impidiendo al hombre ser lo que realmente está llamado a ser. El problema existencial, metafísico y cultural al que se ve sometido el hombre actual sólo puede ser evadido tomando la estética cómo valor sobre el que gira nuestra existencia. El acto creador, que desata las fuerzas de una existencia más alegre y liviana, es uno de los puntos de partida más excelsos a los que podemos agarrarnos para elevarnos sobre los males de este mundo, para embellecer la existencia y hacerla más ligera y alegre. Evidentemente aquí no hablamos de crear un velo que ignore toda la penuria propia del mundo que habitamos. Ese fondo existencial donde el hombre sólo encuentra el frío y el dolor, la incapacidad y negación. De lo que aquí se trata es de afirmar todas esas características que conforman la vida, y una vez abrazado y aceptado las condiciones de la existencia, la estética es la estrategia para embellecer la vivencia que sin arte alguno sería enfermiza y desquiciada. El hombre crea para embellecer esa existencia que en estado puro atosiga y constriñe con inusitada violencia. Cuando hablo de creación no me refiero sólo a producción artística, sino a mecanismos personales que nos ayuden a superar la tensión dialéctica entre lo "bueno" y lo "penoso" que puede ofrecernos la realidad, inclinando esa balanza hacía lo que nos procura un vida más fértil. Por eso todo acto creador, todo acto de vida, es el punto de partida de un hombre que busca más allá de cualquier obstáculo, disfrutar de la vida, sin dejar nada fuera, sin dejar nada de lado. Acción frente a pasotismo, creación frente a nada, forma frente a sinsentido, lucha frente a rendición, vida frente a nihilismo. Abrirse la cabeza, interrogarse a uno mismo, cuestionarse el mundo, las categorías culturales, las formas de escape de una existencia pobre y que no conduce más que a automatismos, son las claves para constituir el telón sobre el que actuar, sobre el que crear, sobre el que embellecer, sobre el que vivir... La vida es arte, y ese arte remite a esa vida, como pez que se muerde la cola, pues el impulso creador de la vida es el que el arte debe manifestar, remitiendo de nuevo a la vida como obra artística. Así el arte se convierte en medio de sobreabundancia de vida, tomando el actor creador como volcán que estalla en su esplendor.

viernes, 30 de octubre de 2009

La excelecia política es ya un mito.


Grecia representa buena parte de la base cultural de Occidente. Muchas ideas calaron en nuestra historia con gran importancia e influencia. Una de ellas fue la política. Allí en la polis comenzaron a darse modelos complejos de organización social, muchas de sus bases perduran en nuestros días. Lo consideraban un regalo divino, el fuego de Prometeo que robó a Zeus convertido en luz para gobernar. Prometeo veía injusto que el hombre naciese débil, sin garras y desnudo. Una de las metáforas de este mito es que el fuego representa la capacidad de gobernar y regentar a los pueblos para hacerse fuertes en el mundo, ya que el hombre por sí sólo no valía nada Pero da la sensación de que algunas enseñanzas claves han caído en el olvido para nuestros dirigentes actuales.

En la primera época de la política ateniense había una pirámide de poder dividida en cuatro grandes grupos: la aristocracia, la baja nobleza, los militares y por último los mercaderes o burguesía. Por otro lado la heibea o asamblea, formada por jueces externos a la pirámide de la que hablábamos . La aristocracia griega mantenía el poder más elevado, y gran parte de las importantes decisiones eran tomadas por ellos, eran los lacontes. Estos cargos sólo podían ser elegidos durante un año, sin posibilidad de reelección. Los griegos sabían muy bien de las implicaciones y poderes que podía desatar un organismo o persona de carácter público. Los lacontes, que eran la aristocracia griega que regentaba el puesto más elevado en la toma de decisiones estaba limitada a mandatos cortos y vigilada exhaustivamente de adquirir demasiada relevancia. Las personas, ya fuesen generales del ejercito, mercaderes, políticos o cualquiera que se hiciese demasiado fuerte y poderoso era juzgada en la asamblea de ostracismo. Les echaban de la ciudad diez años. Si alguien elevaba su posición y crecía hasta tomar una posición que pudiese concentrar demasiada fuerza era expulsada inmediatamente si la asamblea lo consideraba oportuno. De aquí se desprende una actitud de temor y cautela ante aquellos hombres que acumulaban demasiado estatus, demasiada fuerza, demasiado lo que fuese... Esto lo hacían por una sencilla razón, y es que no querían dar a nadie la posibilidad de convertirse en un tirano. La política era ejercida con rigor y bajo una virtudes cívicas, tales como la prudencia, justicia, moderación. La desmesura, el vicio y los excesos también eran condenados en caso de que empezase a pervertir a la comunidad... Hybris.

La política es uno de los grandes temas de nuestro tiempo, de la historia de los hombres. Gran parte de la organización social recae sobre sus espaldas. Pese a nuestros progresos y avances en muchos de los campos que atañen al ser humano la política se muestra como una de las asignaturas pendientes a mejorar. Hoy en día apesta, tan excelso propósito está lleno de despropósitos. Creo que nadie en su sano juicio podría estar verdaderamente satisfecho con los resultados obtenidos a día de hoy en lo que se refiere a las clases dirigentes. Palabras muy alejadas del buen hacer: falta de sentido común, arraigo a unas ideologías obsoletas, encasillamiento de posiciones, democracias no participativas, corrupción, acomodamiento, falta de preparación, manipulación, influencia, chantaje, amiguismo y trato favorable, sectarismo, afiliación, baños de masas, enriquecimiento, ventajas desmedidas de los cargos, tergiversación del lenguaje, del mensaje, de la idea... La lista de adjetivos negativos podría ir en aumento, pero creo que es suficiente. Con frecuencia se utiliza la expresión "son todos iguales con diferente collar". Puedo comprender el mensaje de este dicho, pero examinado más a fondo no lo comparto, no todos son iguales, creo que hay personas más excelsas e inteligentes que otras, aunque es verdad que hace bastante tiempo que no aparece una en el terreno político.

El modelo griego emana unas virtudes de excelencia que hoy perduran por su ausencia. Si volviésemos al modelo de la primera fase ateniense el estado sería un caos, han pasado 28 siglos y el mundo ha cambiado notoriamente, aún así creo que muchas de sus enseñanzas más fundamentales, que han caído en saco roto son esenciales para un buen despliegue de una organización más seria de la que nos tienen acostumbrados. Y el problema reside ahí, que nos han acostumbrado al conformismo, nos cuesta seguir todas las noticias políticas, nos agotan hasta el punto de que muchas personas me dicen que son más felices cuando no leen la prensa. Les comprendo. Y no lo hacen por un huir de la realidad, sino por el hastío, por la misma historia de siempre, porque se quieren preocupar de vivir y no estar metidos todo el día con la mierda al cuello. Eso no quita que de vez en cuando se interroguen y vean que la política se ha convertido en una ciénaga, llena de sapos que eructan... Creo que lo fundamental que nos legó Grecia ya forma parte del mito...


domingo, 18 de octubre de 2009

Nietzsche y la música: el espíritu del artista.


Esta breve entrada, versa principalmente sobre la compleja obra nietzscheana "El nacimimiento de la tragedia". No pretendo hacer un profundo estudio sobre la misma, sino mostrar algunos de sus aspectos más importantes en un lenguaje inteligible para los que no están habituados a las intempestivas obras de Nietzsche.

Para Nietzsche la música fue desde joven un regalo divino, así lo anotaba en su diario "Dios nos ha concedido la música, en primer lugar, para que mediante ella ascendamos a las alturas. La música reúne en sí misma todas las cualidades: puede conmover, embelesar, serenar; es capaz de amansar el ánimo más tosco...Pero su facultad esencial es la de dirigir nuestros pensamientos hacia lo alto..." Un poco más adelante, agregaba "Hay que considerar a los seres humanos que la desprecian como gente sin alma, como criaturas parecidas a los animales". Más adelante será el arte, pero en especial la música "la tarea metafísica de nuestra vida". A lo largo de su adolescencia tuvo contacto con la música de Bach, Haydn, Beethoven, Mozart, Schubert y Mendelssohn. Más tarde su relación con Wagner pasaría a la historia como un capítulo que derrocharía ríos de tinta.

Podemos decir sin duda alguna que para Nietzsche la música se encuentra en el pedestal más alto de las artes, para él expresaba lo más íntimo del ser, lo que no puede ser hablado, ni dicho, lo que está mas allá de las conceptualizaciones y esquemas, la música se expresa de otro modo que ni siquiera el lenguaje puede poner de manifiesto, juega de diferente forma que el resto de las artes, nos habla del fondo mismo de la existencia y de la vida como ningún otro arte es capaz de hacer.

