Si algo he aprendido de Nietzsche, buscar la autenticidad de cada uno, no someterse a fuerzas ajenas, ni violentarse la conciencia por parámetros culturales. Cada uno tiene que hacer y elegir libremente, sin que ningún signo de la época lo conduzca a una aminoración de fuerza. De ahí su crítica total que manifiesta una destrucción sobre la que luego uno edifique sus propios valores, más allá del bien y del mal, más allá de cualquier aspecto dado, sin antes haberlo examinado en profundidad por uno mismo. Un actuar sobre la existencia, dura y jodida, sobre la que no queda otra opción que asumir sus partituras, sus renglones y su sinsentido. La vida para danzar sobre la misma es una vía estética, es un intento, un intento por embellecerla desde cada uno, tomando las fuerzas de nuestro cuerpo para encontrar ese punto de embriaguez que caracteriza al artista, que permite encontrar las formas de creación necesarias sobre las que vivir con nobleza y autenticidad. Abrir los ojos para darse cuenta de que no existe "la verdad", ni "las esencias", ni "los conceptos sólidos" sobre los que Occidente ha levantado gran parte de su identidad. No hay una mirada fija y objetiva, no hay talibanismo sobre la realidad.
Lo que podemos aspirar a tener son perspectivas, personales y examinadas con cuidado, a las que después otorgar un valor. Hay muchos Nietzsche decía Rorty, mi Nietzsche, tu Nietzsche, su Nietzsche... Esta riqueza de perspectivas no es gratuita, tiene que ser previamente interrogada, despojada de los pesos culturales. De esta forma nuestra mirada se torna en una estética de la existencia, en la que nuestro cuerpo y la conciencia, limpias de toda contaminación previa, se alzan, interpretando los acontecimientos de la vida, con una ligereza asumida desde la libertad de cada uno, sobre un fondo existencial terrible. Duda, busca, pregúntate para tomar perspectiva, sabiendo que la perspectiva nunca será objetiva, ya que si no, no sería perspectiva, sino dogma, verdad absoluta... El artista cuando crea se queda con un aspecto concreto de su realidad, es una imagen filtrada por su persona y reflejada como extensión de las pulsiones más características en las que se envuelve. Un artista no muestra jamás la verdad, en todo caso "su verdad". Así, nosotros aspiramos a dar forma a nuestra vida, verter nuestra perspectiva sobre la existencia, hacernos unos artistas de la vida, la vida remite al arte y el arte remite a la vida, en un juego que nunca acaba ni termina de hacerse...