viernes, 30 de octubre de 2009

La excelecia política es ya un mito.


Grecia representa buena parte de la base cultural de Occidente. Muchas ideas calaron en nuestra historia con gran importancia e influencia. Una de ellas fue la política. Allí en la polis comenzaron a darse modelos complejos de organización social, muchas de sus bases perduran en nuestros días. Lo consideraban un regalo divino, el fuego de Prometeo que robó a Zeus convertido en luz para gobernar. Prometeo veía injusto que el hombre naciese débil, sin garras y desnudo. Una de las metáforas de este mito es que el fuego representa la capacidad de gobernar y regentar a los pueblos para hacerse fuertes en el mundo, ya que el hombre por sí sólo no valía nada Pero da la sensación de que algunas enseñanzas claves han caído en el olvido para nuestros dirigentes actuales.

En la primera época de la política ateniense había una pirámide de poder dividida en cuatro grandes grupos: la aristocracia, la baja nobleza, los militares y por último los mercaderes o burguesía. Por otro lado la heibea o asamblea, formada por jueces externos a la pirámide de la que hablábamos . La aristocracia griega mantenía el poder más elevado, y gran parte de las importantes decisiones eran tomadas por ellos, eran los lacontes. Estos cargos sólo podían ser elegidos durante un año, sin posibilidad de reelección. Los griegos sabían muy bien de las implicaciones y poderes que podía desatar un organismo o persona de carácter público. Los lacontes, que eran la aristocracia griega que regentaba el puesto más elevado en la toma de decisiones estaba limitada a mandatos cortos y vigilada exhaustivamente de adquirir demasiada relevancia. Las personas, ya fuesen generales del ejercito, mercaderes, políticos o cualquiera que se hiciese demasiado fuerte y poderoso era juzgada en la asamblea de ostracismo. Les echaban de la ciudad diez años. Si alguien elevaba su posición y crecía hasta tomar una posición que pudiese concentrar demasiada fuerza era expulsada inmediatamente si la asamblea lo consideraba oportuno. De aquí se desprende una actitud de temor y cautela ante aquellos hombres que acumulaban demasiado estatus, demasiada fuerza, demasiado lo que fuese... Esto lo hacían por una sencilla razón, y es que no querían dar a nadie la posibilidad de convertirse en un tirano. La política era ejercida con rigor y bajo una virtudes cívicas, tales como la prudencia, justicia, moderación. La desmesura, el vicio y los excesos también eran condenados en caso de que empezase a pervertir a la comunidad... Hybris.

La política es uno de los grandes temas de nuestro tiempo, de la historia de los hombres. Gran parte de la organización social recae sobre sus espaldas. Pese a nuestros progresos y avances en muchos de los campos que atañen al ser humano la política se muestra como una de las asignaturas pendientes a mejorar. Hoy en día apesta, tan excelso propósito está lleno de despropósitos. Creo que nadie en su sano juicio podría estar verdaderamente satisfecho con los resultados obtenidos a día de hoy en lo que se refiere a las clases dirigentes. Palabras muy alejadas del buen hacer: falta de sentido común, arraigo a unas ideologías obsoletas, encasillamiento de posiciones, democracias no participativas, corrupción, acomodamiento, falta de preparación, manipulación, influencia, chantaje, amiguismo y trato favorable, sectarismo, afiliación, baños de masas, enriquecimiento, ventajas desmedidas de los cargos, tergiversación del lenguaje, del mensaje, de la idea... La lista de adjetivos negativos podría ir en aumento, pero creo que es suficiente. Con frecuencia se utiliza la expresión "son todos iguales con diferente collar". Puedo comprender el mensaje de este dicho, pero examinado más a fondo no lo comparto, no todos son iguales, creo que hay personas más excelsas e inteligentes que otras, aunque es verdad que hace bastante tiempo que no aparece una en el terreno político.

El modelo griego emana unas virtudes de excelencia que hoy perduran por su ausencia. Si volviésemos al modelo de la primera fase ateniense el estado sería un caos, han pasado 28 siglos y el mundo ha cambiado notoriamente, aún así creo que muchas de sus enseñanzas más fundamentales, que han caído en saco roto son esenciales para un buen despliegue de una organización más seria de la que nos tienen acostumbrados. Y el problema reside ahí, que nos han acostumbrado al conformismo, nos cuesta seguir todas las noticias políticas, nos agotan hasta el punto de que muchas personas me dicen que son más felices cuando no leen la prensa. Les comprendo. Y no lo hacen por un huir de la realidad, sino por el hastío, por la misma historia de siempre, porque se quieren preocupar de vivir y no estar metidos todo el día con la mierda al cuello. Eso no quita que de vez en cuando se interroguen y vean que la política se ha convertido en una ciénaga, llena de sapos que eructan... Creo que lo fundamental que nos legó Grecia ya forma parte del mito...


domingo, 18 de octubre de 2009

Nietzsche y la música: el espíritu del artista.