Ya en sus primeras obras tomó la mano de la música y las artes, en el "El nacimiento de la tragedia" tuvo el altísimo propósito de ofrecer toda una cosmovisión por medio de figuras y simbolismos que resultaría sumamente difícil de comprender. Trata sobre el origen de la tragedia, pero lo que en realidad añade y perfila es una existencia humana de la mano de las artes que abarquen la totalidad de la vida, y lo hace a través de simbolismos y un mundo de figuras mitológicas incisivamente claras. Así las artes se convierten en la matriz de su pensamiento para la vida, situando la música como la máxima expresión de la misma. Las dos figuras principales sobre las que pivotará su obra son Apolo y Dioniso. A través de ellas simboliza las fuerzas esenciales de la existencia y la naturaleza. Nietzsche al igual que otros, consideraba a Dioniso como sangre extranjera en el Olimpo. ¿Por qué los griegos colocarían a este dios en el mismo altar que al resto?. Nietzsche cree adivinar el motivo. Cuando los griegos conocieron a Dioniso estos se aterraron. Hallaron en él la voluptuosidad, el irrefrenable impulso de las fuerzas bárbaras, un dios sin límites, cruel, el carnívoro de los actos humanos más temibles y profundos que no ponen ningún freno a los actos, lo irracional, el desencadenador de las tareas más instintivas y bestiales que podían llevar a cabo los hombres. Los bárbaros adoraban a este dios de la naturaleza y las fuerzas salvajes, y el horror griego ante este dios era, que en el fondo de su corazón y de su pensamiento se veían hermanados con esos bárbaros, de intuir que ese salvajismo habita en todos y cada uno de los seres humanos. Era algo que causaba pavor a los griegos.

Para conseguir manejar este terror los griegos conciliaron una especie de matrimonio entre Dioniso y Apolo. Apolo representa la luz, la mesura, lo equilibrado, la contención de los apetitos... Vieron el él la figura perfecta para dominar el lado oscuro y temible que encierra lo profundo de nuestro ser. Con esta unión quedan simbolizadas las dos potencias artísticas que brotan de la naturaleza misma. Dioniso es despojado de sus armas más dañinas por Apolo y le arrebata su aspecto más salvaje, por ello, Nietzsche insiste en que "hay un abismo que separa a los griegos dionisiacos de los bárbaros dionisiacos." Si durante un principio este dios era el encargado de desatar las fuerzas más terríbles y profundas que hollan nuestra naturaleza salvaje, para los griegos, siempre de la mano de Apolo, quedará cristalizado en las posibilidades transfiguradoras de la fuerza vital del ser humano. Para el griego, Dioniso no podrá vivir sin Apolo ni Apolo podrá vivir sin Dioniso. El mundo dionisiaco que quedará para los griegos es más cercano a la embriaguez, a la sexualidad, a lo instintivo y creativo, a lo irracional y la potencia creadora. Mientras que el mundo apolineo simbolizará la mesura, el orden , la armonía, el sueño, la distancia, el velo... El lado dionisiaco quedará para el griego como la llegada de la primavera, el olvido de los límites individuales bajo el influjo de la magia dionisiaca.
Dioniso es también para Nietzsche lo "Uno primordial", que representa la unidad y la totalidad del ser, surge la armonía universal y la fusión con la naturaleza que yacía olvidada. Cercano a la voluntad de la que hablaba Schopenhauer, el en sí del mundo. La fuerza de la vida que el traduciría en dolor y sobre la que fundaba su metafísica, Nietzsche lo tomará como principio estético, ya que esa voluntad se podrá superar como voluntad creadora, aunque Dioniso, como símbolo que es del fondo vital, no dejará de tener un lado oscuro.

La cultura griega que siempre aparece ante nuestros ojos como una cultura luminosa, artística y bella, encierra un misterio que Nietzsche se esfuerza en desvelar y busca en sus cimientos para explicar de dónde surge, y lo que encuentra en el fondo de tanta belleza y armonía es el inmenso dolor de la vida. Los griegos conocian muy bien las penurias de la vida, los padeceres de un hombre arrojado a la existencia sin explicación alguna. Estos horrores propios de la existencia se ponen en boca de Sileno, que acompaña a Dioniso. Sileno representa el pesimismo más radical y acompaña al dios allá donde va. Nos recuerda la caducidad de la vida, el sufrimiento del mundo, el padecer en la existencia, la enfermedad, el abandono, nuestra insignificante finitud y en definitiva, nos enseña que la existencia es algo insoportable y llena de sinsentido, mejor no haber nacido o suicidarnos.

Pero precisamente ante esa sabiduría divina se levanta la propuesta nietzscheana: los griegos superaron ese pesimismo. Ese pesimismo puede ser superado, pero para ello debemos comenzar en no negar ese fondo de dolor y sinsentido, por medio de la experiencia dionisiaca remitida lo Uno primordial. Dicho de otro modo, dominar el sinsentido de la experiencia vital pasa por bucear en la experiencia dionisíaca, que enmarca el sentido más obvio de la naturaleza, pasa por no negar el dolor y las miserias del mundo que acontece a todo hombre a lo largo de su vida, pasa por aceptar sin reparos que el mundo es cruel e indomable, que el sufrimiento y la penuria forman parte del mismo sedimento de la existencia, pasa por aceptar el mundo tal y como es, sin fragmentaciones ni parcelas amoldadas a nuestro gusto personal. Este punto es el más peligroso de la voluntad, "el peligro supremo" señala Nietzsche, el lugar donde el camino se hace más estrecho a las orillas del precipicio. Desde aquí el abismo tiende a mostrarse insalvable, infranqueable, hasta a los espíritus más fuertes, nos encontramos rozando el nihilismo pasivo para caer en sus temibles garras.
Pero todo esto que parece tan extravagante y pesado (que nos enfoca al discurso de Sileno) es lo que precisamente nos remite a la experiencia artística o a la experiencia musical. A Dioniso le acompañaba un coro de machos cabríos que cantaba, aunque el origen de la palabra tragedia no está del todo claro, la visión más aceptada es la que proviene del griego, tragos "macho cabrío" y adein "cantar". Siguiendo la música del coro que acompañaba a Dioniso no es sorprendente que Nietzsche entienda la música como el arte supremo de la experiencia dionisiaca. Con Dioniso de la mano de Apolo transfiguramos esas temibles fuerzas que gritaba Sileno, esas fuerzas que se vierten sobre nosotros con inusitada violencia, y es a través del arte y la ilusión como podemos elevarnos de oscuridad que nos rodea. La voluntad schopenhauriana trasmitida en dolor se transforma aquí en principio estético de voluntad de poder, de voluntad de crear. La ilusión y el arte aparecen como salvadores de las injurias e injusticias de la condición humana. No hablo de ilusión como imagen falsa o fugaz. Cuando Nietzsche habla de ilusión se refiere a las formas o modos de vida creados para afrontar el dolor de la vida y su sinsentido. "Artista" es aquel capaz de crear ilusiones bellas al transformar el dolor de la vida en representaciones con las que es factible vivir. El artista asimila lo Uno primordial y lo imita, pero es capaz de embellecer lo que toca, de crear una vía salvífica a través de las ilusiones. Cada persona buscará sus propios métodos, su propio arte frente al Uno primordial. Tenemos que luchar y actuar, crear ilusiones nobles, que son las que se no se olvidan del espíritu dionisíaco del mundo, sino que sabiendo del telón de fondo que subyace la existencia es capaz de hacerla bella y soportable. Por el contrario las ilusiones vulgares son las que niegan u ocultan ese fondo vital, frente a estas, las ilusiones nobles son aquellas que son capaces de propiciar en el individuo experiencia originarias, experiencias dionisíacas como lo hacen el arte y la tragedia. Desvelar la verdad dionisíaca de la vida transfigurada en en belleza y creatividad, que ahora camina con Apolo. La experiencia apolínea nos propicia un velo, nos permite guardar una distancia necesaria. No podemos vivir exclusivamente de experiencias dionisíacas pues entonces sería mejor perecer.

lunes, 12 de octubre de 2009

Arte y naturaleza: Heidegger-Chillida.



