martes, 15 de diciembre de 2009

Nietzsche en 90 días.


Si algo he aprendido de Nietzsche, buscar la autenticidad de cada uno, no someterse a fuerzas ajenas, ni violentarse la conciencia por parámetros culturales. Cada uno tiene que hacer y elegir libremente, sin que ningún signo de la época lo conduzca a una aminoración de fuerza. De ahí su crítica total que manifiesta una destrucción sobre la que luego uno edifique sus propios valores, más allá del bien y del mal, más allá de cualquier aspecto dado, sin antes haberlo examinado en profundidad por uno mismo. Un actuar sobre la existencia, dura y jodida, sobre la que no queda otra opción que asumir sus partituras, sus renglones y su sinsentido. La vida para danzar sobre la misma es una vía estética, es un intento, un intento por embellecerla desde cada uno, tomando las fuerzas de nuestro cuerpo para encontrar ese punto de embriaguez que caracteriza al artista, que permite encontrar las formas de creación necesarias sobre las que vivir con nobleza y autenticidad. Abrir los ojos para darse cuenta de que no existe "la verdad", ni "las esencias", ni "los conceptos sólidos" sobre los que Occidente ha levantado gran parte de su identidad. No hay una mirada fija y objetiva, no hay talibanismo sobre la realidad.

Lo que podemos aspirar a tener son perspectivas, personales y examinadas con cuidado, a las que después otorgar un valor. Hay muchos Nietzsche decía Rorty, mi Nietzsche, tu Nietzsche, su Nietzsche... Esta riqueza de perspectivas no es gratuita, tiene que ser previamente interrogada, despojada de los pesos culturales. De esta forma nuestra mirada se torna en una estética de la existencia, en la que nuestro cuerpo y la conciencia, limpias de toda contaminación previa, se alzan, interpretando los acontecimientos de la vida, con una ligereza asumida desde la libertad de cada uno, sobre un fondo existencial terrible. Duda, busca, pregúntate para tomar perspectiva, sabiendo que la perspectiva nunca será objetiva, ya que si no, no sería perspectiva, sino dogma, verdad absoluta... El artista cuando crea se queda con un aspecto concreto de su realidad, es una imagen filtrada por su persona y reflejada como extensión de las pulsiones más características en las que se envuelve. Un artista no muestra jamás la verdad, en todo caso "su verdad". Así, nosotros aspiramos a dar forma a nuestra vida, verter nuestra perspectiva sobre la existencia, hacernos unos artistas de la vida, la vida remite al arte y el arte remite a la vida, en un juego que nunca acaba ni termina de hacerse...

miércoles, 2 de diciembre de 2009

El pensamiento trágico en Dostoievski:el funcionario y el hombre del subsuelo en la época contemporánea.


La entrada en el sigo XX-XXI se fundamenta en una nueva visión y transformación del espacio y el tiempo que imponen nuevas condiciones de trabajo que acaparan el conjunto de la existencia humana. Aunque haya una ruptura con capítulos anteriores de la historia en esta modernidad conviven dos concepciones opuestas: la fe en el avance técnico y la advertencia frente a los nuevos modos de producción. Hay una decadencia del entorno social donde el individuo se disuelve y desaparece diluyéndose la frontera sujeto-objeto. Dioniso y su actividad creadora queda totalmente falsificada bajo una máscara vacía basada en el modelo técnico y funcional. Dioniso atado y anquilosado recrea una aparienca, no hay orden ni vitalidad, sino sólo un espejismo. El sueño de la obra de arte (nuestra felicidad en cada caso) aplicado a la vida de cada uno, queda relegado al sueño de la organización total, basado en el mercado y en la máscara-uniforme. Nos da una visión del carácter mecanizado y arraigado a unos elementos tecnológicos que ha asesinado nuestra capacidad creadora. El elemento creativo para construir un modelo de felicidad razonable es apartado con fuerza y hace que los hombres pierdan su propia referencia de la realidad, en una época de grandes velocidades y mutaciones constantes, donde la el sujeto-objeto queda diluido y relegado a un plano trágico de saber donde encontrar la voluntad creadora sepultada por el modelo impuesto.

Dostoievski supo ver con adelanto las penurias que se avecinaban sobre la vida del funcionariado, del trabajo cerrado y poco posibilitante de crecimiento y despliegue, adelantando su visión al espíritu de su tiempo, pero a mi juicio, acertando enormemente si levantase cabeza. La tragedia aparece como elemento en tensión de la existencia humana, el individuo inmerso en una sociedad altamente instrumentalizada y automatizada. Existe en sus textos una profunda crítica al orden racional impuesto con tanta fuerza en las sociedades actuales. Para Dostoievski la razón es algo excepcionalmente válido, pero sólo satisface a la propia razón sin dejar espacio para la vida. De esta forma le horroriza la idea de que esa vida cotidiana y no tan cotidiana, esté atada con tanta fuerza a la racionalidad, al cálculo, a la mera eficiencia, llegando a admitir que le gustaría que alguna vez dos mas dos resultase cinco. Lo que se plantea con fuerza es que el excedente de racionalidad y la imposición mecánica de la existencia, constriñe el elemento de la vida, apartando al hombre a la oscura sombra de un automatismo que extrae los elementos fundamentales de una existencia completa. Así cabe pensar en los parámetros actuales sobre los que versan la vida laboral, los puntos que delimitan el buen hacer, y los valores que defiende una automatización del trabajo, despojada de todo aura de carácter personal y humana, en favor del movimiento de unas macroestructuras que terminan acabando con nosotros día a día.