Esta breve entrada, versa principalmente sobre la compleja obra nietzscheana "El nacimimiento de la tragedia". No pretendo hacer un profundo estudio sobre la misma, sino mostrar algunos de sus aspectos más importantes en un lenguaje inteligible para los que no están habituados a las intempestivas obras de Nietzsche.

Para Nietzsche la música fue desde joven un regalo divino, así lo anotaba en su diario "Dios nos ha concedido la música, en primer lugar, para que mediante ella ascendamos a las alturas. La música reúne en sí misma todas las cualidades: puede conmover, embelesar, serenar; es capaz de amansar el ánimo más tosco...Pero su facultad esencial es la de dirigir nuestros pensamientos hacia lo alto..." Un poco más adelante, agregaba "Hay que considerar a los seres humanos que la desprecian como gente sin alma, como criaturas parecidas a los animales". Más adelante será el arte, pero en especial la música "la tarea metafísica de nuestra vida". A lo largo de su adolescencia tuvo contacto con la música de Bach, Haydn, Beethoven, Mozart, Schubert y Mendelssohn. Más tarde su relación con Wagner pasaría a la historia como un capítulo que derrocharía ríos de tinta.

Podemos decir sin duda alguna que para Nietzsche la música se encuentra en el pedestal más alto de las artes, para él expresaba lo más íntimo del ser, lo que no puede ser hablado, ni dicho, lo que está mas allá de las conceptualizaciones y esquemas, la música se expresa de otro modo que ni siquiera el lenguaje puede poner de manifiesto, juega de diferente forma que el resto de las artes, nos habla del fondo mismo de la existencia y de la vida como ningún otro arte es capaz de hacer.

Ya en sus primeras obras tomó la mano de la música y las artes, en el "El nacimiento de la tragedia" tuvo el altísimo propósito de ofrecer toda una cosmovisión por medio de figuras y simbolismos que resultaría sumamente difícil de comprender. Trata sobre el origen de la tragedia, pero lo que en realidad añade y perfila es una existencia humana de la mano de las artes que abarquen la totalidad de la vida, y lo hace a través de simbolismos y un mundo de figuras mitológicas incisivamente claras. Así las artes se convierten en la matriz de su pensamiento para la vida, situando la música como la máxima expresión de la misma. Las dos figuras principales sobre las que pivotará su obra son Apolo y Dioniso. A través de ellas simboliza las fuerzas esenciales de la existencia y la naturaleza. Nietzsche al igual que otros, consideraba a Dioniso como sangre extranjera en el Olimpo. ¿Por qué los griegos colocarían a este dios en el mismo altar que al resto?. Nietzsche cree adivinar el motivo. Cuando los griegos conocieron a Dioniso estos se aterraron. Hallaron en él la voluptuosidad, el irrefrenable impulso de las fuerzas bárbaras, un dios sin límites, cruel, el carnívoro de los actos humanos más temibles y profundos que no ponen ningún freno a los actos, lo irracional, el desencadenador de las tareas más instintivas y bestiales que podían llevar a cabo los hombres. Los bárbaros adoraban a este dios de la naturaleza y las fuerzas salvajes, y el horror griego ante este dios era, que en el fondo de su corazón y de su pensamiento se veían hermanados con esos bárbaros, de intuir que ese salvajismo habita en todos y cada uno de los seres humanos. Era algo que causaba pavor a los griegos.