La filosofía está en crisis y el arte se erige como alternativa a esa crisis del pensamiento. Chillida y Heidegger colaboran, buscan y reclaman, ellos hablan de establecer límites. La filosofía está en crisis, ya que la sombra del nihilismo la envuelve, hemos perdido los referentes que en un pasado eran válidos y los discursos de legitimación caen en el olvido, el hombre busca respuestas en la nada, en el vacío. El problema dice Chillida es que lo que vale a la filosofía no vale al arte, el arte no es un ser terminado. En este punto podemos optar por el consejo nietzscheano de revitalizar los clásicos como historia viva, también en Ortega encontramos un "quehacer" humano. Tras llegar a este punto no nos queda otra opción que vaciarnos para hallar respuesta, estamos muy llenos, demasiado llenos, demasiado ocupados, demasiado ofuscados, demasiado cargados. La posible solución sería "crear espacios" como lugar que posibilita poner objetos. Vaciamiento de los espacios para crear la posibilidad de que haya objetos. Ya no se trata pues de poner un objeto en el espacio, sino de vaciar un espacio para posibilitar el que ahí haya un objeto. El problema con los ecologistas está en las aporías del arte. Destrucción de lo real para poner lo ideal, en otros términos, poner lo ideal del arte es para ellos una muestra de inviabilidad racional ya que destrona lo real. La plasmación de lo ideal implica desmaterialización de lo real. Adorno lo señala muy bien, "el problema es el precio a pagar por lo ideal". Para Heidegger la nada es el ser que que no se deja objetivar, el equivalente a esa nada es el tema del vacío, de ahí que una persona que se vacíe puede llenarse y tolerar la obra. Chillida creó una escultura, un espacio, en las islas Canarias (imagen superior), en el seno de una montaña, desde fuera no se puede apreciar, una vez dentro uno encuentra un lugar, donde se puede ver el cielo, las estrellas, el sol pasar y la luna también, se accede a ella por una apertura superior. Es una escultura dentro de una montaña. Allí el hombre deja de ser la medida de las cosas, intento de obra de arte total, humanismo y cultura, arcaico y tecnológico. Insercción en la naturaleza tecnológica, creación de espacios de luz. Novalis decía "no es que la noche sea negra, es que tiene una luz distinta". ¿Cómo lograr entonces que el ser acontezca? Pues con la cercanía esencial a las cosas, y esto se logra poniendo límites a algo, creando un lugar... Es por eso que cualquier escultura de Chillida no puede ser desplazada a otro lugar, esta sufriría un desarraigo total, ya que él vaciaba espacios para posibilitar objetos. El "Elogio del horizonte" es la escultura que corona mi ciudad, Gijón, la que aparece en la imagen inferior. Se dice que quien se posiciona en el centro de la obra escucha hablar a la mar, los pequeños o grandes balbuceos de un horizonte abierto que en todo caso quiere decirnos algo, no sin antes vaciarnos, dejar que penetren en nosotros posibilitando espacios, demasiado llenos, de masiado ocupados, demasiado saturados, tenemos que vaciarnos... Sólo así entenderemos la escultura del gran maestro Chillida.
El otro problema que queda como un mero comentario es la postura heideggeriana, ya que sus propuestas eran lugares naturales despejados y con memoria. Eso eleva el problema a una pregunta ¿Cómo traspasarlo a lo urbano, a lo artificial? Antonio Fernandez Alba tiene algunas propuestas, pero eso lo dejaremos para otro dia, para otro tiempo...

martes, 6 de octubre de 2009

Ciencia idiota.


Hoy en día predomina la concepción cartesiana del mundo, en el que el sujeto-objeto marca las pautas sobre la forma de entender la realidad. Esa concepción se ha ido desarrollando a lo largo de los siglos hasta tomar la forma del positivismo lógico de finales del siglo XIX, en el que el modelo experimental prevalecía sobre cualquier género de conocimiento. En el siglo XX la acentuación ha ido creciendo basándose en el proyecto técnico-científico que avalaba dicho conocimiento. Es un conocimiento respaldado por muchos avances, que nos han procurado una vida mejor. El avance sanitario, las comunicaciones, las construcciones junto a nuevas aplicaciones, electrodomésticos, informática, transportes... Es un hecho que nuestro horizonte de posibilidades ha aumentado considerablemente gracias a dichos hallazgos y debemos dar las gracias por los logros conseguidos.
No todo ha sido un camino de rosas, ya que el progreso científico-técnico abrió puertas que siempre debieron permanecer cerradas. El deterioro del medio ambiente, el desgaste desmedido de los recursos planetarios, la bomba atómica... Hay pues, un lado "oscuro" en ese aparente progreso que ha dejado un siglo XX lleno de miserias y hambre, cuando parecía que "todo"podía empezar a solucionarse. La fe en la ciencia no ha traído todo lo bueno que parecía prometer. Ese es un punto oscuro en la ciencia que no se nos recuerda con frecuencia, ya que lo que sí se recuerda es que tenemos que consumir, dicho de otra manera, tratan de desviar nuestra atención, o mejor dicho, de tapar ese agujero. ¿Quién lo tapa? la propia ciencia, que mantiene un puesto dominante en los "saberes" del mundo.
Con sus aplicaciones y el método experimental se erige como gobernadora del saber humano e incita a otras "ciencias" a seguir su camino. Un ejemplo de ello es psicología, que abandonó a Hegel para ponerse batas blancas y hacer experimentos con ratones. La sociología también busco su propio método para buscar la semejanza de resultados y "evidencias". Pero a la larga ha sido una equivocación intentar exportar el saber experimental que tan buenos resultados ha dado a la física o a la biología, a otros ámbitos del saber humano. En todo su orgullo se alzan como los salvadores de cualquier saber, de cualquier método, ante un ser humano que tiene múltiples dimensiones vitales en expansión y constante cambio, lleno de riquezas y matices no reductibles a una fórmula. Un saber científico que trata de dar respuesta donde ni debe ni puede. Decía Wittgenstein, que pese a todos los avances científicos, las cuestiones humanas fundamentales singuen sin resolverse. Así que me río, cansado de esa hegemonía de batas blancas que todo lo miden, que todo lo cuentan, que roban el aura de la experiencia personal, concreta, histórica, del momento en pos de una universalidad fría y válida para cualquier tiempo, para cualquier espacio. Cansado de su inoperancia en las facetas del ser cotidiano y personal, pues no les interesa lo individual, sino la igualación de circunstancias para poder aplicar en cualquier tiempo o lugar... Ladrones de aura... Me río de su discurso a la hora de hablar de lo humano, de lo propio, al hablar de lo que no deben decir. ¿Cómo hablar del arte en términos positivos? ¿Cómo interpretar el amplio abanico de vivencias bajo fórmulas y operaciones, dosis y medicamentos? ¿Cómo medir y trasladar lo humano al reduccionismo de miras y estrechez de pensamiento? Yo no critico a la ciencia, lo que sí critico es su afán por por colmar todas las áreas del saber humano, lo que critico es su necesidad de imponer métodos a lo que no es reductible a tal, porque la felicidad es de las personas, en todo caso tuya. No es cuantificable el sentimiento al ver un cuadro, o al escuchar o sinfonía de Beethoven, o tomarse unos pinchos con los amigos en un cálido clima de cercanía. Ni siquiera son dignos de tomarlos en serio, intentos de reducir lo humano a lo robótico, mente de metal y ruedas, a lo inumerificable, a lo nomotético. Idiota en su raiz hace referencia al que se despreocupa por los demás, el que no escucha, el que sólo se escucha a sí mismo. Por eso yo digo:
¡Ciencia, idiota!.

martes, 15 de septiembre de 2009

Publicidad y totalitarismos en la época contemporánea.


   El libro de Orwell 1984 es una obra maestra. Relata la vida de unos individuos en un estado totalitario supercontrolado. Cuando acabé de leerla lo primero que me vino a la cabeza es que somos muy afortunados. Somos afortunados de poder pensar, de poder elegir, de poder respirar, de poder tener cosas, de poder opinar, de poder leer, de poder perder el tiempo, de poder aspirar a algo, de poder amar, de poder oír, de poder... Podría seguir llenando líneas de poder... El universo que describe Orwell es jodidamente oscuro, asfixiante, todo bajo el control del gran ojo, que observa hasta lo más íntimo de los seres, de nosotros, un estado totalitario por excelencia. Hoy en día vivimos de otro de modo, no estamos sometidos a unos sistemas de control tan cerrados ni perversos, deberíamos dar las gracias, a la historia, al azar, a nuestros padres o no sé a quien, pero en cierto modo hay que estar agradecidos.

   Pero en sus páginas se pueden tocar ciertos signos de advertencia, de mirada profunda que se cuela entre sus líneas y que le dejan a uno intrigado, inquieto. Es cierto que no estamos nada mal, pero las posibilidades y los peores temores podrían sobrevenirnos, y nadie puede decir que nos pille por sorpresa. Esta vez no quiero ser temeroso del futuro, no voy a seguir los relatos de grandes catástrofes a acontecer que relata principalmente el género de la ciencia ficción, esta vez hablaremos del ahora, del presente inmediato, teniendo como telón de fondo el horror de Orwell, el horror del fascismo, del nacional socialismo, del estado autoritario o como prefiráis llamarlo.

   Lo primero que deberíamos hacer es describir, definir, poner límites a la estética fascista, autoritaria, al nacional socialismo, así sabremos lo que es y cómo actúa. Para Heidegger la obra de arte total es el Estado. Es la plenitud del arte, que lo abarca y articula todo. Es el "fascismo fascinante" de Susang Sontang. El arte se articula como mediador para dar forma a esos intereses políticos. ¿Qué mejor que el arte para lograrlo? El arte se vuelve vehículo conductor para los intereses del gobernante, la estética se muestra y engaña al cordero, se disfraza y acaba doblegando al pueblo a una única voluntad, que lo es todo. Es el doblegamiento de las masas a una cabeza, líder o caudillo que impone, con fuerza y autoridad su marca a las masas valiéndose del esteticismo y el arte.

