viernes, 29 de mayo de 2015

El ilusionista


El otro día me reencontré con Paul Auster. El escritor neoyorquino es un especialista en despertar y hacer significativa la realidad mas cotidiana. Tiene una capacidad para hacer de la rutina un acontecimiento vital, y eso es algo que me seduce. Mastica la realidad y rebela en ella un aspecto escondido, desapercibido, algo por desvelar que nutre el relato personal. Es una crítica y también una virtud. Crítica a nuestro modo de vida acelerado, que nunca se detiene y siempre quedo algo pendiente. Virtud porque desvela y arroja luz que penetra el sentido de la vida de cada uno.

Sus escritos están llenos de símbolos que hacen alusión a etapas pasadas que recobran sentido y vigor al reencontrarse con su presente. Nos sucede a todos, pero no todos lo recrean o lo hacen propio cuando ocurre, exige una visión de otra especie, hay que aprender pues nadie nace sabiendo desenterrar el brillo de la experiencia cotidiana, se aprende. Alimenta tu sensibilidad, agudiza tus sentidos y abraza el mundo circundante y sus peculiaridades. Todo esto no deja de ser una forma de nombrar las cosas, pero su limite no es estrictamente literario. Auster enseña a limpiar el polvo que cubre lo rutinario, nuestra vida en bucle, y entonces logra hacer concreta e irrepetible la más común de las experiencias

Me doy cuenta de que había olvidado, habia cerrado los ojos, se durmieron en el mundo de los aborígenes tecnológicos, por eso quiero volver a escribir, para no sentirme una mierda en el mundo.