lunes, 14 de junio de 2010

Apuntes incompletos sobre postmodernidad.


No se puede escribir una entrada seria sobre la postmodernidad, las numerosas ideas y matices que exigen una exposición seria sobre el tema no están al alcance de una entrada de blog, por eso voy a escribir sobre ello. El propio término está lleno de equívocos, de difícil precisión y distinción. La postmodernidad se supone como un periodo histórico, posterior a lo moderno (que podemos decir que se inició en el siglo XVI, aunque exigiría más matices). Es en el siglo XIX donde comienza a cuestionarse el discurso y las bases sobre el que la humanidad caminaba, y creo personalmente que es en el siglo XX donde se cuaja todo el material acumulado. Para una primera aproximación podemos decir que el pensamiento moderno tenía fe en nuestro conocimiento, en las capacidades de la razón que tan consolidadas quedaron tras la ilustración, fe en el progreso, la humanidad avanzaba en linea recta, fe en los discursos del hombre que se veía capaz de dominar el mundo, fe en las teorías bien construidas, de sólida base y crecimiento, fe en la historia que deparaba un final feliz para nuestro género. El siglo XX puso de manifiesto que no ha funcionado demasiado bien, guerras mundiales y bombas atómicas, la tecnología y la ciencia no han cumplido sus promesas d hacer un mundo más fácil, la pobreza y el hambre en el mundo sigue acechando por todo el planeta, el proyecto ilustrado ha fracasado.

La postmodernidad se cuestiona todos los referentes de la modernidad, especialmente el fin de la metafísica. La importancia de este hecho es notable, la metafísica que inició Aristóteles ha configurado el conocimiento que tenemos sobre el mundo desde nuestros orígenes, es difícil precisar el gran alcance que ha tenido en todas las áreas de conocimiento el discurso metafísico: en política, en ciencia, en el arte, en la religión, ética... La metafísica preparó un lenguaje, unos conceptos, aportó un sentido al mundo y una finalidad, y sobre ella nuestra cultura se ha elevado durante más de veinte siglos. Los referentes de lo postmoderno nacen  en Nietzsche, con el nihilismo consumado (superado) y  apuntalado posteriormente en Heidegger. Todas las categorías del conocimiento se ponen en duda, no con ánimo de eliminar todo lo anterior, ni siquiera de apartarlo, sino de superarlo. Exige el fin de la metafísica, y con ella todo el aparato conceptual de la modernidad. El discurso ahora se vuelve fragmentario, ya no existe el progreso histórico hacia una meta  o un fin, se produce por lo tanto una secularización del progreso, vaciación de esta idea. Con ello le sigue una relativización de los valores del hombre, ante la multiplicidad de culturas y falta de referentes consolidados, pues Dios ha muerto. Nacen visiones y perspectivas distintas que reivindican sistemas de valores contrapuestos (Lyotard). No se trata de que ahora vale todo, ni mucho menos, pero la desembocadura del discurso obliga a una reformulación y superación de lo anterior, y se coloca el acento en la esfera personal. Se escuchan otras voces, lo "otro" de la razón, se cuestiona lo que se ha dejado de lado, lo que se ha apartado y  se "deconstruye" , de ahí la escuela deconstruccionista.  El arte toma un nuevo rumbo, se deshumaniza y se aleja de lo humano (deshumanización del arte en Ortega), y la expresión artística contemporánea a veces resulta distante y vacía, porque se mueve en categorias diferentes, ya no busca la forma, ya no busca la belleza ni la armonia, ni la clara disposición de colores, busca mostrar lo que se ha dejado apartado, de lado, y se vuelca en otras vías que ponen en jaque lo que se ha venido dando. Aquí finalizan los apuntes incompletos sobre postmodernidad.

martes, 8 de junio de 2010

Conocer es reconocer.

Hoy en día, en muchas ocasiones, ser, es, ser reconocido. El reconocer es lo que otros saben de nosotros, lo que reflejamos al mundo de las otras mentes. El problema es que muchas veces se reconoce para mal, o de forma sesgada, o exagerada, eso dependerá mucho de la sociedad en la que uno viva, que vincula el reconocimiento a una serie de objetivos y criterios con las que se entabla el éxito. Esa es una de las pautas de hoy en día, pero no quiere decir que tengan razón, es confundir imagen con realidad, imagen de lo que "somos" y lo que "somos" realmente. En el siglo que vivimos, los señores del dar a conocer son bastante perversos: criterios ciegos, valoraciones desmedidas, prejuicios al orden del día, intereses, estrategias, poder, ansia de venta, anestesia, esclavitud a estereotipos... Una oscura nube que lo envuelve casi todo.  Pero siempre quedará el ser, permanecerá lo que tú eres independientemente de ellos, si no quieres ser destruido, porque toda vida se funda en una identidad, biográfica, literaria, única e intransferible. Esa identidad emerge del fondo de uno mismo, y los criterios que la formen no pueden ceder su responsabilidad a los otros, si es que algún día quieres ser algo, más allá de un código de barras.