   En esta construcción no hay discursos, a la palabra se le da una patada, aquí lo que importa es el símbolo, este se sigue, no se discute. Los discursos con los grandes focos y desfiles vienen después, una vez alcanzado el poder, pero lo que verdaderamente cobra importancia es el símbolo. Decir al servicio de los símbolos es decir al servicio de la voluntad, que es expresada por la unanimidad de un pueblo que ya no es masa, ha sido transformado. El pueblo lo es todo y el individuo no es nada, se diluye, se evapora, desaparece...Aquí se concibe la política como una obra de arte, el arte fabrica símbolos que son seguidos y nunca discutidos, la estética rompe el tranquilo sueño de los habitantes y los arrastra, tal es el poder de la estética, que convence, que arrebata. El Estado se convierte en una fábrica de símbolos que agitan la voluntad del hombre, que por sí solo no es nada. El hombre, el individuo, dentro del nacional esteticismo no es nada, el pueblo lo es todo. Aquí se concibe la política como una obra de arte, el arte fabrica símbolos que son seguidos y nunca discutidos. No se refiere sólo a iconos y propaganda, la arquitectura se mueve también en la primera línea de batalla, pues no es otra cosa que palabra de piedra. Para Hitler la arquitectura era voluntad, voluntad de poder como núcleo del nacional socialismo. Incluso él mismo hacía referencia a las futuras ruinas del Tercer Reich, que aunque fuesen ruinas hablarían como lo hacen las ruinas griegas, dando testamento de lo que una vez fue. Speers, el gran arquitecto de Hitler, quería imprimir grandes monumentos que crearan un sentimiento de lo sublime, de identidad a un pueblo que quedase maravillado del poder de su voluntad. Quiso hacer una cúpula que la de San Pedro del Vaticano era ridícula a su lado. Así el arte y la estética iban dando forma a una masa amorfa que implantaría su impronta en pueblo.

     Una revolución social exige un conservadurismo estético, mientras que la revolución estética exige un conservadurismo social. Conclusión: publicidad no como información, sino como imágenes y símbolos que mueven a un pueblo a votar, a actuar, a "moverse con". Esa revolución estética y propagandística crea un sentimiento sublime ante la nueva obra de arte total. El pueblo es todo, tu no eres nada, esa es la tesis Nazi. Los hombres de estado se ven ante la tesitura de transformar a las masas en pueblo, darles forma y acabado para formar una unidad, que si de ella te sales tú no vales nada. La masa amorfa se transforma en pueblo. ¿Cómo transformar la masa en pueblo? Pues a través de la publicidad, la propaganda. Decía Goebbels "la propaganda es un arma de guerra. Su objetivo es contribuir a ganar la guerra y no proporcionar información". Como resultado obtenemos el Estado como obra de arte total en oposición a la democracia. Una vez en el poder educan sin revelar el propósito de la educación es la línea a seguir, se cumple la función educativa sin que el sujeto de tal educación se de cuenta de que está siendo educado, este es el objetivo final de la propaganda, cuyo objetivo es ganar la guerra y no dar información. La propaganda así, es popular. Tiene más éxito cuanto más popular es (¿Os suena algo?).

     De todos los signos descritos el que sigue vivo con más fuerza es la publicidad. La publicidad con unos mecanismos mucho más desarrollados y específicos que antaño, campa hoy por la sociedad intentando ganar su guerra. Verdaderamente asusta que la misma publicidad utilice todos los elementos de persuasión propios de los estados totalitarios mas horrendos que han ollado la tierra. Culto al símbolo, repetición de un "slogan" hasta la saciedad y mensaje vertical, desde las esferas más altas a las más bajas, cuanto mayor sea la difusión del mensaje mayor área de efecto tiene. No hay discurso, hay imágenes, iconos, logotipos.

    En el siglo XX, la belleza ha muerto (tesis de Danto) y sólo existe en la publicidad y no en el arte (sólo hay que ver el arte contemporáneo, más alejado de la pretensión de belleza imposible). Aquí se equipara la belleza al esteticismo, y la belleza sólo sirve para vender. En la publicidad los medios son nuevos, pero las categorías o formas estéticas son las mismas que en el pasado (la publicidad busca esa belleza que el arte contemporaneo renuncia). La estética busca sensibilizar algo (desde una idea política hasta un producto, como una crema hidratante o un coche). La imagen en sí "nos remite a" nos ofrece una satisfacción, un cumplimiento, una forma de vida o de hacerse en...

     El problema es cuando se toman esas imágenes como la realidad misma. Pensar en todo el mundo publicitario, cada cara de una modelo anunciando una crema, los sabores que ofrecen este producto, las soluciones a nuestros problemas si adquirimos este colchón o medicamento, la tranquilidad de meter nuestro dinero en esta empresa o banco, que cuida de ti... En esta sociedad de masas, las apariencias se tornan verdaderas si son aceptadas socialmente. Esto no está alejado de la interpretación de las categorias kantianas como funciones, que se legitiman como verdaderas por su comportamiento social. Si las ideas del mundo ficticio son aceptadas socialmente entonces funcionan.

    El pragmatismo se basa en esta idea, algo es verdadero si funciona. Podemos decir entonces que las verdades cambian según la época, universalidad sustituida por la intersubjetividad. Dicho de otro modo, las apariencias pasan a un primer plano, lo importante no es cómo me veo yo, sino cómo me ven los otros. Este es el aspecto trascendental de la estética con carácter social. Ya no vale sólo nuestra intención, sino cómo me ven los demás. La dignidad no reside ya sólo en el ser, sino en el reconocimiento social. Ese "conocimiento del reconocimiento" en la vida es el que aporta la estética que intentan vendernos. Fulanito es la leche porque juega en tal equipo, o porque sale por la televisión, o porque se tiró a tal torero... Se conoce a las personas por su reconocimiento. Seguramente la gente que más hace es la menos reconocida socialmente, y podríamos pasar junto a ellas en el metro y nadie diría nada. Así pues la propaganda de los medios, es decir, la publicidad, transforma el mundo como quiere y según las exigencias del mercado, de la misma forma que transformó países bajo el yugo del totalitarismo o el estado que aparece en la obra de Orwell, tal es el poder de la estética que sensibiliza a la gente.

     Ese poder hoy en día está principalmente en manos de unos hijos de puta que sólo quieren forrarse a costa de las personas, que consideran estúpidas e ineptas y tratan como ganado. Si en el romanticismo el hombre buscaba disolverse en el infinito, el hombre de nuestro tiempo alcanza la plenitud cuando forma parte de esa totalidad. Y eso pasa ahora, hoy en día, cada día, cada vez que das dos pasos por la calle. Venta de imágenes y símbolos que nos prometen la felicidad y el auténtico modo de vida al que debemos aspirar. "¿Qué tal le va a Pedro? le va genial, tiene un trabajo que gana bastante y se ha comprado un Audi".


     Ante eso queda la elección del individuo, moverte entre las serpientes, "serpentear obstáculos", quitar las ramas que enturbian nuestra visión, si, la elección individual y personal. Pero yo aquí no estoy diciendo que no haya opción, sólo intento poner en relieve que los mecanismos más relevantes que dan funcionamiento a nuestra vida cotidiana son propios de regímenes que condenamos una y otra vez, pero que ocultos bajo una máscara sonriente, operan constantemente sin que muchos se den cuenta... Y siguen funcionando como ya funcionaron en el pasado.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Apuntes (incompletos) sobre el amor.



  Amar es el motivo de la vida, quien no ama no vive. No hablo del amor ñoño ni sentimentalón, hablo de la alegría que acompaña a la cosa amada (Spinoza). Qué triste sería pasar la vida de largo sin dar, sin compartir. El primer amor que recibí fue el de mi madre, ella me amaba antes de ponerme nombre, de saber si sería rubio o moreno, alto o bajo, yonki o premio Nobel.

 En general, el amor de la madre es especial, único e intransferible. Más adelante uno conoce otro tipo de amor. El que más he sentido de forma directa y buscada es el de la amistad, la alegría desbordante del otro, que acompaña, que ríe, que comprende, que transfiere la barrera de lo biológico, la amistad de la que hablaba Epicuro, aquello que sólo los necios se atreven a renunciar ante una vida que no siempre es dulce y amable. Algunas veces he tenido la sensación de que uno se refleja en el otro, se ve a sí mismo, se contempla en la compañía cercana y se realiza. En esos momentos la vida es dulce, amable, sedosa y domable, porque no es algo ajeno a la vida, sino que la vida muestra un rostro en sintonía con el espíritu.

Cuando sobreviene una dificultad debes arrimarte más a tus amigos, pues serán de gran utilidad, forjareis unos lazos más sólidos, cargados de cruda realidad que uno mastica, con dureza y paciencia, pero también en compañía. Lo digo yo, lo dice Epicuro,lo dice Pascal, lo dice Spinoza, lo dice Nietzsche, lo dice Comte Sponville... Uno elige a sus amigos y no pueden venir impuestos o forzados, eso no sería amistad. Es discriminatorio, pues de nada sirve la cantidad de tiempo que pasemos con una persona, quizás la amemos o quizás no, ahí entran en juego otras fuerzas, más elementales, más empáticas, más ocultas, no responde exclusivamente de razones ni de motivos que puedan pesarse o medirse.