Para conseguir manejar este terror los griegos conciliaron una especie de matrimonio entre Dioniso y Apolo. Apolo representa la luz, la mesura, lo equilibrado, la contención de los apetitos... Vieron el él la figura perfecta para dominar el lado oscuro y temible que encierra lo profundo de nuestro ser. Con esta unión quedan simbolizadas las dos potencias artísticas que brotan de la naturaleza misma. Dioniso es despojado de sus armas más dañinas por Apolo y le arrebata su aspecto más salvaje, por ello, Nietzsche insiste en que "hay un abismo que separa a los griegos dionisiacos de los bárbaros dionisiacos." Si durante un principio este dios era el encargado de desatar las fuerzas más terríbles y profundas que hollan nuestra naturaleza salvaje, para los griegos, siempre de la mano de Apolo, quedará cristalizado en las posibilidades transfiguradoras de la fuerza vital del ser humano. Para el griego, Dioniso no podrá vivir sin Apolo ni Apolo podrá vivir sin Dioniso. El mundo dionisiaco que quedará para los griegos es más cercano a la embriaguez, a la sexualidad, a lo instintivo y creativo, a lo irracional y la potencia creadora. Mientras que el mundo apolineo simbolizará la mesura, el orden , la armonía, el sueño, la distancia, el velo... El lado dionisiaco quedará para el griego como la llegada de la primavera, el olvido de los límites individuales bajo el influjo de la magia dionisiaca.
Dioniso es también para Nietzsche lo "Uno primordial", que representa la unidad y la totalidad del ser, surge la armonía universal y la fusión con la naturaleza que yacía olvidada. Cercano a la voluntad de la que hablaba Schopenhauer, el en sí del mundo. La fuerza de la vida que el traduciría en dolor y sobre la que fundaba su metafísica, Nietzsche lo tomará como principio estético, ya que esa voluntad se podrá superar como voluntad creadora, aunque Dioniso, como símbolo que es del fondo vital, no dejará de tener un lado oscuro.

La cultura griega que siempre aparece ante nuestros ojos como una cultura luminosa, artística y bella, encierra un misterio que Nietzsche se esfuerza en desvelar y busca en sus cimientos para explicar de dónde surge, y lo que encuentra en el fondo de tanta belleza y armonía es el inmenso dolor de la vida. Los griegos conocian muy bien las penurias de la vida, los padeceres de un hombre arrojado a la existencia sin explicación alguna. Estos horrores propios de la existencia se ponen en boca de Sileno, que acompaña a Dioniso. Sileno representa el pesimismo más radical y acompaña al dios allá donde va. Nos recuerda la caducidad de la vida, el sufrimiento del mundo, el padecer en la existencia, la enfermedad, el abandono, nuestra insignificante finitud y en definitiva, nos enseña que la existencia es algo insoportable y llena de sinsentido, mejor no haber nacido o suicidarnos.

Pero precisamente ante esa sabiduría divina se levanta la propuesta nietzscheana: los griegos superaron ese pesimismo. Ese pesimismo puede ser superado, pero para ello debemos comenzar en no negar ese fondo de dolor y sinsentido, por medio de la experiencia dionisiaca remitida lo Uno primordial. Dicho de otro modo, dominar el sinsentido de la experiencia vital pasa por bucear en la experiencia dionisíaca, que enmarca el sentido más obvio de la naturaleza, pasa por no negar el dolor y las miserias del mundo que acontece a todo hombre a lo largo de su vida, pasa por aceptar sin reparos que el mundo es cruel e indomable, que el sufrimiento y la penuria forman parte del mismo sedimento de la existencia, pasa por aceptar el mundo tal y como es, sin fragmentaciones ni parcelas amoldadas a nuestro gusto personal. Este punto es el más peligroso de la voluntad, "el peligro supremo" señala Nietzsche, el lugar donde el camino se hace más estrecho a las orillas del precipicio. Desde aquí el abismo tiende a mostrarse insalvable, infranqueable, hasta a los espíritus más fuertes, nos encontramos rozando el nihilismo pasivo para caer en sus temibles garras.
Pero todo esto que parece tan extravagante y pesado (que nos enfoca al discurso de Sileno) es lo que precisamente nos remite a la experiencia artística o a la experiencia musical. A Dioniso le acompañaba un coro de machos cabríos que cantaba, aunque el origen de la palabra tragedia no está del todo claro, la visión más aceptada es la que proviene del griego, tragos "macho cabrío" y adein "cantar". Siguiendo la música del coro que acompañaba a Dioniso no es sorprendente que Nietzsche entienda la música como el arte supremo de la experiencia dionisiaca. Con Dioniso de la mano de Apolo transfiguramos esas temibles fuerzas que gritaba Sileno, esas fuerzas que se vierten sobre nosotros con inusitada violencia, y es a través del arte y la ilusión como podemos elevarnos de oscuridad que nos rodea. La voluntad schopenhauriana trasmitida en dolor se transforma aquí en principio estético de voluntad de poder, de voluntad de crear. La ilusión y el arte aparecen como salvadores de las injurias e injusticias de la condición humana. No hablo de ilusión como imagen falsa o fugaz. Cuando Nietzsche habla de ilusión se refiere a las formas o modos de vida creados para afrontar el dolor de la vida y su sinsentido. "Artista" es aquel capaz de crear ilusiones bellas al transformar el dolor de la vida en representaciones con las que es factible vivir. El artista asimila lo Uno primordial y lo imita, pero es capaz de embellecer lo que toca, de crear una vía salvífica a través de las ilusiones. Cada persona buscará sus propios métodos, su propio arte frente al Uno primordial. Tenemos que luchar y actuar, crear ilusiones nobles, que son las que se no se olvidan del espíritu dionisíaco del mundo, sino que sabiendo del telón de fondo que subyace la existencia es capaz de hacerla bella y soportable. Por el contrario las ilusiones vulgares son las que niegan u ocultan ese fondo vital, frente a estas, las ilusiones nobles son aquellas que son capaces de propiciar en el individuo experiencia originarias, experiencias dionisíacas como lo hacen el arte y la tragedia. Desvelar la verdad dionisíaca de la vida transfigurada en en belleza y creatividad, que ahora camina con Apolo. La experiencia apolínea nos propicia un velo, nos permite guardar una distancia necesaria. No podemos vivir exclusivamente de experiencias dionisíacas pues entonces sería mejor perecer.

