miércoles, 20 de octubre de 2010

Efectos secundarios de la desesperación.


 La desesperación no es un estado deseable. Cuando acontece en nosotros nos machaca y nos desgarras con fuerza. La esperanza nos ata a las cosas, y cuando lo deseado no se manifiesta uno se desespera. Por el camino el miedo acecha, antes de la desesperación late el miedo, ya que nuestros proyectos se hunden poco a poco, nuestros deseos no se corresponden con la realidad, y eso se traduce en miedo, tememos a la vida.

¿No es acaso el sufrimiento y la enfermedad un valor que imprime fuerza?¿No decía Nietzsche "lo que no te mata te hace más fuerte"?   Y Nietzsche lo repite constantemente en su obra, en el Zaratustra encontramos al hombre de pies ligeros, que para volverse liviano a tenido que caminar por el infierno, por la desesperación. El viaje de los discípulos de Zaratustra es una transformación, de la tierra a la estrellas, porque ya no vierten esperanzas en la existencia, sencillamente la abrazan.

Tomando esta perspectiva desvelamos un secreto que muy pocos conocen, podemos transvalorar la desesperación en un auténtico valor, en el desesperado el miedo desaparece.Schopenhauer lo expresa  más claramente "quien ha perdido la esperanza también ha perdido el miedo; tal es el significado de la palabra desesperado". Y Daredevil desde la cocina del infierno susurra "un hombre sin esperanza es un hombre sin miedo". Spinoza toma la esperanza no como una virtud, sino en su opuesto, un hombre sin esperanza es un hombre libre.

Donde exista debilidad halla siempre un punto de fuerza.

jueves, 14 de octubre de 2010

Lealtad y amistad.



Este tema tiene mucho que escribir, pero quiero ser breve y centrarme en la lealtad a los amigos. Donde no hay lealtad es imposible que haya amigos.La lealtad es sin duda la virtud que más valoro de la amistad. La lealtad evoca a la memoria, a lo que ha sido y lo que será, es fidelidad a la experiencia vivida, es antídoto frente al olvido y fuente de fuerza y unión. Sin lealtad de poco sirve lo demás.  Exigencia de uno mismo que quiere saborear una sana y nutrida perspectiva del otro.

domingo, 3 de octubre de 2010

Piensas que te entiendes, pero no sabes nada sobre ti.



"El problema no es la ignorancia, sino las ideas preconcebidas".


Hans Rosberg.


Mi hermano mayor me enseñó esta frase. Diez palabras, una coma,una profundidad que hace estallar los sentidos.
Si uno se detiene a pensar sobre todas las ideas, concepciones, juicios y decisiones que toma, cuyo indicio es una idea preconcebida se llenaría de pavor, pues muy pocas cosas escapan del alcance de lo "pre-concebido".

Hoy en día el mar de información del que disponemos dificulta la tarea,  exige rigor, valor y pausa para comenzar a ello, justo lo contrario de la predisposición degneral de nuestra época. Hay que aprender lo que nos enseñan, lo dado, pero de nada sirve llenarnos de información como una botella, si no somos capaces de prender la llama que llevamos dentro, esa que te empuja a examinar, a mirar detenidamente las cosas. ¿Pero quién es capaz de despertar en plena anestesia?.


La ignorancia es una falta, una falta sabida, las ideas preconcebidas son mucho más profundas e hirientes, tremendamente complicado escapar de ellas, tornando lo sabido por apariencia de saber. Para el que quiera elevarse,  someter con inusitada violencia todo lo aprendido es condición necesaria de viaje, a veces incomodo, a veces cálido, son senderos que los espíritus fuertes quieren recorren.


Para volar como un águila, antes tenemos que ser serpientes, palpar el suelo, saber que bajo las aguas de una superficie que deviene constantemente, hay un mar oscuro, más profundo, donde el ruido y la luz desaparecen, donde sólo quedas tú, y tus ideas, las más íntimas, las que guardas en el fondo, las que laten en lo más profundo.
Las que quizás te permitan llegar a ser el que eres...

viernes, 1 de octubre de 2010

Camus de Acuario: la indiferencia absoluta.