 El eros, el amor poetizado a la mujer, ahora mismo se me traba. Me cansa, me cambia donde no quiero cambiar, me aburre, me asfixia y me veta. No hablo de imposición, hablo de directrices, hablo de sensibilidad (la mayoría de las veces) mal entendida o mal compartida, pero no a la par. ¿Búsqueda? ¿Esfuerzo personal? podría ser, pero ya he visto unos cuantos desfiles y me sigue devorando la misma sensación. Afectos contrariados, incomprensión, fricción, sexo y caída. Ahora prefiero "esa" soledad, sin saber si mañana pensaré lo mismo, sin tacharme de cínico por la fluctuación del sentir, esperando ver lo que ahora no veo ni tampoco siento. Queda el quehacer personal, humano, biográfico... Neocortex de la piel expresado en forma de vivencia. Relato personal, del individuo, que busca, que ansía y que no sabe. Todo ello expresado en forma de blog virtual, de vivencia personal, escupir ideas, escribir.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Pinceladas a Ortega, la elección.


Para Ortega la vida es elección, es un hacer. Su generación anterior estaba arraigada al pesimismo, a lo trágico, era la generación del 98 que había sido educada para vivir de una forma totalmente diferente a la que luego se encontraron. Sobre ese sentimiento trágico Ortega levanta la vista, toma la vida y se impulsa sobre ella. Relato autobiográfico, quehacer constante en la circunstancia, uno está forzado a elegir u otros lo harán por ti., porque la vida es elección constante, no elegir es ya elegir. La excelencia hoy en día parece que se ofusca, que se oculta, pero algo me dice que sigue ahí, no brilla con la misma fuerza que en el pasado, antes se elogiaba y se enaltecía. Ahora no, el foco mira a otra parte, el ojo de las masas que se fija en lo efectista, en lo efímero, en lo dado, no ven la excelencia más que en la aprobación general, en su legitimación para defender su visión zafia y cutre de la vida deseada. No habla de clases de personas, habla de cualidades, Ortega no es un clasista. Frente a ese espíritu amorfo esta la elección, la excelencia de tirarse a la piscina, de bajarse del caballo, de no seguir a la manada, de no desear siempre pisar sobre suelo firme, pues así no caminaremos más lejos que de nuestra propia casa. En relación con Nietzsche la masa es nihilista, toma la forma de lo dado, no se gesta, se aliena, se limita a sí misma, no se interroga, no se cuestiona, en su horizonte siempre están los otros. Mirada corta, mirada tuerta, aceptando lo impuesto, no se agitan, absorben pero no crean, toman la medida de una realidad mutilada, están perdidos, están sordos, no quieren oír ni escuchar, tienen miedo, tienen hambre de lo que jamás calmará su hambre. Tenemos lo que queremos, y en el fondo cada uno lucha contra sí mismo. Si Ortega y Nietzsche levantasen cabeza de la tierra que los sepulta, se asustarían de la tremenda razón que promulgaban, les costaría ver cuanta razón tenían, ante todo eso que recuerda a Orwell. Tenemos la elección, nuestro camino, el forjado, el elegido, no el autoimpuesto, sino el deseado, el luchado, generado desde las entrañas de uno mismo, el auténtico según cada uno. Elige pues, busca respuestas, pero elige, pues la vida es elección y hay que currarse la elección, que no se mide exclusivamente por los resultados, sino por la impronta personal, la sinceridad con uno mismo, la valentía de acatar un deseo que nos esculpe como hombres.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Logos Tecnológico

¿Existe un logos tecnológico? o dicho de otra manera, ¿puede la tecnología reflexionar, tener conciencia? ¿Podría llevar a cabo un robot tareas creativas o adaptativas propias del ser humano?... Nuestras sociedades avanzan a un ritmo vertiginoso, nuestro desarrollo se dispara pero eso también implica riesgos, ya que nos cuesta pensar una realidad tan cambiante y tan dispar. La ventaja de hablar del futuro es que nos permite plantear situaciones que de momento no han ocurrido, por eso podemos imaginar que en un futuro las máquinas puedan tener conciencia, o evolucionar por si solas sin la intervención humana. Los límites entre hombre y máquina se disolverían, nos costaría distinguirnos, que en todo caso es definirnos ante un nuevo ente con conciencia. Quizás deberíamos ampararles con derechos, o quizás nos destruyan, pero plantearía graves problemas de identidad como especie humana tal y como la planteamos hoy. Otra opción es el transhumanismo, quizas un cambio más gradual con la implantación de tecnología en nuestro propio cuerpo que aumenten nuestras capacidades, un ojo con zoom, o un brazo capaz de levantar 3 toneladas de peso.La posibilidad de que la conciencia sea transferida a una base de realidad simulada o a un ente no biológico. Entre estas opciones la literatura de ciencia ficción, que algunos ineptos han declarado "baja cultura", es la única que ha ofrecido planteamientos y luces a posibles acontecimientos en nuestro desarrollo histórico. Dicho de otro modo, la "baja cultura" consigue dar respuestas donde la "alta cultura" guarda el silencio.

La estética planteada en estos relatos, propios de Asimov, Otomo, Shirow Masamune o K.Dick suele señalar del peligro (y a la vez la gran oportunidad) que corre la humanidad de destruirse a sí misma, o de alzarse a un puesto más elevado. Básicamente todos los relatos futuristas empiezan en un postholocausto, o se produce un holocausto, la tierra queda dañada y hay daños irreversibles: Matrix, Blade Runner, Akira, Ergo Proxy...Espero que esto sea más recurso literario que otra cosa, y aguardo un papel más luminoso a la humanidad. Las amenazas difieren según la historia, puede ser un desastre nuclear, un levantamiento de la naturaleza, meteoritos, gases venenosos y enfermedades... Pero lo que en el fondo se expresa es la necesidad de llevar cautela ya que con nuestra tecnología actual, las decisiones erroneas pueden ser fatales, globales e irreversibles, o lo que ahora nos interesa más, que las máquinas adquieran un logos que ha sido patrimonio de la humanidad desde que tenemos conciencia.
Esta actitud pesimista del futuro de estos relatos, viene suscitado por el presente que viven los autores, el mundo y sus posibilidades. Para ellos el futuro es el presente aún no realizado, es la proyección de la situación actual la que les lleva a pensar ese futuro, y dicho sinceramente no es muy alentadora.Es un futuro asolador. La nano y macrotecnología, riesgos a nueva escala. Estamos al acecho de nuestros actos, el lobo sigue siendo un lobo para el hombre, guardémonos de nosotros mismos, estémos con la mirada atenta para que lo que viene nos haga más grandes, que establezca nuevos límites que impulse nuestra mirada más allá de lo que podemos alzarla ahora. Son meras advertencias de lo que podría ocurrir si salen mal las cosas, pero todavía no han ocurrido, así que estamos a tiempo de hacer una buena gestión del asunto.


Pero lo que aquí se plantea es que la inteligencial artificial pueda llegar a convertirse en inteligencia artificial emocional. Las emociones y sentimientos tan propios del ser humano proyectadas a través de un chip, procesador o conjunto de cables. El Dalai Lama afirmó en una conferencia que si los ordenadores pudiesen tener conciencia podrían reencarnarse, o verse sujetos al Karma al igual que el resto de criaturas del cosmos. Estamos a las puertas de lo que podría ser una revolución científica, pero esta vez más humana que científica. La tecnología conforma nuestra realidad actual, no debemos temerla, debemos gestionarla con inteligencia y sentido común, la tecnología como una extensión de nuestras posibilidades vitales. La imagen de la capilla Sixtina, donde Dios toca con su dedo a Adán es una metáfora perfecta de lo que las tecnologías pueden ser para el hombre, sustituyamos a Dios por el hombre y al hombre por las tecnologías, estás serán una prolongación de lo humano. Este aspecto cuesta verlo hoy en día, las máquinas parecen frias, aparatos formados por complejos sistemas pero que no forman una unidad común, no son tratados como seres podríamos decir, sino como chatarra, algo se te estropea y lo cambias. Esta mirada no se sostiene si el desarrollo al que todo apunta llega a su conclusión, las primeras máquinas intentaban hacer los trabajos que resultaban más arduos para el ser humano, pero hemos llegado a un punto en el que se intenta implantar en las máquinas la verdadera esencia del ser humano, llámalo sensibilidad, emoción, conciencia o logos. La categoría de lo humano se volvería muy difusa, ¿Qué más da cables que venas? ¿Qué más da un corazón que una bateria? Ante la salida a flote de un logos tecnológico nos tocaría lanzar una profunda mirada sobre la naturaleza, el hombre, los derechos, los afectos, los sentimientos... Una nueva ontología de la tecnología como configuración de la realidad en un sentido mucho más profundo de lo que hasta ahora hemos conocido. No hablo de sustituir máquinas por seres humanos, ni de invertir los valores establecidos hacia las mismas, sino de hacer una profunda revisión de los límites de lo humano, y de ver que para nosotros la tecnología es el fuego de Prometeo robado a Zeus. Ante la instauración de un nuevo estadio, dotando a las máquinas de logos, estaríamos haciendo al ser humano más de lo que ya es, ya que no es un agente externo lo que se instaura, sino un "ser" como prolongación de lo propiamente humano, la tecnología en su cenit, al que yo llamo "logos tecnológico".

