miércoles, 28 de mayo de 2014

Gravitando sonidos y emociones


   De las muchas o pocas cosas que me ha dado la vida, la música ocupa un lugar insustituible. Si algún día me quedo sordo espero haber madurado lo suficiente como para masticar tan penoso trago. La música siempre acompaña mi actividad cotidiana, sin ella me cuesta entender y entenderme, en casi cualquier momento un disco o una canción están en mi recámara, esperando para dar forma a mi presente más inmediato. Profundamente relacionada con el sentimiento, son muchas las ocasiones en las que mis propias palabras no llegan a entenderme por mucho que me busque. Estando en el mismo lugar en el que estoy, me transfiero de plano, y sin saber explicar demasiado bien cómo, hallo en ella torrente de intensidad, multiplicación afectiva, ligereza y permeabilidad de todo cuanto me rodea. Me recuerda lo solo que me encuentro en esta vida y a la vez lo cerca que estoy de los demás, de mis pasados y recuerdos, compañías y vivencias masticadas a lo largo de los años. Su capacidad de transformar por completo la experiencia más cotidiana es más que vasta, irrumpe partiendo como un rayo los momentos de desidia, tristeza, alegría o conversación y diálogo con uno mismo. Como un mar que se agita en lo profundo, mis temas favoritos hacen retumbar mis tímpanos y me hacen mudar de piel, mutan mi ánima, que escondida entre la bruma y la sombra se ofrece a la evidencia de mis propios ojos cargada de cristalina claridad. Recuerdo cuando leía Schopenhauer, donde en la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad. Es ahí cuando todo toma un cariz totalmente distinto, el código del cosmos se descifra porque no hay mayor música que la realidad misma, hasta el mismo tiempo se dilata y se contrae, desapareces y te trasladas sin abandonar ni un segundo tu lugar, por eso recurro a ella con repetición, asiduidad, reiteración, continuidad y constancia. ¿Cuantas tardes en mi casa, o mañanas en el metro, o viajando o en la ducha, me sustraigo y me ubico en la mismidad de lo que me brinda o arrebata mi momento? Son demasiadas como para no haber escrito antes sobre ello.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Matrix, filosofía y la madriguera del conejo


 "Quería compartir contigo una reflexión sobre la enseñanza del pensamiento, o  la importancia de la filosofía. No se por qué pero un día en la ducha empecé a pensar como hacer ver la importancia del pensamiento, de la filosofía, por qué es fundamental. Y me acordé de Matrix ¿recuerdas la escena en la que Morfeo le da a elegir a Neo entre dos pastillas? 
  Puedes tomar la pastilla azul y vivir en tu mundo tal y como lo has hecho siempre o puedes tomar la pastilla roja y despertar, entrar en la madriguera del conejo y entonces nada volverá a ser igual y verás el mundo con otros ojos. Entendí que con el estudio de las ideas es igual. Las ideas nos rodean, configuran nuestro mundo, vivimos a través de ellas aunque no seamos conscientes de ello. Impregnan nuestra realidad, no podemos sustraernos ya de ellas. Cualquier planteamiento vital, cualquier actitud, cualquier decisión, está sostenida por ellas ¿cómo no va ser importante VER esas ideas, identificarlas, descifrar ese código?
  Por eso es importante estudiar filosofía. Para seguir al conejo blanco, para entrar en la madriguera, descifrar el código y ser más libre."

Esta entrada está escrita por sí sola, en conversaciones cercanas con un alma hermana, ahí lo dejo, tómate la pastilla azul y vive la vida como siempre has hecho, vive Matrix, o tómate la roja y sumérgete devolviendo la mirada al mundo, tírate por la madriguera del conejo.