lunes, 12 de octubre de 2009

Arte y naturaleza: Heidegger-Chillida.



La filosofía está en crisis y el arte se erige como alternativa a esa crisis del pensamiento. Chillida y Heidegger colaboran, buscan y reclaman, ellos hablan de establecer límites. La filosofía está en crisis, ya que la sombra del nihilismo la envuelve, hemos perdido los referentes que en un pasado eran válidos y los discursos de legitimación caen en el olvido, el hombre busca respuestas en la nada, en el vacío. El problema dice Chillida es que lo que vale a la filosofía no vale al arte, el arte no es un ser terminado. En este punto podemos optar por el consejo nietzscheano de revitalizar los clásicos como historia viva, también en Ortega encontramos un "quehacer" humano. Tras llegar a este punto no nos queda otra opción que vaciarnos para hallar respuesta, estamos muy llenos, demasiado llenos, demasiado ocupados, demasiado ofuscados, demasiado cargados. La posible solución sería "crear espacios" como lugar que posibilita poner objetos. Vaciamiento de los espacios para crear la posibilidad de que haya objetos. Ya no se trata pues de poner un objeto en el espacio, sino de vaciar un espacio para posibilitar el que ahí haya un objeto. El problema con los ecologistas está en las aporías del arte. Destrucción de lo real para poner lo ideal, en otros términos, poner lo ideal del arte es para ellos una muestra de inviabilidad racional ya que destrona lo real. La plasmación de lo ideal implica desmaterialización de lo real. Adorno lo señala muy bien, "el problema es el precio a pagar por lo ideal". Para Heidegger la nada es el ser que que no se deja objetivar, el equivalente a esa nada es el tema del vacío, de ahí que una persona que se vacíe puede llenarse y tolerar la obra. Chillida creó una escultura, un espacio, en las islas Canarias (imagen superior), en el seno de una montaña, desde fuera no se puede apreciar, una vez dentro uno encuentra un lugar, donde se puede ver el cielo, las estrellas, el sol pasar y la luna también, se accede a ella por una apertura superior. Es una escultura dentro de una montaña. Allí el hombre deja de ser la medida de las cosas, intento de obra de arte total, humanismo y cultura, arcaico y tecnológico. Insercción en la naturaleza tecnológica, creación de espacios de luz. Novalis decía "no es que la noche sea negra, es que tiene una luz distinta". ¿Cómo lograr entonces que el ser acontezca? Pues con la cercanía esencial a las cosas, y esto se logra poniendo límites a algo, creando un lugar... Es por eso que cualquier escultura de Chillida no puede ser desplazada a otro lugar, esta sufriría un desarraigo total, ya que él vaciaba espacios para posibilitar objetos. El "Elogio del horizonte" es la escultura que corona mi ciudad, Gijón, la que aparece en la imagen inferior. Se dice que quien se posiciona en el centro de la obra escucha hablar a la mar, los pequeños o grandes balbuceos de un horizonte abierto que en todo caso quiere decirnos algo, no sin antes vaciarnos, dejar que penetren en nosotros posibilitando espacios, demasiado llenos, de masiado ocupados, demasiado saturados, tenemos que vaciarnos... Sólo así entenderemos la escultura del gran maestro Chillida.
El otro problema que queda como un mero comentario es la postura heideggeriana, ya que sus propuestas eran lugares naturales despejados y con memoria. Eso eleva el problema a una pregunta ¿Cómo traspasarlo a lo urbano, a lo artificial? Antonio Fernandez Alba tiene algunas propuestas, pero eso lo dejaremos para otro dia, para otro tiempo...

martes, 6 de octubre de 2009

Ciencia idiota.