martes, 11 de agosto de 2009

El santo Drácula


Leí Drácula cuando pasaba un trimestre en Irlanda, allá por la antigua EGB, octavo creo recordar. Llovía tanto que lo único que hacía por las noches era devorar libros, hasta que me topé con la novela de Stoker, que por cierto era irlandés. Todo el mundo conoce la historia del vampiro por excelencia, aunque si leyensen la obra quizás cambiarían su visión de tal enigmático vampiro, cuya imagen se ha deformado en numerosas proyecciones y escritos baratos, donde nos lo muestran como un chupasangre sin escrúpulos en busca de doncellas indefensas. Drácula es más profundo, más enigmático, más excelso y señorial, y ante todo más humano. Desde el comienzo el libro me cautivó, me absorvió como una centrifugadora que me trasladó a las inhóspitas tierras de Transilvania, allá a lo lejos, en Rumanía. La historia se desenvuelve en el siglo XIX, donde la vida era muy diferente a la que ahora conocemos, era una época de buenas costumbres, de delicada educación y proceder, por lo menos en la esfera social en la que los personajes se desenvuelven.

 El libro comienza con un personaje que cae bastante bien, un joven abogado londinense con una brillante carrera por delante, enamorado de la joven Mina, por la que siente un profundo amor, limpio, joven, y lleno de promesas de felicidad. La boda se celebrará en breve, pero antes su trabajo le hace visitar al Conde Drácula, que desea trasladarse a Londres y ha de solucionar numerosos asuntos legales antes de partir a la verde Inglaterra. Para eso envian a Jonathan Harker, la oportunidad que él esperaba para emprender una vida feliz y dar a su amada el sustento para formar una familia. Realiza un largo viaje, hasta el castillo del Conde, de casí un mes de duración, sabiendo de la gran oportunidad que tiene entre sus manos. Una vez llegado allí, todo se envuelve de una atmosfera misteriosa, un suspense que evoca espíritus y fuerzas del más allá, sucesos de profundos acontecimientos que enloquecerían a cualquier mortal de sano juicio... Su único medio de comunicación con lo que había sido "su mundo" es la correspondecia, que será un recurso literario empleado por Stoker para llevar el ritmo narrativo de su obra, cartas entre los personajes que reflejan sus inquietudes, sus deseos, sus preocupaciones, sus proyectos, sus miedos. A través de la propia escritura en primera persona Bram Stoker nos instala en el corazón de los personajes, y desde las primeras páginas el ritmo de la obra resulta trepidante, uno comienza a devorar las hojas y no quiere detenerse hasta saber más y más, intenta saciarse de todos los misterios que rodean los acontecimientos. En mi opinión, el tema central de la obra es el amor, pero no cualquier amor a modo shakesperiano, es un amor roto, un amor oscuro, un amor quebrantado y contaminado, un amor propio de un pérfido demonio que vive en la más profunda soledad, en un pasar de los tiempos que se vuelve más castigo que bendición, pero en definitiva es amor. Pobre Drácula que quiere amar, añora lo que el pasado sepultó, lo que el tiempo le arrebató y no puede ser traído de vuelta. Un amor que batalla entre la eterna dicotomía del bien y del mal, de la luz y las tinieblas, pero ante todo creo que es un amor humano, con ansias de eternidad y duración. Él no abandona su tierra por venganza, ni por conocer mundo, ni para alimentarse, ni para enriquecerse, sale a Londres, la gran urbe en busca de un nuevo amor junto al que compartir una eternidad. Evidentemente esto no es gratuito, Drácula trae infelicidad y sombra a aquellos a los que su sombra cubre, pero de la misma forma los humanos cobramos horrores entre nosotros a diario, demasiado humanos.

Nunca entendí muy bien por qué Drácula muerde a Lucy, antes que a Mina. Por qué la arrastra hasta el reino de las sombras, precio a pagar por una eternidad en la noche. Por último señalar la tenebrosa grandeza del Conde, su larga experiencia entre los mortales, su sabiduría, su contacto con las fuerzas más elementales, su delicado trato con los animales, sus transformaciones, su dominio, su ímpetu, su señorío... Él nos muestra, en la tónica de la estética del romanticismo negro, que en la noche, en lo sublime, también se ven objetos. Todas estos elementos suscitan una atracción ante su figura, que podría ser comentada de forma mucho más extensa, así como la obra en general, esto no ha sido más que un breve escrito, de alguien que se prendó maravillado de la obra de Stoker.

domingo, 9 de agosto de 2009

54 horas, 54 minutos, 54 segundos.


En la era de la desinformación en la que todos vivimos los días deberían tener 54 horas. Digo 54 horas pero quizás necesitaríamos más. Si uno hace caso a todas las recomendaciones de los medios de desinformación básicamente no viviría, aunque vivir para ellos sea precisamente eso. En la era de la desinformación el ideal de hombre es aquel que estudia y consigue un buen trabajo, que forma una familia, que reserva los momentos más importantes para sus hijos, que tiene una esposa maravillosa, que renueva sus relaciones sexuales con frecuencia, que se hace una revisión anual de ojos, oídos, dientes... Que se cuida la piel, los niveles de colesterol, que lleva una alimentación sana, que recicla, que lee los periodicos a diario (de diferentes tendencias para contrastar mejor la información), que se acopla a las nuevas tecnologías, se mueve por internet, usa blackberry, lleva GPS por si se pierde de vuelta a casa, que cultiva la lectura, el cine, la música y el arte en general. Que viaja con frecuencia, que habla varias lenguas, que pasea al perro, que tiene un fuerte sentido de la política, que es solidario, que sonrie a la comunidad de vecinos, que tiene uno o varios hobbies, que se preocupa por la extinción del pingüino emperador, que visita a sus padres y amigos... La cebolla es buena para la vista, la zanahoria para la piel, una copa de vino diaría reduce el riesgo de infarto, crema antiarrugas, antienvejecimiento, mejor productos sin sal, mejor chocolate sin azucar... Así desvivivmos, en un mundo que marcha a toda velocidad como si en una centrifugadora estuviesemos inmersos. Subir, bajar, despegar, aterrizar, enviar, recibir, arrancar, frenar, llevar, traer, cargar, descargar, vivir... Y morir en formato mp4.

sábado, 8 de agosto de 2009

Akira y la mirada de Otomo


Otomo es un dibujante de cómic japonés, cuya obra Akira le catapultó a la primera linea de la escena de los años 80. Otomo es un visionario, un dibujante que a través de sus viñetas nos muestra los miedos más profundos del hombre, es decir, el propio hombre. Otomo teme al hombre, y nada más lejos de la realidad, ya que ve en él la incapacidad de gestionar un futuro mejor. Akira comienza en un post holocausto, el escenario es Japón, que queda destruida tras la tercera guerra mundial. En un ambiente de violencia y caos, los políticos intentan reconstruir el país a través del proyecto Akira. Akira es un proyecto científico, desata en ciertos sujetos un poder psíquico asombroso, que quieren utilizar para arreglar la situación penosa bajo la que se encuentra el país. Fe depositada en la ciencia. Un país descontrolado, donde la población ya no confía en los políticos, que son corruptos y les llevaron a esa misma situación que viven. En todo este tumulto, la idea de despertar a Akira es la solución propuesta para sacarnos de nuestros problemas. Como dice mi amigo Jorge "Akira es el nuevo mesías, es el que tiene que venir para arreglar todo el escenario que está hasta arriba de mierda". Así Akira aparece como el esfuerzo y la esperanza científica para salvar a la humanidad y la acaba condenando.

Está en sintonía con las llamadas distopías biológicas, donde el objetivo es la creación de seres a imagen del hombre, pero mejorados, modificados, que les haga más aptos y más peligrosos. No hay que ser muy listos para ver que estas fuerzas elementales que invocamos a través de la ciencia, y las infinitas posibilidades que nos ofrece la tecnología, no es que caigan en "saco roto", es que caen sobre nosotros. Todo ello despierta un sentimiento sublime tecnológico, sobre los límites del hombre y su relación con el mundo, pero el precio a pagar podría ser demasiado alto.

¿Quién domestica ahora a los seres humanos una vez el humanismo ha fracasado? ¿La ciencia, la religión, los políticos? Como dice J.L.Molinuevo "Estamos ante una ontología de las tecnologías como configuradoras de la realidad. Si a través de ellas acaba siendo patrimonio de las masas, entonces se acabó la realidad". Como en el romanticismo los sueños de la razón producen monstruos, podríamos decir que en el tecnorromanticismo los sueños de la razón producen la destrucción total. Estos peligros son los que Otomo plasma en su historia, recordando la idea, de que la memoria del futuro la da el presente. Es un tecnorromanticismo que guarda cierta relación con el nihilismo, en cuanto que el hombre pierde sus referencias, se olvida de ser hombre y cede esa responsabilidad a políticos de poca monta y a científicos chiflados. La humanidad ya no se plantea la dicotomía entre la luz y las tinieblas, la humanidad cae en la cuenta de que ya no sólo puede ser destruida por un poder superior, al hombre no le acecha un Dios enfurecido, ni unas catástrofes naturales o cósmicas, sino por la humanidad misma.


