viernes, 3 de octubre de 2014

El Despertar


El otro día tuve la oportunidad de ver Waking Life, película densa que no me dejó indiferente. Me encontré un claro retrato de las paradojas de la posmodernidad, aunadas en bloques conversacionales, que se hilvanan buscando las posibles soluciones que acechan a la crisis de identidad en la que se ve sumida la especie humana.

 Perfectos resúmenes de autores que tienen algo que decirnos sobre nuestro tiempo, sobre nuestra vida, sobre el sentido de una época que ha perdido todo referente y contacto con el mundo. Sartre, Nietzsche, Hume o Kant, teorías evolucionistas, antropológicas o críticas,  apuntan sobre las contradicciones que acechan al ser humano en nuestra vida.

Un canto a la pérdida de la humanidad en su sentido más estricto, de la aniquilación del paraíso y su paradigma olvidado, se intenta recuperar la pregunta sobre nosotros mismos, el sentido y la dirección de nuestra existencia, su contenido más inmediato, qué hago yo aquí y qué papel aspiro a desarrollar.

El tablero y sus piezas aunque bajo aparente orden están sumidas en un caos, empezando por el lenguaje. El decir más fundamental se ha vuelto un problema para el ser humano, el lenguaje está enfermo, manoseado, anquilosado. La desaparición y destrucción de la palabra que cobra vida imposibilita la relación con el otro, sometido a estructuras pobres, economizadoras, burocratizadas, palabras carentes de sangre y calor, mecanizadas y reducidas, a modo de fría rueda y frío metal, que se desliza en nuestra vida cotidiana, incapaz de expresar hasta el más básico de los sentimientos.

Las paradojas de nuestro tiempo enfrentadas y sometidas al dilema de la estupidez, una súper especie que envía cohetes y satélites al espacio pero que condena a la pobreza extrema a la mitad del planeta, "avance" tecnológico e instrumental, que eleva una ola de optimismo que deja tras de sí una nada sobre otra nada, es el vacío y la mísera que acecha la condición humana de nuestro tiempo. Es la condena de todo supuesto progreso lógico que arrebata a la especie humana todo atisbo de amor frente a los demás, en una sociedad fuertemente conectada cuyas personas se sienten profundamente aisladas.

Es la idea de un progreso frente a la pobreza espiritual y a la pérdida de la humanidad referenciada a un consumo masivo y desmedido. Es una función orquestada por numerosos frentes, donde los medios de comunicación y su legión demoniaca, la publicidad, se encargan de anestesiar conciencias y limitar el horizonte vital de las personas, desembocando en la metástasis del mundo como circo y supermercado, la civilización del pixel y la irrealidad elevada sobre un modelo lógico carente de todo contenido que pretenda verdadera elevación.  El espectáculo al que asistimos, propio de civilizaciones decadentes, que depreda identidades y anula el sentimiento condenando al adjetivo humanidad a la existencia dolorosa y al olvido de los otros, en una orgía de egos y apariencias externas que se agotan en la presentación misma. La amnesia que destierra a la humanidad de elevarse sobre ella misma, antes de su estallido y colapso final.

El diagnóstico es bastante claro, las respuestas están ahi, en nosotros, frente a nosotros, solo tenemos que empezar a movernos o fracasar, recuperar la historia de las ideas y el contacto real con los demás, alejándonos de cualquier sucedáneo axiológico que tan de moda están en nuestros días.

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