Hoy en día predomina la concepción cartesiana del mundo, en el que el sujeto-objeto marca las pautas sobre la forma de entender la realidad. Esa concepción se ha ido desarrollando a lo largo de los siglos hasta tomar la forma del positivismo lógico de finales del siglo XIX, en el que el modelo experimental prevalecía sobre cualquier género de conocimiento. En el siglo XX la acentuación ha ido creciendo basándose en el proyecto técnico-científico que avalaba dicho conocimiento. Es un conocimiento respaldado por muchos avances, que nos han procurado una vida mejor. El avance sanitario, las comunicaciones, las construcciones junto a nuevas aplicaciones, electrodomésticos, informática, transportes... Es un hecho que nuestro horizonte de posibilidades ha aumentado considerablemente gracias a dichos hallazgos y debemos dar las gracias por los logros conseguidos.
No todo ha sido un camino de rosas, ya que el progreso científico-técnico abrió puertas que siempre debieron permanecer cerradas. El deterioro del medio ambiente, el desgaste desmedido de los recursos planetarios, la bomba atómica... Hay pues, un lado "oscuro" en ese aparente progreso que ha dejado un siglo XX lleno de miserias y hambre, cuando parecía que "todo"podía empezar a solucionarse. La fe en la ciencia no ha traído todo lo bueno que parecía prometer. Ese es un punto oscuro en la ciencia que no se nos recuerda con frecuencia, ya que lo que sí se recuerda es que tenemos que consumir, dicho de otra manera, tratan de desviar nuestra atención, o mejor dicho, de tapar ese agujero. ¿Quién lo tapa? la propia ciencia, que mantiene un puesto dominante en los "saberes" del mundo.
Con sus aplicaciones y el método experimental se erige como gobernadora del saber humano e incita a otras "ciencias" a seguir su camino. Un ejemplo de ello es psicología, que abandonó a Hegel para ponerse batas blancas y hacer experimentos con ratones. La sociología también busco su propio método para buscar la semejanza de resultados y "evidencias". Pero a la larga ha sido una equivocación intentar exportar el saber experimental que tan buenos resultados ha dado a la física o a la biología, a otros ámbitos del saber humano. En todo su orgullo se alzan como los salvadores de cualquier saber, de cualquier método, ante un ser humano que tiene múltiples dimensiones vitales en expansión y constante cambio, lleno de riquezas y matices no reductibles a una fórmula. Un saber científico que trata de dar respuesta donde ni debe ni puede. Decía Wittgenstein, que pese a todos los avances científicos, las cuestiones humanas fundamentales singuen sin resolverse. Así que me río, cansado de esa hegemonía de batas blancas que todo lo miden, que todo lo cuentan, que roban el aura de la experiencia personal, concreta, histórica, del momento en pos de una universalidad fría y válida para cualquier tiempo, para cualquier espacio. Cansado de su inoperancia en las facetas del ser cotidiano y personal, pues no les interesa lo individual, sino la igualación de circunstancias para poder aplicar en cualquier tiempo o lugar... Ladrones de aura... Me río de su discurso a la hora de hablar de lo humano, de lo propio, al hablar de lo que no deben decir. ¿Cómo hablar del arte en términos positivos? ¿Cómo interpretar el amplio abanico de vivencias bajo fórmulas y operaciones, dosis y medicamentos? ¿Cómo medir y trasladar lo humano al reduccionismo de miras y estrechez de pensamiento? Yo no critico a la ciencia, lo que sí critico es su afán por por colmar todas las áreas del saber humano, lo que critico es su necesidad de imponer métodos a lo que no es reductible a tal, porque la felicidad es de las personas, en todo caso tuya. No es cuantificable el sentimiento al ver un cuadro, o al escuchar o sinfonía de Beethoven, o tomarse unos pinchos con los amigos en un cálido clima de cercanía. Ni siquiera son dignos de tomarlos en serio, intentos de reducir lo humano a lo robótico, mente de metal y ruedas, a lo inumerificable, a lo nomotético. Idiota en su raiz hace referencia al que se despreocupa por los demás, el que no escucha, el que sólo se escucha a sí mismo. Por eso yo digo:
¡Ciencia, idiota!.