Debemos estar en guardia y tener clara esta idea, este nuevo estatus que ostentamos en el mundo natural. Hace diez mil años no podíamos destruir la tierra en una hora, hoy en día si es posible. El nuevo horizonte de posibilidades ha de entenderse desde una perspectiva de la responsabilidad, porque el mínimo desliz puede suscitar una hecatombe. El primer paso fue el siglo XX, donde Japón recibió el impacto de dos bombas atómicas. En ese momento sólo un país poseía dicho armamento, hoy lo tiene diez países más, con mayor alcance y potencia. Que seamos capaces de imaginar un futuro mejor es cuestión de cada uno, M.Shelly, Dick, Huxley y muchos otros no lo vieron nada claro, las fichas están sobre el tablero.

viernes, 7 de agosto de 2009

Macbeth


Macbeth no es la mejor obra de Shakespeare, por delante de ella podemos situar Hamlet, Romeo y Julieta, el rey Lear... No alcanza ni la acción dramática, ni el nervio narrativo, ni los abismos de conocimiento que otras muestran, pero tiene algunos ingredientes que a mi juicio la hacen tremendamente atractiva. Ni que decir que para mi Shakespeare es uno de los tres literatos más importantes de nuestra historia, gustos personales a un lado creo que junto a Homero y Cervantes representan el cenit de nuestra cultura literaria.

Macbeth habla de la ambición, de ese deseo desmedido que con frecuencia arrastra a las personas al infortunio, a la tristeza, a la decrepitud absoluta para lograr sus objetivos, y luego perderlo todo. No sólo a uno mismo, sino también a los seres queridos y cercanos, que son arrebatados por las fuertes olas para morir ahogados bajo la terrible tormenta. Así ocurrió a muchos hombres del pasado, que cegados por su afán de riquezas, gloria, fama o venganza acaban traicionándose a sí mismos, sin que nada pueda detenerlos, sin que advertencia alguna les situe en el camino, algo les ciega, algo les empuja, y eso mismo acaba matándolos. Como en otras obras la presencia de brujas y fantasmas plantean la escena, a Macbeth tres brujas le revelan lo que el destino le tiene preparado, grandes promesas inacabadas, signos de los tiempos que sirven para perturbar el alma del general Macbeth, que pierde el norte y renuncia a su nobleza cegado de deseos y gloria. Las tres brujas son el origen de la locura de Macbeth, ellas revelan lo que no debe ser revelado, lo que no debe ser mostrado al conjunto de los mortales, juegan con fuerzas del más allá, profecías de las fuerzas elementales que no deben ser rconocidas por el hombre. Macbeth no estaba loco, pero ellas lo vuelven loco. No hablo de una locura médica, hablo de la locura que le lleva al hombre a cometer ciertos actos, a extralimitarse en su conducta, en su afecto, en su vida. Le posee y le agita en sueños, y una vez comienza la barbarie, el crimen, la venganza, el asesinato, la traición... Nada puede detenerlo. Acaba matando a todo el que se presenta en su camino, desconfiando de sus más leales siervos, renegando de sus amigos y persiguiéndolos para conseguir la corona. Pero el camino no acaba aquí, Macbeth consigue su corona, pero tanta sangre derramada no desparece una vez logrado su objetivo, ya que despertada su sed de sangre y dominio nada puede saciarla. El camino que nos lleva a cometer tales actos corrompe al hombre en lo más profundo de su alma, le quita el sueño, le asedian espectros que se le aparecen día tras día, nadie puede huir eternamente de sus faltas, de su espada empapada en sangre y pecado. Se transfiguran los valores y todo vale, pero tiene que pagar un precio altísimo por ello, el precio a pagar es demasiado alto, y son las mismas profecías que le condujeron a su corrupción la que luego le someterán.

En Macbeth hay asesinos, envenenamientos, profecías, brujas, demonios, traición, odio, batallas... Me gustó mucho el componente belicista desaparecido en otras obras de Shakespeare, ejércitos luchando, generales blandiendo su espada por la patria, por venganza, por justicia, por odio... Macbeth es una tragedia, y como tal hace honor a un gran final, del que muchas conclusiones se pueden extraer, pero una de ellas es clara, el precio a pagar por nuestros actos, algo de lo que nadie puede escapar.

lunes, 3 de agosto de 2009

Radiografía del presente, radiografía de la decadencia.

Video representativo del callejón en el que nos encontramos, basado en la estética que Orwell describe con horror, sobre los problemas y fuerzas que podemos desencadenar. Así estamos ahora, el signo de nuestro tiempo, cómo salir de aquí sólo lo dirá el tiempo.

martes, 28 de julio de 2009

Nietzsche y el pensamiento postmoderno.


Sabiendo de la dificultad de explicar a un autor tan controvertido como complejo, me dispongo a dar una visión del pensamiento nietzscheano lo más masticada posible sin por ello renunciar a un contenido fiel, tarea que ya resulta complicada por sí misma. El primer paso para entender el pensamiento de Nietzsche es la crítica que realiza a toda la cultura occidental. Nietzsche vivió en el siglo XIX, pero pudo ver con claridad que la cultura occidental estaba fatigada, cansada y hastiada de sí misma. Dicho de otra forma, veía que Occidente estaba inmersa en una profunda crisis, que los pilares sobre los que reposaba nuestra cultura de los últimos veinte siglos se tambaleaban e iban a desembocar en un fenómeno de vaciamiento, lo que él llamará el nihilismo. Efectivamente Nietzsche tenía buen olfato, y advirtió que los referentes axiológicos (los relativos a los valores) iban a caer en el vacío. El punto de partida de la crítica de Nietzsche a la cultura occidental tiene como modelo Alemania, la cultura en Alemania después de la guerra Franco-prusiana, Alemania vence, pero la victoria (1872) no significa una regeneración cultural. Esto molesta a Nietzsche profundamente, ya que esperaba un giro tras la guerra que nunca se produjo. No es de extrañar que cayese en la duda, y que sintiese que los pasos de Occidente no siguieran buen camino. Mirando a su presente sólo es capaz de ver unas nubes oscuras en el horizonte, una amenaza que se cierne sobre la cultura que ha sido incapaz de regenerarse a sí misma, una crisis radical de nuestro paradigma. Antiguamente no estábamos solos, gozábamos de una posición privilegiada en el cosmos, éramos centro de la creación y criatura privilegiada, hijos de Dios, semejantes suyos, copias de un original. El hombre, que al proyectar su imagen sobre el mundo se apoyaba en la tradición judeo-cristiana y la metafísica tradicional, que hasta ahora habían sido los faros que apoyaban el desenvolvimiento de nuestra cultura, el candil que nos iluminaba ante los nuevos problemas de toda índole (político, ético, científico...) se iba a apagar. El aceite de esa luz se iba a extinguir en un nuevo giro sobre nuestro puesto en el cosmos. Efectivamente, el siglo XX cumplió dichas espectativas, la primera y segunda guerra mundial pusieron de manifiesto ese vaciamiento de los referentes que hasta entonces nos habían servido. Un siglo de profundos cambios, el hombre da paso al relativismo y al escepticismo, en oposición a unas verdades reveladas y unos valores instaurados. Llegado el siglo XX hay un giro, todo se pone en duda y el hombre cae en el nihilismo a falta de elementos que nos orienten con suficiente solidez como antaño y dirijan nuestros actos. Por eso dice Nietzsche esa famosa expresión de " Dios ha muerto". Con esto apunta a un nuevo escenario, si ya no está Dios, los valores y referentes del mundo caen, ya no hay un vigilante, ya no hay una autoridad que nos guíe, el hombre se queda a oscuras en el mundo a falta de una referencia sólida como había sucedido en los siglos y épocas pasadas. La ciencia se erige como voluntaria para tomar el relevo de la religión, pero esta es cínica e incompetente para el área que extralimita el método positivo. Nietzsche con gran elegancia deja caer que la ciencia, que tuvo que soportar el yugo de la Iglesia y su persecución constante durante casi toda la historia, intenta ahora tomar ese papel que tanto había criticado, de árbitro de lo que debemos creer o no creer, resulta paradójico. Así el hombre cae bajo la sombra del nihilismo, ni religión ni ciencia son valederos de los referentes que necesitamos en un mundo horrible que el siglo pasado puso de manifiesto, y que si no cambiamos, volverán a aparecer en el siglo XXI. Según el autor,Occidente caerá en el nihilismo las dos próximas centurias. Es por eso que para entender el mundo postmoderno hay que entender a Nietzsche, él nos da las claves para ver que este no es el camino a seguir. Pero entonces, ¿Qué camino hemos de seguir? Si nuestra cultura desde Sócrates hasta nuestros días es un engaño, si los cimientos y el desarrollo histórico de Occidente ha estado mal interpretado desde los inicios, ¿por donde hemos de caminar?.