"No debes olvidar que tu madre duerme en el mar de Siberia... Observa bien esto Yoga...
No fue un sueño, ni una ilusión... Te he mostrado la triste realidad...
Tienes que alcanzar la indiferencia absoluta..." 
Camus de Acuario.

 Camus, uno de los santos de hielo, cuya conversación con Yoga en uno de los templos de Atenas nos deja perlas de un auténtico maestro.  Camus es un sabio, un portador de una armadura de oro, tiene experiencia de mundo, ha visto cosas que jamás pensó en ver, y ha oído cosas que otros no habrían entendido, pero él está curtido, ha dedicado largas noches y estaciones a preguntarse por el mundo, por el dolor, por la alegria, la tristeza, por su lugar en el cosmos.

Camus ha sabido penetrar en la profundidad cristalina del hielo,  ha preguntado al mundo  y el mundo ha respondido. Camus nos recuerda que nuestro apego hacia las cosas y el mundo nos entumece los sentidos, nos abruman con falsas perspectivas y nos esclavizan.  Nos recuerda la frecuencia con la que nos atamos a las cosas, con tanta fuerza que perdemos el enfoque sobre nuestra vida.  Muchas de nuestras preocupaciones vienen provocadas por ese apego, ese exceso de cercanía con el mundo, y acabamos enfadándonos por motivos que no portan valor, y preocupándonos por condiciones impuestas por la vida, agregando más daño y sufrimiento.

La indiferencia absoluta de la que habla Camus no es apartar la mirada al mundo, sino zambullirnos de lleno, sabiendo que la vida trae cosas buenas y malas sin preguntar, que somos nosotros los que tenemos que acatar sus reglas aunque a veces nos disgusten y nos provoquen desgarro. Para lo bueno y para lo malo el mundo hay que aceptarlo hasta sus últimas consecuencias. Esa es la postura de Camus. La indiferencia absoluta es fruto del desapego por las cosas, no tomándolas como carentes de valor, sino otorgándoles la precisa importancia que requieren.

Se trata de una aceptación de la realidad hasta las últimas consecuencias, no se trata de volvernos una roca frente al mundo, sino que este nos desgarre y nos bañe con su jugo, aprender las reglas del juego y aceptarlas. Una vez digerida y asumida la condición de la vida, vendría la indiferencia absoluta de la que habla el maestro Camus. Es un viaje de retorno, es un salir de uno mismo y diregir todas las condiciones vitales a las que podemos estar expuestos, desde que te deje la novia, hasta que te quedes sin trabajo o te entre un cancer. Las tres posibilidades son jodidas, pero todos sabemos que nos pueden pasar, asumir ese riesgo y tenerlo presente, las posibilidades son todas.... Nunca se podrá acatar la condición vital con total firmeza, eso es obvio,  somos humanos al fin y al cabo.

Preocuparse por las cosas que realmente merecen la pena, y ver como nuestro baremo de alegria y tristeza, no baila al son de las estupideces del mundo, sino que reacciona a  motivos que verdaderamente nos perturban o nos elevan. No dejarse llevar por el apego, difícil en nuestras sociedades contemporáneas que confunden el ser con el tener.
¿Equilibrio? ¿Paz? ¿Conocimiento de uno mismo? a mi me gusta más, indiferencia absoluta. 

Camus eleva su brazo y de su dedo sale un rayo que viaja desde Atenas hasta el fondo del polo Norte destruyendo la tumba de la querida madre de Yoga. Camus saca la vara y azota a su pupilo en la espalda, intentando que vea la luz de la indiferencia absoluta. Es una tarea costosa, no se deja de aprender hasta nuestro último aliento...

 Yoga estaba esclavizado de su madre, era un fetiche, era un recuerdo, era la imagen que le hacía avanzar en el arduo camino de su vida, era el amor que había conocido y la razón por la que existia, era su madre. En uno de los muchos caminos que recorre Yoga se encuentra con el maestro Camus, el más alto de los santos de Hielo, un poderoso caballero que conoce los secretos del cosmos, de la vida y del alma. El maestro le explica al alumno que jamás podrá vencerlo, que su vida aferrada al estúpido recuerdo de su madre no hace más que dificultar su camino de caballero.  Es el camino de la ligereza, una vez caminado en las sombras uno comienza a ver la luz, la luz de la indiferencia absoluta.