Si lo que esperamos encontrar es un manual de instrucciones donde Nietzsche nos diga lo que debemos hacer no lo vamos a encontrar. Es cada individuo el que debe hallar ese camino, pero tomando unos referentes que la cultura había intentado extinguir desde siempre. Nietzsche se remonta al pensamiento presocrático, hablamos del siglo VII a. C, en él la interpretación de la vida era más abierto y más pujante. Tomando las figuras de dos conocidos dioses, Apolo y Dioniso, intenta explicar que la vida es la mezcla de ambos. Apolo representa el orden, la rectitud, la luz transparente. Dioniso por el contrario expresa el placer, el desorden, el sentimiento de una vida creciente y cambiante. La mezcla de ambos da una visión cosmológica totalmente diferente a la conocida hasta ahora, una nueva matriz sobre la que gira nuestra integración en el mundo. EL papel del cuerpo se vuelve esencial, y ya no es portador de connotaciones negativas, ni corruptibles como se señaló en el pasado. Al cuerpo hay que escucharlo, pues mucho tenemos que aprender de él, de sus instintos, de su latir. Para Nietzsche la vida será vida siempre que se integren todos sus elementos, siempre que la queramos abrazar y querer como es, no como nos dicen ser, o como nos dicen que debemos ser. Dicho de otro modo, Nietzsche se sumerge en las aguas más profundas de nuestra existencia, y recoge de ella todos sus elementos, los buenos y los malos, el placer, el deleite, el desgarro, el odio, el sufrimiento, el crecimiento, la caída, la enfermedad, el triunfo, el despliegue de todas las fuerzas integradas en una misma olla. Aquí nos alejamos de la visión clásica, de que estamos aquí para ganarnos un paraíso, o que nuestra existencia es una prueba en un mundo lleno de penurias para luego alcanzar un paraíso idealista. Así podemos tomar como primer valor, la relación entre filosofía y vida, no de forma genérica sino concreta. La filosofía como valor de experiencias múltiples vividas en la intimidad del ser, "experimentamos con nosotros mismos", la filosofía se vuelve sobre sí misma, para que la vida no quedase ahogada por el saber. Nietzsche toma sus escritos como algo que constituye un elemento esencial de su propia vida, de mirar a sus entrañas y sacar de lo más profundo un pensamiento válido para la vida, no para grandes sistemas. Es la vida que el profeta Zaratustra define como "profunda","la fiel","la eterna","la llena de misterio" de la que siempre "tenemos sed y no nos saciamos". Así pues, como señala Luis Enrique de Santiago Guervós "en Nietzsche, su propia vida se convierte en un material para que el propio pensamiento lo cite, como el banco de pruebas en el que se van forjando sus pensamientos, de tal manera que él siempre encontrará en la vida un motivo para pensar".


Ya no debemos detener nuestra mirada ante la existencia como un tránsito a una existencia post mortem. No, la vida hay que tomarla con todos sus ingredientes, y desplegarnos en ella no desde una visión de recompensas más allá de la muerte, sino desde el presente, desde nuestro día a día, desde la propia intimidad de cada uno, porque la vida es lo que tenemos aquí y ahora, y hay que tomarla en su totalidad, sin miedos, hallarnos a nosotros mismos, dar testimonio propio de quién es cada uno, sin temor a lo que nos podamos encontrar o de lo que en nosotros pueda emerger. Ese es el camino a seguir, basta de criticar y reprimir las fuerzas, porque todo aquello que aminore el vuelo interpretativo de la vida (la vida de cada uno en todo caso) es cercenarnos los miembros, renunciar nuestras posibilidades existenciales más auténticas. Desde esta nueva perspectiva, debemos desenvolvernos, ser espíritus fuertes que no se acongojan ante las pruebas del destino, ser capaces de sobreponernos a las exigencias del mundo, no arrugarse y hacerse pequeños ante los problemas cotidianos que interfieren en nuestra vida, sino crecernos. Saltar los muros y franjas superándonos a nosotros, volar tomando la vida con todos sus elementos, los gratos y los ingratos, y nadar en la existencia con fuerza, tanto si el viento sopla a favor como si no lo hace, hay que sobreponerse, hay que vivir, vivir desde nosotros mismos, como seres auténticos, asumir como filosofía experimental nuestra propia vida. Así lo hace Nietzsche, y así hay que comprenderlo, él experimento en sí mismo, aspirando a la autocreación como obra de arte en su propia obra. No se trata sólo de sobreponerse al fuerte oleaje que nos agita en la marea de nuestra existencia, a nuestros problemas cotidianos, se trata de sumergirse en el conocimiento de la interioridad de nuestro ser, a no tener miedo de ser lo que somos, de arrancar de nosotros mismos una actitud de autenticidad, de no temer a desnudarnos, de pensar para nosotros y conocernos en nosotros sin temor a lo que puedan juzgar o reprimir. Por eso "no es tan importante descubrir en su filosofía una nueva visión del mundo, sino el camino que nos conduce directamente a ese mundo íntimo que constituye el fundamento oculto de toda estructura arquitectónica exterior, pues no es tan significativa la obra en sí, como el proceso que la genera" vuelvo a citar a Luis Enrique Santiago Guervós. Dicho de otro modo, no sólo debemos tomar el mundo en su totalidad, sino hacer de nosotros mismos un experimento, un exigencia para con el mundo, para desplegar las luces mas reconditas de nuestro ser, al margen de categorias históricas y culturales que puedan llegar a deformar lo que verdaderamente somos. Porque lo que cada uno es, es algo que cada uno tiene que descubrir, es el desvelo de la identidad personal, que no se debe amedrentar por lo impuesto, por lo dado.

Una persona que salte las barreras, que viva con riesgo, sin miedo al perecer, una persona activa, fuerte, que genere sus propios valores, saltará sobre sí misma, se superará, brillará con mas intensidad, que no tiene que ser precisamente con más luz. El hombre que así lo hace tornará en el "superhombre". La traducción más certera no es la de un superhombre que aplaste al resto, como lo pudo entender el nacional socialismo u otras corrientes que tomaron lo que quisieron de este autor tan controvertido, sería más bien "autosuperación del hombre" que el hombre se supere a sí mismo, que el hombre como decía él llegue a "ser lo que es" una nueva visión de la humanidad que no tiene miedo a vivir, ni de reprimir sus instintos, ni tiene necesidad de una seguridad perenne como nos intentar inculcar la sociedad actual. El superhombre servirá de referencia para que otros vean su espíritu fuerte, su cuerpo fuerte, su aceptación total de los elementos expuestos por la naturaleza. El superhombre no tiende la mano, no es solidario, no busca el igualitarismo, observando su potencia nos animará a actuar como él, ansiaremos ser valientes y duros, a modo de la aristocracia griega que veía el mundo como una tragedia feliz. Mientras no busquemos ni hollemos la realidad con ese espíritu seremos flacos, castrados, ovejitas que temen de su existencia. Nadie nos va a decir lo que debemos hacer, hay que actuar desde nuestro propio requerimiento personal, no doblegarse al pensamiento de otros, tirar del carro por nuestro camino, instaurar nuestros propios valores, eso es lo que forja el super hombre. Ya no hay manual de instrucciones, sólo cabe tirarse a la piscina (fuera y dentro) y atreverse a nadar. Ya no hay seguridades firmes, ¡qué fácil es dar un paso sobre piedra segura!. El filósofo del futuro no intentará convencer a la gente de que piense como él, cada uno debe pensar por si mismo y actuar en consecuencia. No habrá cartelitos diciendo que todos debemos de pensar como él, no hay pretensiones de universalidad en su discurso. Sólo quedamos nosotros con nuestra persona, nuestra búsqueda, nuestro camino. En este punto los nihilistas son los otros,los que viven ignorantes y desencantados de la existencia superflua, fácil, condenable y dada.
Hasta aquí llegamos a un punto muy interesante, ¿quién es capaz de hacer esto en el mundo actual? ¿quién está preparado para salir de esta anestesia social y de medios con una maquinaria tan eficaz como la que están actuando? ¿Quién es capaz de tornar los valores sobre los que hemos crecido e instaurar con solidez los propios, a través de esfuerzo, sacrificio, vida y más vida? ¿La alta cultura? ¿Los eruditos? ¿Quién no desea una vida perdurable y eterna? ¿Quién es capaz de llevar un proyecto de vida tan magnífico y vigoroso? en definitiva, ¿quién es capaz de escapar al nihilismo y subir a flote, sin ahogarnos o quedarnos en las profundidades? No lo sé, y pensaré sobre ello porque sigue siendo una pregunta de difícil respuesta. Acabar con una cita Spinoza, al que tanto admiro "todo lo excelso es tan difícil como raro". Y no podía ser de otra forma, porque un proyecto de tal envergadura no puede ser tan sencillo de lograr.